Capítulo 3: La sala médica

3 3 0
                                    

Con un gran estruendo, la puerta de la enfermería se abrió. Era una habitación pequeña, pero que contenía lo necesario para ser de utilidad en situaciones de emergencias. Jeringuillas, mascarillas, fonendoscopios, una camilla Todo lo necesario en una enfermería estaba allí, perfectamente ordenado.

Cuando Loxan entró. Apartó a patadas todos los objetos que se interponían en su camino. Llevaba a la recién desmayada en volandas y, rápidamente la dejó en la camilla. Su estado había empeorado tanto que ahora tenía los ojos abiertos, con la mirada perdida y echaba espuma por la boca.

Erik entró detrás de él.

-¡Yo podría haberla traído antes!-le espetó a Loxan mientras éste llenaba una de las jeringuillas con uno de los sueros.

Erik trató de acercarse a la chica, pero, cuando dio el primer paso, Loxan le empujó y lo apartó.

-¡Quita!

Erik le hizo caso.

Los pocos conocimientos de Loxan sobre medicina, no estaban sirviendo demasiado. El cuerpo de la chica comenzó a temblar poco a poco hasta llegar al punto en el que claramente le estaba dando un ataque epiléptico.

-¡Ayúdame!-le ordenó a Erik.

Entre los dos trataron de sujetarla, pero ni con todas sus fuerzas consiguieron frenarla.

-Déjala, será mejor que le dejemos en paz. Ayúdame a sujetarle la lengua.

Erik le sujetó la mandíbula mientras que, el improvisado medico agarró su lengua para que no se ahogase con ella. La cara de preocupación de Loxan fue aumentando.

-Creo... que... No vamos a conseguirlo-se lamentó.

Erik lo miró confuso.

-Entonces...-comenzó a decir.

La chica dejó de temblar y cerró los ojos. Había entrado en coma. Loxan se llevó las manos a la cara, desesperado. Erik se acercó a él.

-Se ha calmado, podemos despertarla-le dijo, a pocos centímetros de su cara.

Pero Loxan negó con la cabeza.

-No...-respondió, con lágrimas en los ojos-. Está envenenada. Si no conseguimos despertarla...Significa que se acabó.

Erik agachó la cabeza y suspiró.

-Habíamos conseguido seis años sin una sola muerte...

Los dos quedaron en silencio hasta que la puerta volvió a abrirse. Un montón de personas comenzaron a entrar a la habitación tratando de llegar hasta la enferma. Erik tuvo que interponerse.

-¡Eh! ¡Eh! ¡Todos fuera!-les ordenó-. ¡Largo!

Con una tranquilidad impresionante para ser él, expulsó a todos los integrantes de la sala. Incluso Stuard trató de entrar.

-¡Venga! ¡Solo quiero ayudar! -se excusó.

Erik se encaró con él.

-¡He dicho que te largues!-repitió.

Stuard se acercó más a él, desafiante. Pero Loxan dio un paso adelante para que pararan. Tras mirarlo, Stuard se dio la vuelta y se fue, murmurando entre dientes.

Erik, que no se había percatado de la gravedad de su pequeño conflicto, se volvió hacia Loxan. Los dos permanecieron en silencio durante varios segundos, escuchando como los latidos de la chica producían un pitido en la máquina de las pulsaciones. Eran poco frecuentes, lo que alarmaba a los allí presentes.

-Tenemos un día entero para hacer algo-dijo Erik, tratando de autoconvencerse-. Podríamos buscar una solución.

-No hay nada que hacer-respondió Loxan-. No puedo hacer nada.

Erik no dijo nada. De repente, salió de la sala con su super velocidad. Loxan pensó que él también se había rendido y que solo quería lamentarse fuera de allí. Sin embargo, a los pocos segundos apareció, sobresaltándolo.

Había traído a alguien consigo. Cuando Loxan se dio cuenta de lo que pasaba se alarmó.

