On my couch.

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Era una noche muy fría, la habitación de Pieck era iluminada únicamente por la luz de la luna que se colaba por su ventana. 

Estaba sentada en su cama, bebiendo una taza de chocolate caliente mientras leía un libro. Ésto le ayudaba a poder dormir adecuadamente cada noche, así que es lo que solía hacer.

Había comenzado a oír un par de gotas golpear en su ventana, seguida de miles de ellas. Una tormenta se había presentado. Rápidamente se puso de pie para cerrar las persianas y que no entraran las salpicaduras del agua a la habitación.

No parecía que iba a llover. De hecho, no lo había visto en el pronóstico. Fué algo inesperado, pero a Pieck realmente le gustaba sentir la humedad de la lluvia sobre su cuerpo. Tendía a pensar demasiado las cosas, pero cuando se trataba de deseos, era algo imprudente e infantil, entonces a veces cuando oía la lluvia y sentía un impulso de querer sentirla caer sobre su cuerpo, salía a la calle para disfrutar su capricho.

Tras asegurarse de que las persianas estuvieran bien cerradas y prender la lámpara de al lado de su cama, se dispuso a seguir con su lectura, la cual sólo duró unos cuántos minutos.

El timbre de su apartamento sonó, tomándola por sorpresa, ya que era un poco tarde para que alguien estuviera despierto.

A veces sus vecinos tocaban al timbre para pedirle prestado algún que otro objeto, pero jamás lo hacían en aquel horario. Con una mueca incómoda, decidió ignorarlo y continuar con su lectura, y el sonido cesó. Segundos después, un mensaje apareció en la pantalla de su celular, que estaba encima de su mesita de luz.

"No tengo donde quedarme ésta noche, ¿Me dejas pasar?" decía éste. La tomó por sorpresa al leer el nombre de Yelena en el remitente. ¿Qué habría pasado?

Dejó su libro en la mesita de al lado y cogió sus llaves del cajón. Seguidamente se levantó para ir a atender la puerta.

Para su sorpresa, Yelena estaba completamente empapada, tenía unas ojeras demasiado marcadas. Su camisa blanca se transparentaba debido a la humedad, dejando a la vista un sostén negro básico, dándole un aspecto descuidado y sensual.

—No te ves muy bien, ¿Qué ocurrió?—Preguntó Pieck con preocupación.—

—Una discusión. ¿Me dejas pasar?—Hizo una mueca restándole importancia a su propio comentario.—

—Claro.—Abrió la puerta lo suficiente cómo para que Yelena pudiera pasar y cerró nuevamente con llave.—

La más pequeña dejó a Yelena sentarse en el sofá de la sala y fué hacia la cocina para prepararle un chocolate caliente. Era demasiado lista cómo para tragarse que la rubia simplemente había tenido una discusión con su compañero de piso, tenían que hablar.

Volvió a la sala, sentándose al lado de la otra y le tendió la taza de chocolate caliente con una amable sonrisa.

—No tenías que molestarte, ni siquiera me gusta el chocolate caliente.—Respondió sinceramente, haciendo contacto visual con Pieck, quien fué desvaneciendo su sonrisa hasta que le quedó una expresión neutral.—No me mires así, lo beberé porque lo hiciste tú.—Soltó una muy inaudible risa y bebió de la taza.—

—Cuéntame qué sucedió con Zeke.—Esos dos llevaban viviendo un largo tiempo juntos, a veces Pieck los visitaba para llevarles pastel. Claro, eso era una tonta excusa para poder ver a Yelena más seguido.—

Desde que Pieck conoció a Yelena, sintió algo hacia ella que era desconocido. No le había pasado antes con otras mujeres, no planeaba dejarlo salir, pensaba que estaba perdiendo la cabeza. El interés en otra mujer la había desestabilizado, eran un estallido de un montón de mariposas revoloteando por su estómago cada vez que estaban juntas, que tenían cercanía, que rozaban sus cuerpos. Y justo ahora, con ese sostén que su camisa dejaba ver, Pieck sentía que su respiración se atoraba de a ratos, por lo que carraspeaba su garganta intentando tranquilizarse.

Slumber Party || Pikulena.Where stories live. Discover now