Capítulo 24

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"¡Ah..¡"

"¡¿Te estás quieto?!"

"¡Es que escuece!" exclamó

"Así funciona esta crema."

"Pues yo reclamaba."

Le eché una mirada seria.

"Ya está, ya te puedes poner las botas."

"Uf, el frío me está matando. Casi ni siento la cara." dijo calzándoselas

"Ni siquiera tenías la mitad de ampollas que tenía yo y aún te quejas, en fin, sigamos." dije levantándome

Nos fuimos de la zona de los pequeños árboles en los que nos habíamos parado para echarnos la crema. Se pudo notar una mejora bastante rápida, ya casi no me dolía al andar y podríamos ser más ágiles si la situación lo requería. Decidimos ir al lago grande para rellenar la cantimplora y poder beber algo por fin.
Después de unas horas logramos encontrarlo, no sin antes recorrer varios kilómetros sin éxito. Volver allí hacia despertar mis instintos precavidos y me puse aún más alerta, agarrando con fuerza la funda de las dagas. Avanzamos de entre los árboles hasta llegar a la orilla del lago congelado en el que Zád hizo un agujero con el cuchillo que le había dado, para yo después llenar la cantimplora de agua helada. Le dio un trago grande, a pesar de su gélida temperatura, cosa que me hizo volver a tener que rellenarla. Cuando nos íbamos me paré en seco frente al agua congelada, creí ver una cosa proveniente de debajo del lago, una pequeña sombra borrosa que yacía tras las capas del hielo.

"¿Qué pasa? ¿Has visto algo?" me preguntó Zád al ver que me quedaba parada

"No es nada, vámonos de aquí."

                                  [...]

Llegamos a una llanura inmensa de nieve rodeada de árboles prominentes que cubrían el horizonte. Decidimos buscar un sitio en el que asentarnos ese día, pero no iba a ser en un sitio tan despejado como ese. Avanzamos hasta entrar al bosque de los árboles altos, que tenía arbustos y ramas en el suelo, cubiertas de nieve. Ese sitio era perfecto, parecía estar apartado lo suficiente del centro de la arena, la Cornucopia, así que decidimos buscar una zona donde pasar la noche, aunque aún fuera de día. Encontramos unos troncos grandes en el suelo, rodeados de maleza junto a unas rocas pegadas a un árbol. Empezamos a quitarle la maleza a los troncos, cortándola con los cuchillos, hasta deshacernos de ella. Zád se ofreció a cortar con su hacha uno de los troncos para poder sentarnos en ellos y accedí.
No le había visto antes usar su hacha más que para un arma, y ver cómo sacaba partido de la especialidad de su distrito hacía sentirme más cerca a él y a su hogar. A cada hachazo que daba, cuando la madera se cortaba más y más, sus suspiros a cada corte, hasta que el tronco se dividió en dos partes.
Le despeiné el pelo con la mano en símbolo amistoso y le dije que me ayudara a moverlos. Levantamos uno cogiéndolo cada uno por un lado para llevarlos hasta el otro árbol e hicimos lo mismo con el otro poniéndolo a su lado.

"¿Sabes algo de dónde puede estar alguien más?" le pregunté mientras alzábamos el tronco

"No, no me he encontrado con nadie aparte del 6. Pero probablemente los Profesionales tengan una 'base' en algún sitio, tal vez en la Cornucopia."

"No creo, es un sitio demasiado abierto y carece de muchas fuentes de alimento sin ir lejos. Puede que estén cerca, pero no justo ahí. En las montañas no pueden estar porque se aplica lo mismo, demasiado apartado." añadí dejando el tronco en el suelo

"Quizás estén en una parte desconocida para nosotros, este sitio es muy grande y hay zonas muy similares a otras."

"Puede que tengas razón." suspiré "También me preocupo por Pandora y Rea, se supone que nos íbamos a aliar e íbamos a estar juntas."

"Tranquila, por ahora sabemos que están vivas y seguro que han estado escondiéndose en alguna parte."

"Es que, no sé por qué estamos aquí..." empecé a llorar cayéndome al suelo "No lo entiendo..."

"Venus, eh, eh." dijo Zád agachándose a mi lado "Escúchame, yo me hago la misma pregunta a cada minuto que pasa. Mírame, no estás sola en esto, aunque ahora no estés con ellas estamos juntos, ¿no me ves?"

Lo miré a sus ojos verdes como esmeraldas antes de que otra lágrima cayera por mi rostro.

"Te prometo que encontraremos a Pandora y a Realith donde quiera que estén..." me abrazó con fuerza "Sé lo importantes que son para ti."

"Gracias..." lo abracé de vuelta

Me agarré a sus brazos, procurando no tocar su herida reciente y apoyé mi cabeza sobre su hombro derecho. Olía a una mezcla de abeto fresco y su pelo desprendía un aroma a madera recién cortada. A pesar del frío intenso del ambiente me envolvía una calidez que me hizo sentirme de la mejor manera desde que estaba en la arena, mis lagrimas recorrían mi cara hasta llegar a su chaqueta que las recogía una a una. Su mano descansaba detrás de mi cabeza, con los dedos entrelazados en mi pelo castaño, y la otra aguantaba el hacha apoyada en la nieve.
Ahí me había olvidado de todo lo que estaba pasando en aquel momento, sangre, jóvenes inocentes siendo masacrados, espectadores disfrutando de esta pesadilla que son los Juegos del Hambre, en los que yo me encontraba. Solo me acordaba de Zád y de él preocupándose por mi, abrazándome allí mismo, como si nada más importara.
Pero entonces la realidad me pegó en la cara destruyendo ese momento. Reaccioné apretándole más fuerte con los brazos y sorbiendo la nariz, al lo que respondió abrazándome de nuevo.
Aparté la cara de su hombro y lo miré a la cara, yo estaba ahí tirada en el frío suelo que me helaba la piel a través de los pantalones, con la cara roja de llorar. Y él agachado consolándome probablemente siendo grabados por alguna cámara oculta en los alrededores.

"Gracias, Zád."

"Gracias a ti, porque sin ti ya estaría muerto." suspiró

"Eso me hace sentir mejor." dije reincorporándome "Siento esto, no estamos en momentos para eso."

"No te disculpes, al contrario." exclamó

DESTINO | Los Juegos del Hambre ❥Where stories live. Discover now