Capítulo 1

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1965
Limerick, una pequeña ciudad irlandesa rodeada por verdes prados y castillos medievales. Con una leyenda muy conocida en todos los lugares del mundo. Un tesoro antiguo, escondido en una iglesia, en la iglesia de St. Marie.
Muchos hombres valientes han intentado ir hasta allí y buscarlo, pero nunca con éxito alguno. La existencia de aquella leyenda llegó a manos de nuestra protagonista femenina. Gianna. que maravillada se dirigió allí, eso ocurrió cuando ella tenía casi diecisiete años. Casi al llegar se hizo con las calles, con su gente, formando una de las mafias mayores de la ciudad.
Ahora con sus veintidós, era la reina del lugar y Limerick era su reino que controlaba a su antojo. Pero, como toda persona tenía su enemigo, su enemigo principal era Pawel Kowaski, un muchacho de diecinueve años que manejaba la mitad de la ciudad y era el jefe de otra de las mafias mayores de allí.
Pawel, había llegado un mes después de la chica, cayó muy bien entre la gente de las calles que hasta muchos que iban con Gianna, la traicionaron y se fueron a su bando. Esto a la chica no le gustó nada e inició una guerra contra él. Cada vez que hacían un asalto o algún robo, intentaba adelantarse ella.
Pero hay un sitio donde las disputas desaparecían, el pub O'Higgins. Donde todo tipo de gente se encuentra a emborracharse y a pasar un buen rato.
Una noche, tres chicas entraron, una de ellas, Gianna, que entró con sus dos chicas de confianza.
Pawel, que se encontraba allí con varios chicos echando unas risas, se fijó en ella, pero luego apartó la mirada y se metió de nuevo en su conversación.
Gianna al pasar, escuchó la conversión y aposta se sentó en un sitio cerca de ellos.
—Hay que ir a por ese tesoro. -dijo uno de los chicos que estaba con él.
—Mañana lo prepararemos todo. -dijo Pawel decidido.
Gianna al escucharlos empezó a reírse con fuerza haciendo que ellos la mirasen.
—¿Y a ti que te pasa imbécil? -le dijo un chico.
—Ya he intentado buscar ese tesoro y no hay nada.
—¿Quién ha dicho eso? -preguntó Pawel. -Puede que hayamos buscado mal. Pero, al caso, lo encontraremos nosotros primero.
—Si claro. Lo encontraremos nosotras.
—¿Vosotras? ¡Las chicas a fregar! -dos de los chicos se rieron.
Gianna enfadada se levantó y les apuntó con una pistola. Todos se callaron.
—Decir eso otra vez y os vuelo los sesos idiotas.
—¡Oye, en mi bar nada de pistolas ni de sesos volados! -gritó el chico que se encontraba detrás de la barra.
Gianna les sacó el dedo medio y salió del bar con sus amigas.
La carrera por el tesoro había comenzado.
Gianna muy enfadada se dirigió hacia una fábrica abandonada donde siempre se reunían.
Abrió la puerta y vio a sus aliados trabajando en varias cosas.
Se acercó a una mesa y pegó un golpe que se escuchó fuerte haciendo que todos parasen de hacer lo que hacían y mirasen a la chica.

—¿Conocéis la leyenda de St Marie? -dijo enfadado.

Pawel se dirigió hacia la biblioteca de la ciudad al día siguiente. Cogió todos los libros que encontró sobre St Marie y se los llevó hasta el sitio donde se escondía él y su mafia.
Le dio un libro a cada uno, pero algunos le miraban con cara rara ya que casi la mayoría no sabían leer.
—¿Y qué hacemos con esto? - responde uno de sus aliados.
—Investigar sobre St. Marie. Si no sabéis leer, id e informaros de algún lado. Tenemos que ir a por ese tesoro, cueste lo que cueste. ¡Venga ir!
Casi todos se levantaron y salieron del sitio. Algunos se quedaron allí, ya que si sabían leer. Pawel cogió varios libros y empezó a leer.
Se quedó maravillado al conocer la historia verdaderamente e impresionado por la cantidad de gente que iba a por ella. Aunque nadie sin éxito alguno la encontró.
—¿No crees que es una tontería intentar buscar el tesoro? -le preguntó uno de los chicos que había allí a Pawel. -Nadie ha encontrado aquel tesoro.
—Pero podríamos ser los primeros. Solo hay que investigar bien.
—¿Sabes algo de Bellucci?
—Bellucci se ha enterado y quiere hacer competencia.
—Bellucci no lo podrá encontrar. No es tan lista.
—No te creas. Ella es muy lista. Por eso hay que tener cuidado con ella.
Entonces Pawel tuvo una idea. Se levantó rápidamente, cogió una grabadora y llamó a un chico.
—Quiero que seas un topo.
—¿Dónde?
—En la mafia Bellucci.
—Pero ¿estás loco? - dijo asustado. -Me matarán si me descubre.
—Pues te jodes. Cada noche vendrás y me darás lo grabado. Para ver qué hacen. Y podernos adelantarnos a ella.
Le dio la grabadora y le acompañó hasta la puerta.
—Mañana por la noche nos reunimos de nuevo. Suerte y que no te pillen.
Empujó al chico fuera y le cerró la puerta detrás de su espalda.
El chico algo asustado se dirigió hasta la fábrica donde se encontraba Gianna y su mafia. Antes de tocar a la puerta, se guardó la grabadora entre su ropa y tocó a la puerta.
Escuchó a gente hablar y unos pasos que se acercaban.
La propia Gianna abrió la puerta y el chico tragó grueso.
Gianna le miró de arriba abajo y cruzó los brazos esperando a que el chico hablase.
—He venido a contar cosas sobre Pawel.
Gianna no se lo pensó dos veces y agarró al chico de la camiseta y le atrajo hacia dentro. Miró alrededor y cerró la puerta. Odiaba a Pawel con toda su alma y quería sacarle todos sus trapos sucios y ganarle. Quería encontrar el tesoro antes que él.
Gianna pidió silencio y miró al chico de nuevo.
—Habla.
El chico empezó a decir alguna cosa sobre Pawel. Había cosas que se inventaba, pero alguna verdad la metía entre medias para que no sospechase. Gianna escuchaba atentamente, estaba contenta por las cosas que escuchaba y anotó varias cosas. Gianna se acercó a él.
—Bienvenido al club -dijo Gianna entusiasmada.
Le tendió la mano y él se la estrechó.
El chico se había hecho con Gianna.

La Caza de St. MarieDonde viven las historias. Descúbrelo ahora