Capítulo 36.

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Danna.

En verdad fueron semanas bastante largas y estresantes, empezando por el secuestro de mis niños, lo tres quedaron expuesto a un peligro que después de todo si los lastimó, cuando Hunter se animó a contarme lo sucedió, los golpes a Lucia con un cinturón, él e Ignati tratando de impedirlo que también salieron lastimados me hicieron sentir sumamente culpable por no haber impedido eso, pero como me decía Gauss nada sirve de lamentarse porque después de todo ellos tres estaban con nosotros y eso es lo más importante.
Mi segundo problema es este embarazo, mi cuerpo no está tolerando el desarrollo de las niñas, los médicos ya no saben que hacer en días las pequeñas nazcan antes de lo previsto. Llevaba dos semanas internada, todos los días tenía ecografía y monitores fetales para controlar a las niñas, gracias a eso estábamos entrando a la semana número treinta de embarazo, si aguantaba dos más todos estaríamos aliviados.

— Vamos bien, señora Danna — me habla la doctora limpiando el gel de mi vientre.

— Semana treinta — murmuro aliviada.

Llegar una semana más es una alivio.

— Vamos, Danna. — acota ella dando una suave apretón en mi mano.

— Gracias, doctora — la saludo cuando sale de la habitación.

Estaba dando todo de mi, no íbamos a rendirnos. Gauss siempre repetía que sus chicas son una auténticas guerreras igual que su mamá. Esos halagos solo hacían sonrojarme sobre todo estos últimos días que se comportaba un poco extraño conmigo, no lo digo en el mal sentido si no todo lo contrario, era más atento, halagador, comunicativo y seguía teniendo esa seducción que es propia de él, pero lo que más empezaba a gustarme era la forma en que trataba a mis hijos, no hacía diferencias, los tres tenían las mismas cosas por igual, Lucia ama la atención que él les da, no le puedo quitar esa maña de decirle papi, Gauss no se molesta. Hunter por otro lado también adoraba pasar tiempo con él, hasta era más comunicativo. Todos estaban cambiando, Ignati era el claro ejemplo, no solo al acercarse muchos más a mí, si no porque algunas veces escucho que le decía hermanos a mis hijos y todo sorprendía porque ellos eran tan unidos que no tenía idea que nos podía deparar el futuro a todos. Dentro mío quería algo así todos juntos, pero para ello debía entenderme con Gauss, todos sabemos que es un hombre que no les va las relaciones serias, solo le gusta follar con diferentes mujeres todas las noches y llevarlas a su infierno.

¿Estaría follando con otras mujeres mientras estaba internada?

¡Hijo de puta!

Seguro lo hacía y eso me cabreaba bastante, a ellas seguro les dejó terminar pasar por cada  puerta mientras que a mí me dejó en la mitad de todo.

— Acabo de cruzarme a la doctora, me contó que todo está en orden — dice Gauss entrando a la habitación. — Perdón que no llegué, pero tuve unas cuestiones que resolver — agrega sonriendo. — ¿Cómo están mis chicas? — inquiere al sentarse en la cama muy cerca mío.

¿Cuestiones? ¡Ja! Seguro estaría follando con alguna.

— Estás follando con otras mujeres mientras estoy internada cuidando a tus hijas — directamente lo acusó dándome cuenta que me había pasado de la raya.

Mi tono de voz, el enojo que tenía y la decepción que cargaba era todo productos de celos innecesarios, no podía reclamar absolutamente nada, después de todo solo soy la madre de sus hijas y nada más.

— ¿De dónde sacas eso? — pregunta desconcertado.

Volviendo a centrar mis ideas y borrando todos mis pensamientos, avergonzada lo miro a la cara. — No me tomes en cuenta, las hormonas del embarazo y el encierro me juegan una mala pasada — acoto tratando de restarle importancia.

Redimirse (2° SAP) Donde viven las historias. Descúbrelo ahora