Capítulo 2: No son como nosotros

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If this is to end in fire

        Then we should all burn together

                                                                          Ed Sheeran

Thorin dejó la carta sobre su escritorio tras haberla leído por quinta vez, aquella última en voz alta, y devolvió la mirada a las tres figuras que quedaban frente a él

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Thorin dejó la carta sobre su escritorio tras haberla leído por quinta vez, aquella última en voz alta, y devolvió la mirada a las tres figuras que quedaban frente a él. Graella, Dís y Herena lo observaban con los ojos impregnados de preocupación.

—Entonces, ¿no dice nada más? —inquirió la reina con el ceño fruncido—. ¿Tan solo que debes enviar a un puñado de emisarios para un concilio?

El monarca asintió, pero su hermana no tardó en hacerse oír: —Pues yo no me fío de esos Shirumund ("lampiño" como forma despectiva de decir "Elfo"); ¿debemos simplemente enviar a nuestra gente por orden de un señor extranjero, sin conocer siquiera sus intenciones?

—Dís —intentó intervenir Thorin, alzando una mano—, el señor Elrond es de fiar. Aunque a mí tampoco me haga gracia la petición, y me gustaría saber de qué trata antes de obligar a los míos a atravesar las Montañas Nubladas en estos días tan oscuros, creo que debe haber una buena razón tras ella.

—Y ¿cómo estás tan seguro, si puede saberse? —inquirió, no obstante, la aludida, pues Dís desconfiaba de los Elfos tanto o más que su hermano—. ¿Quieres que te recuerde lo que le hicieron a nuestro pueblo? Yo era una niña aún, pero tengo la memoria fresca al respecto.

Pero Thorin frunció el ceño y contestó con voz grave: —Los Khalam (Elfos) de Rivendel poco tienen que ver con los del Bosque, y su Señor se asemeja menos aún al que un día nos abandonó en caso de necesidad. Un fuerte favor me une a lord Elrond, como bien sabrás, pues sin su ayuda no hubiéramos sido capaces de recuperar este reino; y si él me llama, yo acudiré, aunque sea a regañadientes.

El semblante de Dís permaneció serio, pero no añadió nada más.

—Pero tú no acudirás en persona, ¿verdad, Khagam (padre)? —preguntó Herena.

—No, hija. A mí me necesitan aquí, y no soy yo la persona de la que se solicita asistencia.

Con un suspiro, el rey se dejó caer sobre su silla, y colocó ambas manos a los lados de sus sienes: —Mañana reuniré de nuevo al consejo y les comunicaré que la decisión debe ser aplazada hasta nuevo aviso; pero más tarde me reuniré con mis consejeros más fieles y les hablaré del contenido de la carta. Decidiré de entre ellos a los elegidos para acudir al Valle Escondido.

—Un momento —interrumpió Dís—, ¿acaso no piensas compartir esta información con los Señores de las Siete Casas?

—No se me permite —negó Thorin—. La invitación ha llegado a mis manos, y sólo los enanos de Erebor hemos sido convocados. No dispongo de permiso para hablar de este concilio a mis parientes lejanos, pues en la carta Elrond deja muy claro que ha de quedar en secreto.

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