Epílogo

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Seis años después

Miriam

Desperté en mitad de la noche, me giré y vi cómo Mimi dormía a pierna suelta. Pegué mi cuerpo al suyo y la abracé para volver a dormirme pero el sonido de la puerta de nuestro cuarto abriéndose me dificultó la tarea.

- Mamá. - Dijo una voz llorosa.

Me levanté de la cama intentando no despertar a Mimi y cogí a la pequeña en brazos.

- Mami pero yo quiero a mamá. - Dijo poniendo un puchero.

- Luna, cariño, mamá está durmiendo que trabajó mucho y está cansada.

Pero como era de esperar, lo que empezó como un puchero terminó en un llanto estrepitoso y Mimi se despertó al momento.

- ¿Qué pasa? -Preguntó adormilada.

Luna no tardó en revolverse en mi cuello para que la llevara junto a mi mujer, que abrió los brazos para cogerla.

- ¿Qué haces despierta, hija? Es muy tarde.

- Tuve una pesilla.

- Se dice pesadilla, mi amor. -Reímos las dos. ¿Quieres un poquito de leche y nos volvemos a dormir? -La intentó convencer Mimi.

Luna cedió pero cuando la rubia hizo el amago de levantarse con ella en brazos se negó.

- Tu y yo aquí, mamá. -Se escondió en el hueco de su cuello.

- ¿Vas tú, Miriam? - Me preguntó rodando los ojos.

- Qué remedio. Nueve meses teniéndola dentro para esto. -Dije fingiendo desesperación, haciendo reír a Mimi.

Me dirigí a la cocina y calenté un poco de leche en un biberón que no tardé en llevar a la habitación con la esperanza de que ya se hubiese dormido, pero cuando entré me encontré a Mimi de rodillas en la cama y a Luna echada mientras se deshacía en carcajadas por las cosquillas que le estaba haciendo la rubia.

- Mimi, joder. - Suspiré cansada. - Así no se va a volver a dormir nunca, tía.

- Va, ya paro. - Me respondió. - Venga, ratón, a dormir. - Se dispuso a llevarla a la habitación, pero rápidamente volvió a hacernos un puchero.

- Luna, ¿quieres que mamá y mami nos enfademos? Las niñas grandes duermen en su habitación, cariño.

Quero dormir aquí. - Señaló la cama gritando.

- Verás como despierte a la otra. - Me dijo Mimi.

Mimi se sentó en la cama y sentó a la pequeña en su regazo. Me hizo un gesto para que le pasara el biberón y la miró.

- ¿Quieres tomar la leche, mi vida? - Le preguntó con una paciencia que nunca pensé que la rubia llegaría a tener.

La pequeña asintió y mi mujer le tendió el biberón, el cual agarró con sus manitas y comenzó a tomar.

Cada vez que Mimi interaccionaba con Sara o con Luna sentía una emoción que difícilmente se puede explicar con palabras.

Cuando después de casarnos decidimos formar una familia, fue Mimi, bajo mi sorpresa, la que decidió dar el paso y quedarse embarazada primero, pero el pasado nos sacudió de nuevo y la mala vida que Mimi llevó durante tantos años acabó causándole problemas de fertilidad, por lo que aunque no sería imposible conseguirlo, sí sería más complicado. Tras sopesar la decisión y enfrentar el problema como una pareja unida, decidí quedarme embarazada las dos ocasiones.

Luna nació primero, y casi dos años después llegó Sara. Eran tan diferentes como Mimi y yo, incluso más. Sara era la calma personificada. Estaba a punto de cumplir dos años y prácticamente dormía todas las noches, siempre se estaba riendo y era capaz de hacer reír y alegrarle el día a cualquiera. Luna era más bien todo lo contrario, una mini Mimi que no paraba quieta ni un segundo, dormía bastante mal y tan pronto estaba contenta como montando un escándalo si algo no pasaba tal y como ella quería.

Dos Extrañas En La CiudadWhere stories live. Discover now