Deja la puerta abierta

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Estoy acostada en la tumbona, a la par que dejo que el sol abrase mi piel. Disfruto de mi lectura, acompañada del olor a brisa marina y del sonido de las olas del mar de fondo. Esto es vida. ¡Vacaciones! Bien merecidas que las tenía. Las últimas semanas han sido a tope. Creo que, si no llegaba la fecha, cometería un homicidio. Buscaría la ventana más cercana y aventaría a mi adorada jefa por ella. Trabajo en una empresa farmacéutica como la secretaria de la presidenta de la compañía. Por lo general, mi jefa es muy buena onda, pero desde que encontró a su marido en la cama con su prima, no hay quien la aguante. Agregándole a que teníamos que presentar el reporte de cierre de ventas del año, decir que estaba de un humor de perros, es quedarse corto. Sin embargo, pudimos completar todo adecuadamente, así que tomé mis amadas y muy planificadas vacaciones.

No me arrepiento de haber elegido Isla Margarita como el destino de este año. Es la mayor de las islas del Caribe venezolano. Su nombre se debe a que cuando Cristóbal Colon la descubrió en 1498, encontró muchas perlas, por lo que la denominó Margarites, que en griego significa "perla", por ello es la Perla del Caribe. Vivo en Maracaibo desde hace unos 15 años, aunque nací en Caracas. Me he propuesto recorrer lo que pueda de mi país para conocerlo mejor, no obstante, en esta ocasión tenía muchas ganas de playa. Así que, por su clima tropical seco, su radiante sol, con sus extensos kilómetros de arena blanca y agua color turquesa, hicieron que esta fuera mi elección. Lo único malo de todo esto, es que esta es nuestra última noche en la isla.

—Nay, ¿no piensas soltar ese libro ni en la playa? —dice Penélope sentándose a mi lado. Ella es mi mejor amiga y confidente, así como también mi cómplice de aventuras. Ambas de tez clara, pero ella tiene su cabellera negra y la mía es rubia.

—Déjame tranquila, chama. Estamos aquí para disfrutar y yo ahora quiero broncearme un poco más. Estaba casi transparente después de tanto encierro, y quiero que al llegar, de lejos se note que esta rubia estaba en la playa. Aunque no quiero parecerme un camarón. —Me giro en la tumbona para ahora broncear mi espalda.

—Ay, Nayara. Ya te has bronceado lo suficiente. Además, debemos aprovechar las últimas horas en este paraíso. La rumba de esta noche será épica. Y espero que esta noche consigamos unos galanes para coronar, porque ya estoy harta de nuestra sequía. —Me carcajeo con su frustración, por lo que me golpea el brazo y me fulmina con la mirada.

—¡Haya paz, santa virgen Penélope! —Ahora me pellizca—. ¡Ouch! ¡No hagas eso! —me quejo—. Sé que deberíamos darle un poco de acción a nuestras camas, para eso alquilamos habitaciones individuales, pero es que no he encontrado nadie que me llame verdaderamente la atención. Así que deberemos emplearnos a fondo para terminar con nuestra sequía.

—¡QUÉ NO HAS ENCONTRADO NADA QUE TE LLAME LA ATENCIÓN! Estás loca, de remate, de veras que sí, chama. ¿Y el morenazo con el que te morreaste anteanoche?

—Pues sí, precisamente, ese me quería hacer una inspección de la campanilla con la lengua, lo que fue muy asqueroso, ya que su aliento era una combinación de cebolla con queso podrido. Lo que tenía de bueno, definitivamente, lo tenía de cochino —digo poniendo cara de asco, mientras Penélope no puede aguantar la risa.

Deja la puerta abiertaWhere stories live. Discover now