Una noble insurgente

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—Giselle Albani, de la casa principal de los Dos-Sicilias.—la azabache torció los labios, reacia a ser llamada tan expresamente con aquellos renombres tan largos y hostigantes de su familia opresora. Él no se detuvo ahí.—haz heredado el porte entonado de tu persistente padre, algo inusual en una dama con ese apellido.

La imponente presencia helada del capitán de las Águilas Plateadas podía ponerle los pelos de punta, pero no precisamente por su imagen de poder intimidante, sino por algo tan desconcertante como su mirada.

Esos ojos afilados era una de las pocas cosas que podrían doblegar a la tenaz mujer de ojos carmesíes.

—Es muy impertinente de su parte tacharme tan repentinamente de soberbia como Marcus Albani—.respondió, sin desdoblar sus brazos ocultos bajo las capas de unvestido exquisito que combinaba con los ojos a la perfección. Su cabeza en alto y la perfecta postura de su alargada espalda descubierta, le daba todo el aire de superioridad que un noble se caracterizaba por portar con más extravagancia que otros. Simples superficialidades para ella.—Hombre prudente y callado eres, Nozel. ¿Acaso decidiste exhibir tu lado indiscreto en mi presencia?

El hombre, de mucha más estatura que ella, dejó de dar vueltas a su alrededor. Se detuvo y de brazos cruzados. Frívolo. Se apoyó con elegancia en el marco de la puerta blanca.

La música y las risas se oían a lo lejos, recordándoles que seguían en el baile real del palacio de los Kira, la familia real que hoy tenía a su primogénito dirigiendo al Reino del Trébol. Giselle no portaba su caracteristico manto rojo que la identificaba como un león carmesí, en cambio, portaba un extravagante vestido del mismo color que se acoplaba a la imponencia de su figura. Una auténtica hija de la belleza antigua de los más nobles parientes del reino. 

Su vestido rojo oscuro, tan largo como para cubrir largas piernas lechosas, sin escote y suelto con estilo de manto que incluso le cubría los brazos. Lo único temerario de esa pieza de seda era la espalda descubierta, la cual dejaba en evidencia una larga cadena horizontal de oro y que hacía contraste con la piel blanquecina de su espalda adornada de marcas doradas, dignas de admirar. El pequeño botón de león que cargaba en su pecho no era nada comparado al majestuoso dragón dorado que marcaba la curvilínea espalda de dicha mujer de la realeza.

La hija rebelde de la realeza.

A pesar de eso, Giselle Albani no podía pasar fácilmente por una persona cualquiera retirada o expulsada de la nobleza, ya que la belleza exótica, procedente de un linaje real, la hacía resaltar sobre cualquier mujer o musa común del rey, y era algo que circulaba por su sangre. Un asunto que ni el más terrible de los exilios evitaría que surgiera y se mantuviera en la esencia de su ser. 

—Si hablamos de indiscreción debo admitir que su persona ha superado todo límite de este término—ella no giró la cabeza. Él ahora estaba muy cerca como para soportar el aura de hielo que desprendía de su imponente figura. Lo sentía.

—¿Por qué lo dice?—preguntó. Su estómago revolviéndose del ligero temor a esa respuesta.

Maldijo el momento en el que decidió separarse de los demás para aventurarse en los largos pasillos del palacio.

La puerta se cerró, seguido de un viento que corrió su cabello largo y lacio hacia atrás.

—Así que no lo sabe.

Silencio.

El corazón le palpitaba repetidamente y cada vez más rápido.

—Dígame, señorita Albani—su cuerpo no se movía. A duras penas parpadeaba y respiraba, incluso con dificultad.—¿es usted una libidinosa frustrada?

UNITED. [Nozel Silva]Where stories live. Discover now