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Sunoo iba pasando por la acera de una cafetería con repostería fina cuando observó aquel letrero tan gentil a la vista del público

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Sunoo iba pasando por la acera de una cafetería con repostería fina cuando observó aquel letrero tan gentil a la vista del público.

El aroma de las galletas de mantequilla recién horneadas que tanto le encantaban invadía sus fosas nasales con intensidad, y la idea de sólo comerlas acompañadas de un delicioso chocolate, provocaron que su estómago y mente le exigieran entrar y comer al menos una de ellas.

"La comida no se le niega a tu estómago", eran las palabras que sus padres siempre le repetían cuando iba de visita a casa en Gwangmyeon, pero lo había aprendido muy bien, así que, aunque estuviese solo en Seoul, nada le impediría continuar con aquella regla de oro, no importaba si tenía que mentir para comer las deliciosas galletas, él lo haría. Fingiendo estar triste, se dio prisa hasta el mostrador y por fin realizó su orden.

-Entonces, un chocolate frío de tamaño grande para llevar, ¿cierto?- Preguntó un jovencito bien parecido aún más alto que él, el cual parecía un príncipe por sus increíbles proporciones corporales, Sunoo sólo asintió. -¿Me puede proporcionar su nombre? En unos momentos llevaremos su orden hasta la mesa de espera.-

-Kim Sunoo, por favor y gracias.- El joven apuntó su nombre en un vaso con un marcador permanente.

-Son 1,500₩.- El más bajito pagó y asintió con cara de tristeza mientras soltaba un suspiro. -Su orden estará lista pronto.

Sunoo caminó pesadamente hasta una mesa con vista hacia el exterior y al llegar ahí recostó su cabeza sobre la superficie haciendo un enorme mohín, quien lo viera pensaría que estaba deprimido, pero esa era su artimaña para obtener esas galletas sin pagar ni un sólo peso, pues además de ser deliciosas, si las pagaba, su presupuesto en ese momento se vería afectado.

Algunos minutos más tarde, el jóven que tomó su orden la llevó hasta la mesa donde se encontraba el pequeñito y simplemente lo nombró, sin embargo parecía que aquél muchachito mañoso estaba sufriendo, por supuesto que sufría, pero era de hambre y sorprendentemente eso le ayudaba a mejorar su actuación, mientras el de cabellos negros tuvo el atrevimiento de sentarse frente a él por la preocupación.

-Disculpe, noté que está muy decaído, ¿todo bien?- Preguntó con delicadeza mientras le observaba girar su rostro.-

-Honestamente, no, pero así es la vida, hay días buenos y también malos, hoy es uno de esos días malos.- Sorbió de su chocolate muy lentamente y suspiró con pesadez.- Muchas gracias por preguntar y por traer mi orden.

-Perdone que sea entrometido, pero, ¿le duele el corazón?- El solecito asintió con ese lindo puchero de nuevo y aquél príncipe se levantó con prisa. -Un momento, por favor.

Literalmente corrió hasta el mostrador y en una pequeña bolsita con el nombre de la tienda, colocó seis galletas de mantequilla con delicadeza, el mañoso, al observar tal escena notó que había logrado su objetivo inicial más fácil de lo que imaginó, y celebró internamente. El más alto regresó hasta donde el muchacho "triste" y le entregó la bolsita.

-Esta semana estamos obsequiando galletas de mantequilla a quiénes tienen el corazón roto, espero que estas galletas le ayuden a sanar su corazón.- Sonrió ligeramente y cuando se retiraba, Sunoo habló.

-Muchas gracias, esto es muy lindo de parte de ustedes.- El chico volteó y amplió su sonrisa, la cual era bastante linda, tanto que cautivó a Sunoo y se arrepintió por haber mentido. -¿Cuál es su nombre?

-Mi nombre es Park Sunghoon, estoy aquí para servirle.- Hizo una reverencia y regresó al mostrador seguramente a hacer un inventario o algo por el estilo.

Sunoo tomó su chocolate y la bolsa de galletas, posteriormente salió de aquél lugar con una enorme sonrisa. Mientras caminaba se maldijo por engañar a aquél jóven tan lindo, su corazón estaba acelerado, tal vez fue por esa sonrisa tan preciosa, al menos ahora tenía una buena excusa para regresar los días siguientes.

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