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Catorce días
Parte II

Avanzaba en dirección oeste por el camino de grava, justo delante de el, la última vez que lo había visto, Richard estaba de pie ante un espeluznante ejército oscuro de demonios, en una actitud insensible, cruel y, por decirlo llanamente, malévola. A Chris se le heló la sangre. Aunque tenía lista toda una retahíla de insultos y acusaciones contra él, pensó que era mejor esquivarlo sin más.

Demasiado tarde. Los ojos negros de Richard se posaron en el, y se quedó paralizado. No porque hubiera echado mano de aquel encanto fingido al que el había estado a punto de sucumbir en Espada & Cruz, sino porque parecía realmente alarmado de verlo. Cambió de pronto de dirección y en un instante,tras abrirse paso entre el escaso flujo de pescadores que avanzaban, se colocó junto a el.

—¿Qué haces aquí?

Richard parecía más que alarmado, diríase que casi aterrado. Tenía los hombros alzados y no fijaba la vista más de un segundo en nada. No le comentó nada sobre su pelo, como si no hubiera reparado en él. Chris tuvo la certeza de que Richard no sabía que el estaba en California. De hecho, su reubicación había venido motivado precisamente para mantenerlo a salvo de tipos como él.

—Yo solo... —Miró el camino de grava blanca situado detrás de Richard, que atravesaba la zona de hierba que bordeaba el acantilado— quería dar un paseo.

—No es cierto.

—Déjame en paz —Chris intentó abrirse paso— No tengo nada que decirte.

—Lo cual está bien, pues se supone que no deberíamos hablar. Y también se supone que no deberías estar fuera de la escuela.

De pronto, Chris se inquietó, pues intuyó que Richard sabía algo que el desconocía.

—¿Y tú cómo sabes que voy a una escuela de por aquí?

Richard suspiró.

—Lo sé todo, ¿vale?

—Entonces estás aquí para luchar contra Zabdiel.

Richard empequeñeció sus ojos negros.

—¿Por qué iba yo...? Un momento, ¿me estás diciendo que has venido aquí para verlo?

—Vamos, no te hagas el sorprendido. Somos pareja.

Parecía que Richard no había aceptado aún que el hubiera preferido a Zabdiel en lugar de a él. Richard se rascó la frente con actitud preocupada.

—¿Te ha hecho venir, Chris? —dijo atropelladamente.

Chris se sintió avergonzado y cedió ante la presión de su mirada.

—Recibí una carta.

—Déjame verla.

Chris se puso en guardia mientras examinaba la extraña expresión de Richard.Parecía tan nervioso como el.

—Te han tendido una trampa. En las circunstancias actuales, Grigori jamás te haría llegar un mensaje.

—Yo ya no sé lo que haría por mí —Chris se volvió deseando desaparecer muy lejos de allí y que Richard no la hubiera visto. Sintió la necesidad infantil de alardear ante Richard de que Zabdiel la había visitado la noche anterior, pero no era momento de jactarse. No había muchos motivos de vanagloria en los detalles de su disputa.

—Sé que él moriría si mueres, Chris. Si quieres seguir con vida, es mejor que me enseñes la carta.

—¿Me matarías por un trozo de papel?

—No, pero seguramente es lo que intenta quien quiera que te haya enviado esa nota.

—¿Qué?

Aunque la carta casi le ardía en el bolsillo, Chris se resistía a dejarle verlo.Richard no podía saber de qué hablaba. Pero cuanto más lo miraba él, más dudas empezaba a tener el sobre la extraña nota: el billete de autobús, las instrucciones... el tono extrañamente técnico y rígido, nada que ver con el estilo de Zabdiel. 

Finalmente se la sacó del bolsillo con los dedos temblorosos. Richard la agarró e hizo una mueca de disgusto al leerla. 

—Vamos —dijo él al fin tomándolo por el codo— Ya va siendo hora de acompañarte de vuelta a la escuela.

Chris se apartó con un movimiento brusco.

—No pienso ir a ningún sitio contigo. Te odio. Además, ¿qué haces aquí?

Él lo agarró.

—Voy de caza. Chris.

lo miró con recelo intentando que él no se diera cuenta de que la seguía intimidando. Richard parecía delgado, iba vestido como un punk y estaba desarmado.

—Ah, ¿sí? —Chris ladeó la cabeza— ¿Y qué cazas? Richard.

Clavó la vista detrás de Chris, en dirección al bosque, sombrío al atardecer, e hizo una señal con la cabeza.

—A ella.

Chris se volvió para ver de quién o de qué hablaba, pero antes de que pudiera ver algo, él ya lo había empujado con fuerza a un lado. Se oyó un extraño silbido en el aire, y un objeto plateado pasó rozándole la cara.

—¡Al suelo! —gritó Richard apretando los hombros de Chris hacia abajo. En el suelo del porche, sintió el peso de él encima mientras el polvo de la madera se le iba metiendo en la nariz.

—¡Sal de encima de mí! —chilló. Mientras se debatía con indignación fue presa del terror. Quien fuera que estuviera ahí tenía que ser realmente maléfico. 

De lo contrario, nunca se habría visto expuesta a que fuera Richard precisamente quien tuviera que protegerlo .Al poco, Richard se lanzó a toda velocidad por el aparcamiento desierto en dirección a la muchacha. Era una chica muy atractiva, de la edad de Chris, que vestía una larga capa marrón. Sus rasgos eran delicados, llevaba la cabellera rubia, casi blanca, recogida en una coleta, y tenía una mirada extraña, ausente. Incluso de lejos, Chris se quedó paralizado de miedo. Pero había algo más: la chica iba armada, con un arco de plata que estaba cargando precipitadamente. Richard se encontraba ya muy cerca y sus pies crujían contra la grava del aparcamiento mientras corría hacia la chica, cuyo extraño arco de plata brillaba incluso en la niebla, como si no fuera de este mundo. 

La muchacha se movía como una autómata. Y Richard estaba desarmado.

Ella tenía el arco tensado, y a Richard en su punto de mira. Pero en décimas de segundo Richard se precipitó sobre ella y la derribó haciéndola caer de espaldas, le arrancó con fuerza el arco de las manos y le apretó el codo contra la cara hasta que ella dejó de forcejear.

La muchacha gritó con una voz aguda e inocente y retrocedió en el suelo levantando la mano para pedir clemencia mientras Richard apuntaba con el arco hacia ella.
Richard le arrojó la flecha directamente al corazón.

Al otro lado del aparcamiento, Chris se mordió el puño para no gritar. Pese a que hubiera preferido encontrarse lejos de allí, se incorporó trabajosamente y se acercó corriendo. Pero extrañamente la chica no yacía desangrándose ni se debatía a gritos.

No estaba allí.

[ El poder de las Sombras ]▪︎ChrisdielWhere stories live. Discover now