Capítulo 11

2.1K 198 97
                                    

Me desperté más tarde de lo habitual para ser lunes. Anoche mi padre me dijo que iba a bajar él a ayudar a mi abuelo con los desayunos. Por un lado, mejor, así aprovechaba la mañana para estudiar y adelantar un poco más de la programación. No tenía la cabeza para ponerme a estudiar, ya que mi concentración se perdió en algún lugar, dejando paso al tema que lleva varios días en mi cabeza. Así que, hacer la programación me resultaba más ameno en estos momentos.

Cuando llegaron mis hermanos junto con mi madre, había adelantado bastante, así que por la tarde la decidí pasar ayudando a los peques a hacer los deberes y a jugar un rato juntos. Siempre es bueno aprovechar el tiempo con ellos, porque crecen tan rápido, que un día me despisto y ya están en la universidad.

Llegó el martes y como ayer no bajé al bar, me tocó abrir a mí. Vamos, me levanté no solo a abrir el bar, sino a poner todas las calles del barrio. ¡Cómo odio madrugar tanto! O empiezo a inyectarme el café en vena o antes de que baje mi padre, me he dormido encima de la barra.

La gente venía a cuentagotas, y yo lo agradecía porque ser simpática tan temprano era tan difícil...

- ¡Hola hija! -dijo mi padre entrando por la puerta.

- ¡Menos mal papá! Ahora que estás aquí puedo desayunar tranquila.

- ¿Aún no has desayunado?

- Tan pronto no me entra nada. Me he tomado un café y por necesidad. Así que, me preparo una tostada, un café y me salgo a la terraza a desayunar. No tardo mucho.

Así lo hice, me preparé mi tostada con jamón y mi café con leche. Estaba desayunando al sol, un placer y felicidad que fueron truncadas por lo que vi por la plaza. Era Amelia y Nuria cogidas de la mano, hablando y riendo. Creo que se me quitaron las ganas de seguir desayunando. Por lo que estaba viendo, era mentira lo que le dijo Nuria a Sofía. No la ha dejado.

Seguía dándole vueltas a esa conversación que escuché por casualidad, cuando las vi acercándose a mí.

- ¡Buenos días! -dijeron al unísono.
Encima están bien coordinadas hasta para dar los buenos días. Yo es que flipo macho.

- Buenos días. -dije un poco seca.

- ¡Qué aproveche! -dijo Amelia.

- Gracias.

- ¿Vamos dentro mejor, Amelia? Es que aquí fuera hace un poco de fresco. -dijo Nuria.

- ¿No te apetece desayunar aquí? Si hace solecito. Además, así le hacemos compañía a Luisita.

- Por mí no os preocupéis, que ya he acabado y tengo que entrar a empezar a pelar patatas para las tortillas. -me levanté y empecé a recoger mi desayuno.

- Bueno, pues nos vamos dentro. -dijo Amelia.

- Ahora nos vemos Luisita. -dijo Nuria.

- Sí, ahora nos vemos. -hice un esfuerzo para regalarles una sonrisa.

Menos mal que entraron y me dejaron sola. Por un momento pensé que iba a soltarle a Nuria lo que pensaba de ella. Pero luego caí en que no se merecía ni mis palabras. Recogí mi mesa, otra mesa que se había quedado libre y entré directamente a la cocina. Cogí las patatas y empecé a pelar.

- ¡¿Qué haces hija?! -dijo mi padre cuando entró.

- Pelar patatas, ¿no me ves? -le señalé las patatas y el cuchillo con el que las estaba pelando.

- Pero si estamos aún sirviendo desayunos. Deja eso y sal a ayudarme. Luego nos ponemos y hacemos los dos las tortillas en un momento.

- Que no papá, que no. Empiezo yo ya. Además, algún que otro parroquiano pide tortilla para desayunar. Ya lo dice el abuelo "hombre precavido, vale por dos". En este caso mujer. -le sonreí.

Aunque tú no lo sepasTahanan ng mga kuwento. Tumuklas ngayon