C U A T R O

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Mis manos temblaban y podía sentir el sudor corriendo mi frente mientras sentía su mano intentando cortar mi respiración

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Mis manos temblaban y podía sentir el sudor corriendo mi frente mientras sentía su mano intentando cortar mi respiración. Traté de patalear pero su presión en mi cuello me dejaba sin aire. Quería gritar pero no podía, todo estaba atascado en mi garganta.

—¿Dónde está la tarjeta? —preguntó.

Noté su mandíbula apretada a pesar de la penumbra y pude divisar como unos cuantos cabellos rubios tapaban una parte de su rostro. Si no fuera porque me estaba ahorcando hubiera usado las palabras de Savannah.

—No... puedo...

—Si no la dejas respirar, no te dirá nada.

Al fondo del callejón escuché a alguien pero en cuanto iba a voltear para ver a quién pertenecía la voz, el hombre rubio ejerció más fuerza sobre mi garganta haciendo que empezara a sentirme mareada.

—Te he dicho que la sueltes —pidió la voz del desconocido con cansancio y escuché que avanzaba unos cuantos pasos adentrándose el callejón.

De pronto, sus pasos se detuvieron y entonces vi que el rubio había sacado su arma y le apuntaba para que se alejara.

—Vete de aquí antes de que decida hacerte un hueco en la cabeza.

—No podrás hacerlo —respondió con voz firme.

Sentí como el agarre en mi garganta disminuía su fuerza dejándome atrapar un poco de aire.

—Tú no me dirás qué puedo o qué no puedo hacer.

—Yo no pero los gerentes sí.

El hombre gruñó e inmediatamente me soltó haciendo que cayera en el suelo. Intenté recuperar el aire que me faltaba y empecé a toser.

—Dale la tarjeta —dijo el desconocido.

Mientras intentaba llenar mis pulmones de aire nuevamente, volteé a ver a la silueta oscura que estaba a poco de distancia.

—¿Ah?

—Que le des la tarjeta. —Escuché como el seguro del arma del rubio se desactivaba tensándome por completo—. No tienes permiso de hacer eso así que bájala ahora mismo.

—Claro que tengo permiso.

—Muéstrame el código y dejaré que lo hagas.

—Ella estuvo en La Fábrica —espetó.

—Y por eso mismo digo que no es tu trabajo. Sé que estás en el grupo de Carrie y si no quieres que te sancionen será mejor que me hagas caso. —Los miré atenta, sin entender nada de la conversación—. Dale la tarjeta. —Me volvió a pedir.

Sin querer más problemas empecé a buscar desesperadamente en mi chaqueta la tarjeta que Hana había hurtado y la extendí con mi mano temblorosa para que el tipo la tomara. Él me la arrebató.

La fábrica de los secretosWhere stories live. Discover now