. ONE SHOT .

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Sentía las escamas bajo su tacto, cada una de ellas, con su forma de lágrima, duras y calientes. Disfrutaba de cada segundo, pues no sabía cuando iba a volver a tocarla, su Tyfannis, su dragón. Pues la guerra no dejaba títere con cabeza.
Si los dragones no estuvieran vetados de la guerra, montaría dirección al campo sumiéndose en una tormenta de fuego.
Dos días después montó sobre su cabalgadura, un caballo bayo de más de metro ochenta, crin negra y pelaje mostaza manchado.
El yelmo solamente le dejaba ver dirección adelante, nada de costado, pues en la guerra solamente se debe mirar al enemigo de frente. La última vez que llevó armadura fue años atrás en su décimo quinto cumpleaños, cuando su padre se la regaló: plata engarzada en zafiros, tan azules como los ojos de su dragón. Pues bien sabía ya su padre que la guerra se fraguaba tras las paredes del castillo.

Cuando las líneas de sangre real se fragmentaron en dos, tras el nacimiento de los gemelos, Miras y Samal, nacidos para reinar juntos, pero, incapaces de ello.
Los dos fueron coronados ochenta años atrás del nacimiento de Shelis, casados con dos mujeres de diferentes reinos, con hijos diferentes. Ambas progenies ambicionaban la corona del otro, pero fue para el primer nacido, hijo de Samal, el cual falleció a la edad de diez años en extrañas circunstancias y así ocurrió con los dos siguientes hijos varones, uno de cada, la tercera nacida fue niña, hija de Samal. Apenas había cumplido su noveno aniversario cuando la sangre corrió en sus salones, los reyes, gemelos, se ofuscaron en una pelea espada en mano. Ambos murieron esa noche, hincándose sus espadas hermanas, e injuriándose mutuamente sobre los asesinatos de sus hijos.
La corte se sumió en una temible tempestad, primos y sobrinos deseosos de heredar el reino y con él: oro, tierras, castillos y dragones... Un bando defendió los derechos de Mangat de nueve años, hija de Samal, otros al nonato Pescot, que aún seguía en el vientre de su madre, hijo de Miras.
Mangat estaba ahí ya, lista para llevar una corona sobre la cabeza con su correspondiente regente, pero su maldición fue nacer mujer, y su bendición nacer primera, en comparación a su primo, que, nació seis meses después del inicio de la guerra.
Las guerras fueron subvencionadas por las familias de ambas reinas, duró unos veinte años, hasta que en una treta, Mangat fue secuestrada por unos mercenarios del otro lado del mar; violada y mutilada en algunas partes. Aquello la dejó sin esperanzas de ambicionar al trono: nadie quería a una reina mancillada.
Pescot I ascendió al trono a la edad de diecinueve años, tomó a su prima en la corte para aplacar las malas críticas de sus estratagemas, en las cuales él apenas había participado, pues no era más que el títere de sus partidarios.
Su reinado fue tranquilo dentro de lo esperado, duró veintitrés años, a su muerte dejó una progenie de cinco niñas y ningún varón, todas las miradas se giraron hacia Mangat de nuevo, quien dio a luz a tres varones, bien sanos, engendrados con un señor que ya había enviudado tres veces antes de casarse con ella. Fue un matrimonio sin amor, de mutuo acuerdo, junto al único gran señor que accedió a casarse con una princesa mancillada y desfigurada.
La línea de sucesión volvió a ser disputada, pues todas las hijas menos una estaban ya casadas y con hijos, listos para heredar la corona. La guerra volvió una vez más pero apenas dos años después del comienzo, Mangat, la princesa mancillada murió de causas naturales, o al menos eso es lo que quedó para la prosperidad.
Las siguientes décadas quedarían en la historia como una época de ascensos y descensos de reyes y reinas. La guerra acabó con la boda de un nieto segundo de Samal y una sobrina primera de Miras. Y así ha reinado la paz establecida hasta el nacimiento de la princesa Shelis. Ocurrieron algunas revueltas externas pero ninguna como la que se formó cuando su padre delegó la corona a ella y no a su hijo mayor, casado con la reina Yamas III, nieta segunda de Pescot I, heredera al trono de su ya fallecido padre el rey Jalos VI. El rey había concertado el enlace con la esperanza de evitar revueltas por parte de los descendientes de Samal. Cada dos décadas era costumbre concertar matrimonios entre ambas estirpes.
Su padre, Ramadas IV y su madre Galante III, habían engendrado al rey consorte Carhos , la princesa Shelis y al infante Pescot , el último apenas era un niño de pecho, cuando su hermano les declaró la guerra.
Ramadas meditó durante varias semanas su declaración de estado, su consejo lo apoyó y lo desestimó en contadas ocasiones, pero al final se decidió que para evitar que dos países diferentes, separados por mares acabarán bajo el mando de una única familia, Carhos I no debía heredar la corona. Su hija fue su primera y única opción, algunos grandes señores quisieron nombrar su heredero a alguno de sus sobrinos, pero él alegó que ya habían habido mujeres antes en el trono.

E. S. C. A. M. A. SWhere stories live. Discover now