-¡Vamos! ¡Cúrala! -le ordenó a esa persona mientras que le agarraba por el cuello de la camisa violentamente.

Era un médico. La persona a la que Erik estaba amenazando era un médico. Era de color, con pelo canoso y con una camisa blanca típica de cualquier médico. También llevaba gafas, pero estás se le habían caído al suelo debido a la fuerza que estaba ejerciendo Erik.

Loxan tuvo que obligarle a soltarlo.

-¡Venga! ¡Venga déjalo! -dijo mientras forcejeaba con Erik.

Entre empujón y empujón, el médico salió despedido varios metros hacia atrás y cayó de culo sobre el frio suelo de la habitación.

Erik dio un paso hacia él, dispuesto a seguir insistiendo, pero Loxan le agarró el brazo.

-¿Que mierdas te pasa en la cabeza?-preguntó desafiante-. ¡El pobre hombre no puede hacer nada por ella!

Erik lo miró sin decir nada, estaba muy confuso. Loxan le dio una palmada en el pecho.

-Sácalo de aquí, vamos-ordenó.

Erik agachó la cabeza y le hizo caso. En un abrir y cerrar de ojos, agarró al médico y se lo llevó de allí.

Loxan se apoyó en la barandilla, exhausto. Poco a poco estaba tomando un puesto que él no quería tener.

-¡Hola!-dijo una voz entusiasmado a su espalda.

Loxan se giró. Leo estaba justo detrás de él. No lo había oído entrar, lo que le hizo sonreír a Loxan para sus adentros. Ese chico tenía futuro en el sigilo.

-¿Qué haces?-preguntó Leo antes de mirar a la cama.

Loxan no quería que Leo viera la situación, así que lo agarró en brazos y lo sacó al pasillo. Cuando salió a la puerta estuvo a punto de tropezar con algo que se movía bajo sus pies.

-¡Cosmo!-regañó, al pequeño gato negro que en ese momento se paseaba por el pasillo.

-No le grites, hombre-afirmó Leo mientras se rascaba el oído-. Que no le gusta.

Loxan lo miró extrañado.

-¿Que dices?-preguntó.

-¡Que sí! Siempre me lo dice.

A Loxan le hacía gracia lo que Leo estaba afirmando.

-¿Ahora hablas con los gatos?-preguntó, con una sonrisa.

-No, solo con Cosmo.

Loxan no pudo evitar la carcajada, pero Leo estaba hablando con total seriedad.

-Mis padres no me creen.

-Hombre, es que...

-Pero tú si, ¿no?

Loxan no pudo evitar conmoverse con los pequeños pucheros que hizo Leo a continuación.

-Claro, claro-mintió.

La sonrisa regreso a la cara de Leo.

-¡Genial! ¡Oye! A ver si me enseñas a dar mamporros como lo haces tú.

A Loxan no le hacía gracia la idea de ver a Leo dando golpes a Elisabeth y a Cosmo.

-Quizás cuando crezcas un poco-volvió a mentir.

Leo frunció el ceño.

-No creo que...

Loxan lo cortó.

-Mira, ahora estoy ocupado-intentó echarlo-. ¿Qué tal si lo hablamos luego?

Hizo que se diera la vuelta y le empujó ligeramente para que saliera de allí. Leo protestó un momento, pero no le sirvió para quedarse.

Al final, se resignó.

-Vale, vale-dijo-. Ya me voy.

Loxan lo miró con una sonrisa de oreja a oreja mientras se alejaba. Entonces, su alegría se esfumó. Aún en el pasillo, pudo oír como la máquina de las pulsaciones dejó de propagar cada uno de sus pitidos hasta pasar a ser un solo pitido continuo, alegando que la chica ya había fallecido.

Has llegado al final de las partes publicadas.

⏰ Última actualización: Apr 18, 2022 ⏰

¡Añade esta historia a tu biblioteca para recibir notificaciones sobre nuevas partes!

HermesDonde viven las historias. Descúbrelo ahora