Capítulo 44: Estás cosas no pasan en Nueva York

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—¿Por qué me miras de esa forma? ¿No esperabas verme?

—¿Qué? ¡No, no! So-solo me sorprendiste. —Taylor ríe con nerviosismo y se agacha en el suelo para recoger lo que dejó caer hace un momento. Freya clava las uñas en mi brazo y sé que piensa lo mismo que yo: este sujeto no debería estar aquí.

Por primera vez en el día entiendo la extraña sensación que tuve todo el día y lo odio, odio haber tenido razón. No veo a los guardaespaldas en ninguna parte y no dudo al pensar que Saint les hizo algo para que no pudieran ayudarnos.

—Katerina. Candice. —La voz de Saint destila egocentrismo y seguridad. Me enferma—. Que agradable sorpresa tenerlas aquí. Luisa me ha hablado mucho de ustedes y de lo bien que recibió el dinero que le dieron.

¿Dinero? ¿Qué dinero?

—¿Qué-qué haces aquí? —tartamudea Taylor y me rompe el corazón verla así. Sé que solía pertenecer a la manada que ahora comanda Saint y ni siquiera puedo imaginar todas las cosas horribles que debió presenciar como para que actúe así.

—¿Qué clase de pregunta es esa? ¡Pues venir por ti, belleza! Julian y Jennifer te extrañan mucho, quieren que Tay-Tay vuelva.

Miro el rostro de Saint y se ve la absoluta convicción en ellos. Saint es delgado y alto, desgarbado, luce como quien comienza a ser consumido por las drogas. Su nariz es aguileña y sus ojos negros, a raíz de la necromancia que corre por sus venas.

—¿Los trajiste contigo? Si-si pudiera hablar con ellos...

—Belleza, solo vine por ti —dice con simpleza, dando un paso más hacia nosotras, haciéndonos retroceder—. Me costó mucho encontrarte, ese par de niñatos te escondieron bastante bien.

—¿Có-cómo me encontraste?

—Tu madre y Linda ayudaron mucho, ¿sabes? Pero la cereza del pastel fue ver tus fotos en todas partes, en revistas, periódicos, blogs... Ninguna cámara podría hacerle justicia a tu belleza, pero cuando vi las fotografías supe que solo podías ser tú.

Frunzo el ceño al ver a George a un par de metros de Saint, acercándose con cautela. Me mira a los ojos y estos me llegan al fondo del alma, sabiendo que está aquí para protegernos.

—Chicas —digo tan bajo que de verdad me pienso si en serio emití un sonido—. Cuando les diga, corren, y ninguna juegue a hacerse la heroínas. Ninguna se llama Abby.

Miro a George y lo veo llevar un mazo en una de sus manos. Me mira nuevamente y asiente, justo en el momento que levanta el mazo y lo impacta en la sien de Saint.

—¡Ahora!

Soltando las cosas, corremos a los autos y ni siquiera me permito voltear a mirar si George se encuentra bien cuando ya estamos afuera del estacionamiento.

—Necesito que llames a Tyler —le digo a Freya, quien saca su teléfono de su bolsillo, marcando el número de mi primo. Su pulso no tiembla y esa es la misma razón por la cual me gustó que fuera mi amiga en primer momento: siempre está lista para arriesgarse.

—¿Freya?

—Soy yo —digo—. Necesitas mejores guardias en las fronteras, tu querido amigo Saint está aquí y está muy interesado en Taylor.

—¿¡Qué!? —exclama impactado—. ¿Están bien? ¿Saint tiene a Taylor?

—El amigo imaginario de tu hija salvó el día, de nuevo —digo con George marcado a fuego en mis pensamientos—. Nos emboscó a la salida de la tienda donde Taylor trabaja.

—Vayan por Jayden y luego a la casa de los Moore, el sótano es el único lugar donde podrán estar aislados a la magia negra. Peyton, tengan mucho cuidado, por el amor a la Diosa.

Luz de Luna (Saga Alfas #3.5)Where stories live. Discover now