|6|

441 91 1
                                    

Caminar a su lado se siente extraño, cálido e inquietante. Un nerviosismo se instala en el cuerpo del ruso, como si en cualquier momento fuera a desaparecer de su vera. Podría jurar que aquella leyenda japonesa del hilo rojo estaba materializándose en él, pues no sabía porqué al lado de aquel ángel su mente rebosaba en paz. Parecía que de mitos se trataba el asunto.

—Estás inquieto—comenta el de cresta, mientras se adentran en un camino de arena.

Parecía que aquel "ángel" sabía cómo se sentía y qué pensaba en todo momento, y Volkov no sabía cómo sentirse al respecto.

—Todo esto es muy extraño—frunce el ceño, mirándose la punta de sus zapatos a medida que avanzan.

Podía ver cómo el joven también dejaba huellas a su paso.

—¿Cómo de extraño? —Interroga.

Pronto llegan a un lugar donde la playa se separa en zona de rocas y arena. Inconscientemente, el ruso sigue al contrario hasta la primera, donde no hay nadie.

—¿Siempre piensas tanto las cosas? —Habla de pie, mirando al horizonte.

Entonces, el oceanógrafo le clava la mirada. El mar parecía tranquilo. A su lado, él también lo estaba.

—¿Por qué puedo verte? No soy una alma pura, de eso estoy seguro—Se sentía estúpido formulando aquella pregunta, pero ya no le daba importancia.

No pierde ni el mínimo detalle de cómo se gira para clavar sus bicolores ojos en los suyos de tonalidades frías, y su cuerpo no tarda en reaccionar, enviando un escalofrío que hace erizar toda su piel.

—No, no lo eres—sonríe de lado.

—¿Entonces?

«¿Es un sueño? ¿Estoy muerto?», no podía evitar preguntárselo.

—No estás soñando ni estás muerto, Viktor—da un pequeño paso para estar cerca de él.

El nombrado no entendía nada.

—Yo tampoco lo entiendo—alza su mano, situándola a la altura de su rostro—. Yo no puedo tocar a nadie ni nada, sin embargo...

De nuevo, aquella luz cegadora se hace presente cuando las yemas de sus morenos dedos hacen contacto con la piel de su mejilla. Pero, a diferencia de la otra noche, esta vez no la aparta, sino que deja que el brillo se desgaste hasta que queda uno muy leve. El biólogo sentía que su corazón se iba por su garganta. Todo era tan hipnotizante que no quería salir de allí nunca.

—A ti sí puedo—susurra.

Volkov traga con fuerza, subiendo ahora su mano libre.

—¿Por qué? —Sus dedos cosquillean cuando rozan la cálida piel del de cresta.

Aquel que protegía al pueblo no quería contestar, tal vez por miedo a que Viktor saliera corriendo atemorizado. Pero era la primera vez en su estancia que podía sentir el contacto de alguien, y solo había una explicación para ello. Algo que había estado esperando durante mucho tiempo y, ahora que lo había encontrado, temía perderlo.

—No puedo... —Hace una mueca, susurrando para sí mismo, apartando la mano de su rostro.

El ruso, previendo lo que iba a ocurrir se adelanta a hablar.

—No te vayas, por favor.

No quería sentir de nuevo aquel vacío que se instalaba en su pecho cuando desaparecía. Había quedado completamente prendado de aquel ángel, y no quería buscarle una explicación, se sentía bien sin saberla.

—Lo siento, Vik...

Lo último que puede llegar a ver el oceanógrafo es la leve imagen de su figura, desvaneciéndose. De nuevo había huido.

Take Me Back On The Way. ||AU Volkacio||Where stories live. Discover now