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3. "Tolle eam in domum suam":
llévatela a casa.

CAPÍTULO 12 - "El Primer Encuentro"

Faith

Habían pasado exactamente veinticuatro horas desde que Harry se fue.

Una de sus parcas le avisó que habían encontrado a Lilith. Muerte se enfureció y en un chasquido de dedos me regresó a mi cuerpo, a la realidad, a mi habitación. Solo me dijo un: "ya vuelvo, iré por esa perra" y se esfumó de mi presencia.

Intenté distraerme avanzando algo de tarea de la universidad hasta que mamá regresó a casa con Jordan. Ellos traían un almuerzo más decente del que fue el que Harry y yo tuvimos: palomitas de maíz. No fue una comida alegre, pero la conversación fue agradable. Mamá nos dijo que no quería hacer un velorio, la abuela nunca quiso uno, por lo que solo la enterraríamos.

Así que aquí estábamos ahora, en el cementerio. Algunos tíos, hermanos de mi papá y uno que otro primo también habían venido. Jordan me tenía abrazada de los hombros mientras que el pastor Kayden finalizaba con la ceremonia.

—¿Quieres ir a tu casa? —me susurró, sabiendo que mi hogar estaría repleto de personas en menos de una hora y yo quería estar sola—. Podemos ir a otro lado, si quieres.

Lo pensé. Por un lado quería estar con mi familia, pero sabía que con ellos me deprimiría. La verdad, no estaba tan triste sabiendo lo que sé sobre la muerte. Mis tíos y mi mamá no lo entenderían.

—¿Podemos ir por un café o algo así? —pregunté débilmente.

Una suave y comprensiva sonrisita iluminó su rostro. Él me asintió una vez antes de regresar su mirada a la lápida de mi abuela, persignarse, y empujar mi espalda delicadamente invitándome a avanzar. Le di una última mirada al gran cuadro con una foto sonriente de mi abuela rodeado de rosas blancas. Me aferré del antebrazo de mi amigo y juntos empezamos a caminar hacia la salida del cementerio.

—¿No tienes turno en el trabajo hoy? —inquirió mientras introducía su mano libre en el bolsillo de su gran saco negro. El viento helado golpeaba nuestros rostros y me dolía la nariz del frío que hacía. Mis botas y sus botines crujían contra las piedras del estacionamiento a la vez que nos aproximábamos a su camioneta.

—Sabina me está reemplazando —contesté sin darle importancia—. Volveré el lunes.

Sin sacar su mano de su bolsillo, él desbloqueó su camioneta gris brillante. Me abrió la puerta de copiloto primero y, cuando yo entré y me acomodé, la cerró para bordear el auto y entrar a su lado de piloto. Nuestras manos se frotaron una contra la otra dándoles calor con ayuda de nuestro aliento. Al darnos cuenta que hicimos lo mismo al mismo tiempo, reímos tontamente.

—¿Dunkin Donuts? —dijo enarcando una ceja con diversión, prendiendo el motor.

Asentí frenéticamente queriendo saborear ya las donas y el café. Hasta antes de que llegara Harry a mi vida, no había un solo fin de semana en el que Jordan y yo no saliéramos o pidamos delivery de Dunkin Donuts. Era nuestro placer culpable.

—J, ¿y ese anillo? —solté sin pensarlo al darme cuenta de un anillo plateado en su dedo anular de su mano izquierda, sobre el volante.

—Oh —murmuró frunciendo su ceño sin dejar conducir—, lo encontré hace días en mi habitación, seguro lo perdí hace tiempo.

En cualquier momento eso me hubiera parecido algo casual, pero con todo lo que pasa a nuestro alrededor últimamente, hasta el mínimo detalle era muy importante.

La Excepción De La MuerteDonde viven las historias. Descúbrelo ahora