Despedida

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CHARLOTTE


—Sí, ma. Ya todo está reservado para esta tarde. Solo estoy limpiando la oficina en la que trabajaba. Ya ves que no me quedó tiempo ayer por estar empacando y vendiendo mis cosas.

—Lo sé, amor. Es solo que no quiero que te deje el vuelo.

—Aún faltan cinco horas, ma. Deja la paranoia.

—Procura estar una hora antes, Charlotte.

—Y marcar mi equipaje, correcto —Reí. —. Te dejo que ya voy a bajar. Deja de estar gastando dinero en llamadas a larga distancia.

—Eres mi hija, Charlotte —Su voz fue intimidante. —. Pero si tanto te molesta que tu madre se preocupe por ti, adiós.

—Ya nos veremos allá. Deja el drama.

Antes de poder despedirme, mi madre me colgó. Se podría decir que mi resentimiento lo saqué en gran parte por ella. Guardé el teléfono en mi bolsillo y tomé la caja que estaba por encima del escritorio.

Le eché un último vistazo a la oficina que, en tan poco tiempo viví tantas cosas. Palabras, movimientos y pensamientos que habitaron en este lugar, más que todo temor, pero al final, fue un absurdo comienzo que habría de marcarme de por vida.

Aún lo recuerdo con alegría.

Salí de la oficina y observé el extenso pasillo. Me pareció ver la sombra de su silueta caminando entre tanta soledad.

—Ya me ha traumado... por Dios...

Empecé a atravesar el pasillo, con calma, mientras detallaba el piso y las paredes hasta llegar al que fue mi escritorio. Mi mirada se concentró sobre la mesa, y un fugaz pensamiento se estacionó en mi mente. Sonreí por última vez antes de adentrarme al ascensor.

Para haber sido mi primer trabajo. Ahora tengo que decir que fue el peor de todos. Nunca pensé que una empresa de tanto renombre podría tener este tipo de comportamientos en ella. Me pregunto si en los demás pisos las cosas serán iguales.

Al abrirse el ascensor, como era habitual, mis ojos se encontraron con la mirada húmeda de Verónica.

El día de anterior, después de haberle presentado mis disculpas a Luca, almorcé junto a Verónica para decirle que me iba del país. Evidentemente ella se alteró al principio, pero después terminó siendo la que compró tanto mi televisor, como armario y cama. Después de todo, se podría decir que se los regalé. Fue un precio demasiado generoso.

—No me hables si no es para decirme que te quedaras. —Desvió su mirada.

—Entonces no podré despedirme de ti.

—Espera, espera —Volteó a verme. —. No te puedes ir así...

Dejé la caja sobre la recepción mientras ella rodeaba el lugar para dirigirse hacia mí. Nunca pensé que llegaría a abrazarme con tanta fuerza.

—Fueron pocos días. Pero me alegra haberte conocido...

—A mí también me alegra haberme percatado de que no eras una psicópata. —Bromeé.

Ayer al pasar toda la noche conmigo, hablamos sobre demasiadas cosas, y entre ellas, le comenté lo que llegué a pensar sobre su comportamiento. Ella me comprendió, después de todo era difícil no pensar en ello.

—¿Por qué te vas tan lejos...? —Me abrazó con más fuerza.

—Porque los irlandeses son altos —Le devolví el abrazo provocando risas en ella. —. No tengo que repetirte que...

Cuando empecemos a serWhere stories live. Discover now