3.Bienvenida

268 46 24
                                    

6 de enero de 2018

Observo el atardecer de Roma mientras el avión aterriza. Pisar suelo italiano nuevamente me hace regresar a seis años atrás, como si no hubiera pasado el tiempo. Porque ya no vengo de vacaciones escolares, ahora estoy aquí para quedarme.

Al recoger mi equipaje, puedo distinguir un rostro muy conocido para mí.

Sonrío y corro a sus brazos.

—Es bueno verte —expresa Camillo devolviéndome el abrazo— ¿Nuevo color? —pregunta, señalando mi cabello rojo.

—Creo que este es definitivo —contesto.

Él niega con la cabeza.

A lo largo del tiempo me lo he teñido de varios colores. Camillo ha visto varios de ellos al visitar a Bianca. Ellos siguen juntos. Aunque continúan amándose a escondidas, tal parece que lo hacen como el primer día.

—Venga, te esperan en casa —dice mientras nos subimos al auto—. ¿No preguntarás por él? —Inquiere ya en el coche. No emito sonido alguno—. Sé que mueres por saber.

Resoplo.

Me conoce demasiado bien.

—No ha venido —digo finalmente—. Pensé que vendría por mí.

—Ya sabes cómo es Luciano D'Cavalcante: siempre ocupado y...

—¿Frío, taciturno, de pocas palabras? —termino la frase algo frustrada. Sé perfectamente cómo es Luciano y además, desde que es un hombre casado su personalidad de lobo alfa solitario ha empeorado, pero... conmigo siempre ha sido diferente. Esperaba más de él.

—Él te aprecia mucho. Lo sabes, ¿verdad? —añade ante mi silencio. Yo simplemente resoplo y me mantengo en silencio al tiempo que el auto aparca frente al edificio Varone—. Luciano es complicado y siempre lo has sabido.

—Complicado, misterioso, indescifrable... —enumero apesadumbrada. La emoción de mi llegada se ha opacado un poco, como todo en mi vida cada vez que pienso en él—. Demasiadas complejidades para una sola persona.

—¡Vamos, deja de darle vueltas! —me anima antes de abrirme la puerta del vehículo—. Estás de regreso a casa, así que disfruta el día en familia. Ya habrá tiempo para la melancolía y las crisis existenciales.

—Tienes razón. Gracias por recogerme.

Le doy un beso en la mejilla antes de entrar al edificio y subirme al ascensor. Siempre me ha hecho gracia que mi familia tenga un edificio como casa. Es como vivir en un hotel.

—¡Niña! —Grita Antonella al verme.

—Yo también te extrañé, Nella —admito secando sus lágrimas.

—¡Mírate! Te has puesto más guapa todavía este último año.

—Tú sigues siendo más guapa —replico—. ¿Dónde están las personas de esta casa?

—En el despacho de Alessandro —contesta—. Están todos reunidos.

—Gracias, Nella.

El edificio continúa igual, cada mueble sigue en su sitio. De la decoración solo han cambiado algunos jarrones; cortesía del par de revoltosos y sus amigos supongo. Muero por verlos.

Toco la puerta antes de entrar a la pequeña oficina—. Permiso. ¿Puedo...?

—¡Bienvenida a casa! —la familia me recibe un cartel enorme de felicitaciones y una ronda de aplausos.

—¡Mi amor! —Mi padre corre a abrazarme.

—Hola, papá.

—Oh, cariño —me envuelve entre sus brazos. Es tan reconfortante recibir la calidez de mi familia—. Te hemos echado de menos.

Pasión y PoderWhere stories live. Discover now