ɴᴀɴᴀᴍɪ ᴋᴇɴᴛᴏ (ɪɪ)

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ɴᴏᴄʜᴇ ᴇꜱᴛʀᴇʟʟᴀᴅᴀ |星が輝く夜

ꜱᴇɢᴜɴᴅᴀ ᴘᴀʀᴛᴇ ᴅᴇʟ ᴏɴᴇ-ꜱʜᴏᴛ ᴀɴᴛᴇʀɪᴏʀ.

El alegre cantar de los pájaros, los rayos solares atravesando poco a poco la ventana

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El alegre cantar de los pájaros, los rayos solares atravesando poco a poco la ventana... Signos de una mañana con ambiente primaveral, sin alguna duda.

Poco a poco fui cobrando consciencia, dando por finalizado mi sueño. Sin embargo, me acurruqué de nuevo mientras cambiaba de postura, con intención de volver a caer en los brazos de Morfeo. Por desgracia, esto no fue posible.

Alcé con pesadez mi brazo hasta la mesilla para ver qué hora era: las 7:00 a.m de un domingo.

Maldije hacia mis adentros hasta que, de repente, me percaté del sitio en el que me encontraba. Al instante recordé todo.


Había pasado la noche en la habitación de Nanami. Giré hacia mi derecha, apreciando una hermosa vista del rubio profundamente dormido. Vestía solamente una camiseta y sus bóxers, mientras que yo lucía mi cuerpo con tan solo un bonito conjunto negro de ropa interior.

Todo lo que pasó anoche... Fue mágico. Recuerdo a la perfección su rostro decorado por una expresión placentera alumbrada por la luz de la luna. Inconscientemente, una sonrisa se dibujó en mi cara.

Hace tres meses que nos conocimos y, ha decir verdad, desde el primer momento sabía que mi relación con él iba a ir bien. Sentí una especie de conexión que nunca había sentido con ninguna otra persona.

Me acerqué al rubio hasta quedar a unos pocos centímetros de él. Se veía tan guapo durmiendo...

Su cabello despeinado delataba lo que sucedió ayer, al igual que el mio, supongo. Quise peinar su cabello de nuevo a pesar de que se veía jodidamente tierno así, es decir, sin su habitual aspecto serio con su vestimenta y cabello perfecto.

Comencé a acariciar con lentitud y suavidad sus hebras doradas. Eran finas y delicadas. Me satisfacía poder tocarlas mientras podía apreciar su serena expresión.

Nanami no tardó en abrir sus ojos al sentir mi tacto.

—Buenos días... —saludó.

Estaba tan ensimismada en su cabello que al principio no me percaté de su despertar

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Estaba tan ensimismada en su cabello que al principio no me percaté de su despertar.

—Perdón, te he despertado. —me disculpé mientras mis mejillas se tornaban a un color rojizo y apartaba la mano de su cabello.

—No te preocupes. —se estiró un poco. —Debería ir vistiéndome, tengo que trabajar. —

—¿Trabajas un domingo? —pregunté mientras me incorporaba para quedar sentada en la cama.

—Tengo una misión hoy, para un hechicero da igual si es fiesta o no. —

El mayor se levantó de la cama, yendo hacia su armario para ver qué podría ponerse.

Aprovechando que estaba de espaldas a mi, me levanté de la cama y me dirigí hacia él dispuesta a darle un abrazo desde su parte trasera.

Este inesperado gesto no produjo quejas por parte del chico, al contrario. Sentí que una de sus grandes manos se posaba encima de las mías, las cuales descansaban en su pecho reforzando el abrazo.

—Buenos días. —dije yo esta vez.

Nanami deshizo nuestro agarre al posicionarse cara a cara junto a mi. No esperó ni un segundo más y comenzó a besarme de manera tierna al principio, pero yo fui la encargada de que ese beso se tornara algo más lujurioso.

Sus fuertes manos acariciaban mi cintura y espalda, mientras que yo me aferraba a él rodeando mis brazos en su cuello, reforzando aún más el contacto. Tras unos minutos, me separé del beso exhausta.

—Tengo que irme, no quiero llegar tarde... —dijo él algo apenado mientras me soltaba.

—No te preocupes, será mejor que no te moleste. —no quería interrumpir sus labores.

—Lo siento, de verdad. —se disculpó. —Me gustaría quedarme contigo. —

Parecía un tomate en esos momentos. Cuando Nanami me dedicaba simples pero dulces palabras como esas mi corazón daba un vuelco.

Los dos nos vestimos y, pasados unos quince minutos, Nanami me acompañó a casa ya que le caía de camino hacia su trabajo.

—La noche ayer era muy estrellada... —rompí el silencio entre nosotros.

—¿... Lo era? —preguntó el chico, provocando una gran carcajada en mi al percatarme de que no se había fijado ni en el cielo de la noche, testigo de nuestros actos.

 Lo era? —preguntó el chico, provocando una gran carcajada en mi al percatarme de que no se había fijado ni en el cielo de la noche, testigo de nuestros actos

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ᴏɴᴇ-ꜱʜᴏᴛꜱ [ᴊᴜᴊᴜᴛꜱᴜ ᴋᴀɪꜱᴇɴ x ʀᴇᴀᴅᴇʀ]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora