Epílogo

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Llegaba tarde, muy, extremadamente tarde. Kirishima ató su cabello en una cola y guardó sus cosas, llevándose el bolso a la espalda. Estaba por abrir la puerta de entrada cuando una adolescente se acercó corriendo a él.

―Entrenador Kirishima, el dinero de hoy ―dijo ella, sonriente mientras le entregaba un manojo de billetes.

Kirishima se llevó la mano a la cabeza, había sido completamente descuidado. Bakugo siempre se enojaba cuando se iba de las casas sin cobrar, decía que los clientes podrían tomar el mal hábito de acostumbrarse.

―Casi lo olvidaba, gracias. Buen trabajo hoy ―dijo, calzándose sus zapatos en la entrada.

La muchacha le miró algo dubitativa. Kirishima se sentía mal por irse sin más, no era su casa, así que con su mandíbula apretada le sonreía, suplicando que le dé una señal para irse.

―¿Te reunirás con tu novia? Noté que tienes un anillo en la mano derecha ―señaló su mano.

Kirishima ciertamente no esperaba esa pregunta, pero nunca perdía una oportunidad de hablar de Bakugo, estaba orgulloso de estar con él.

―Con mi novio y mis mejores amigos, tenemos una cena así cada año. Estoy llegando tarde, así que... ―explicó, esperando que haya captado la indirecta.

La chica se puso roja, mirándole con los ojos en grande tan grandes como una lechuza.

―¡Novio! Er, quiero decir, ¡claro, lo siento, hasta la semana que viene! ―exclamó, poniéndose más colorada que antes.

Kirishima le sonrió, yéndose de allí y comenzando a correr. Debía tomarse el metro, pero primero el bus a la estación. El transporte estaba demorado, y terminó llegando a la casa más tarde de lo esperado. Tenía poco tiempo para prepararse, lo cual significó un gran golpe a su personalidad organizativa. Su ansiedad comenzó a carcomerlo, quería estar perfecto para la velada.

Cuando abrió la puerta se quitó las zapatillas y dejó el bolso en la entrada, caminando directo al baño. Sin embargo, fue interceptado por un rubio que salía de la cocina, delantal puesto y batiendo lo que parecía ser clara de huevo. Le miraba con el ceño fruncido mientras mezclaba con movimientos fugaces, apenas podía verse su mano.

―Te dije que debías teñirte ayer, sabía que no llegarías a hacerlo hoy ―exclamó batiendo, y Kirishima simplemente suspiró, sin responder.

Se metió al baño, se quitó la ropa, encendió la ducha y entró, enjabonándose y lavándose el cuerpo. Apoyó sus manos en la pared, dejando salir otro largo suspiro, cerrando sus ojos y aliviándose cuando el agua caliente caía sobre su piel y músculos.

Estaba dolido. Bakugo ni siquiera le había dado la bienvenida, simplemente le recriminó sobre su cabello, y lo peor es que esas reacciones no eran aisladas, sucedía seguido últimamente. Con el trabajo de ambos, Bakugo como chef profesional y dueño de un restaurante cinco estrellas, y él como entrenador personal, ninguno tenía tiempo para el otro, ya no eran jóvenes como antes, ambos tenían treinta y seis años, y temía que Bakugo ya no sintiera lo mismo. Ya no lo hacían, no se tocaban, ni siquiera se miraban como antes. Se sentía frustrado en todo sentido, Kirishima sentía que de recibir un abrazo de alguien, podría largarse a llorar. Extrañaba ser sostenido con amor o ser recibido con cualquier muestra de cariño. Kirishima amaba a Bakugo, era el amor de su vida, pero sentía terror ante la posibilidad de que el rubio no sintiera lo mismo.

Ya había acabado de bañarse, pero decidió quedarse dos minutos más para pensar, simplemente pensar. Cerró el grifo pasado ese tiempo, y cubrió la parte inferior de su cuerpo con la toalla. Abrió la puerta del baño saliendo al pasillo mientras peinaba su largo cabello, el cual había dejado crecer hasta su cintura. Entró a la cocina con una sonrisa, espiando por encima del hombro de Bakugo.

Lemon Boy © [KiriBaku]حيث تعيش القصص. اكتشف الآن