Cɑρíτυlo 19

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Mientras Lali maniobraba el transporte encantado a lo largo del tortuoso camino, Peter sopesó sus opciones. La mujer estaba, obviamente, enfadada. La respiración era entrecortada y superficial y los dedos agarraban el volante como si fuera a salir volando por la ventana si lo soltaba. Tendría que ir con cuidado si quería influir en su resentimiento para que admitiera su deseo por él. ¿Pero cómo?

Podría hacerle reír con historias de su infancia. Podría susurrarle palabras dulces, seductoras al oído. O simplemente podía esperar hasta que su cólera desapareciera por sí sola.

—No creo que esto vaya a funcionar entre nosotros, Peter —dijo.

Un fuego oscuro, primitivo se desató en su interior.

—Lo hará.

—Desde luego esto te beneficia. Ganas todo y no pierdes nada.

—¿Entonces debo perder algo para ganarte? Pues que así sea. Nómbrame algo y te lo daré.

—Eso no es lo que quería decir.

—Tengo menos de trece días, Lá. Eso es muy poco tiempo. —Ya había pensado antes en suplicarle, hincarse de rodillas y rogar por su afecto. El deseo de permanente libertad sobrepasaba cualquier orgullo que pudiera albergar—. Sólo tienes que decirme lo que necesitas de mí y lo haré.

—No sé lo que quiero de ti, ¿Dale? Sólo sé que no puedo entregar mi corazón o mi cuerpo tan fácilmente. Además de eso, me resulta difícil de imaginar que eres el amor de mi vida cuando sé que para ti no soy nada más que una carga necesaria.

—Espera, yo...

—Somos de mundos diferentes —se precipitó, cortando las palabras. — Ya tengo suficientes problemas con los hombres de la Tierra.

—Sólo porque tengas problemas con los hombres de tu propio mundo —gruñó—no significa que tengas que tener problemas con un hombre de Imperia.

—No, eso simplemente significa que tengo problemas con cualquier hombre que quiere acostarse con todas las mujeres—. Lali aparcó el vehículo, salió y entró a zancadas a la vieja casa, sin pronunciar palabra. Estaba más enfadada ahora, eso era más que obvio. Con los hombros tensos y la barbilla alta, no había echado ni un sólo vistazo hacia atrás para ver si la seguía. Cosa que no hizo. Permaneció dentro del transporte encantado.

El día no estaba cargado de promesas como supuso en un principio.

¿Acostarse con todas las mujeres? Ya había demostrado que aquellas palabras no eran ciertas cuando rechazó a la muchacha, pero sólo ahora comprendió la importancia de lo que había ocurrido dentro de la cafetería. Él, un hombre que no había tenido contacto corporal por más de novecientos años, había sido incapaz de sentir ni un solo atisbo de interés por ninguna mujer, salvo por Lali, desde que obtuvo la libertad.

La verdad es que estaba completamente obsesionado.

—Lali —dijo, queriendo oír el nombre en voz alta—. La bonita y valiente Lali Esposito. ¿Cómo podía quererla tan desesperadamente, como no había querido nunca a ninguna otra? —Aunque se odiara por ello, realmente la quería desesperadamente. Pretendía, aunque fuera por un momento, ser el centro de su vida. Ansiaba derribar sus defensas y que se doblara tan completamente a su voluntad que pudiera tomarla siempre y en cualquier parte que quisiera. Más que eso, quería que los gritos de amor sonaran en sus oídos mucho después de que se fuera.

Por primera vez, sin embargo, consideró lo que le pasaría después. ¿Sufriría enormemente si se enamoraba y luego simplemente la abandonaba? Maldición, proclamaba que no necesitaba la protección de un hombre, física o emocionalmente. ¿Por qué debería considerar como responsabilidad suya su bienestar?

ESTATUA [ADAPTADA]Where stories live. Discover now