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╰┈INFLÉ A MI TÍA┉╮

Los días siguientes no fueron tan diferentes, sino que permanecieron siendo rutinarios y ruidosos gracias a las visitas que había en la casa

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Los días siguientes no fueron tan diferentes, sino que permanecieron siendo rutinarios y ruidosos gracias a las visitas que había en la casa. Jaz se sentía cada vez más sola y aburrida. Llegó a tal punto de mantener abierta la puerta de su armario para escuchar los insultos de su espejo y discutir con él para tener a alguien con quien conversar. Su pasatiempo favorito se volvió mirar los atardeceres por la ventana, o también ver a Clifford, el perro de su padre, correr a toda velocidad detrás de Gus, persiguiéndolo por el patio.

Jaz estaba sentada en el borde del balcón que se encontraba en su cuarto, leyendo un libro y mirando a lo lejos a Sebastian y sus amigos, que intentaban ahogarse unos a otros en la piscina, cuando Gus se apareció a su lado.

—Hola, Gus —lo saludó Jaz, sin quitar la vista del libro que estaba leyendo.

—Ama Jaz, Gus estaba alimentando a Clifford y se dio cuenta de que alguien la está buscando afuera —le informó el elfo con su voz muy chillona—. ¿Usted tenía alguna visita?

—¿Visita? —preguntó Jaz, levantando la cabeza con asombro—. No tenía ninguna visita.

—Pero hay alguien afuera.

—¿Quién?

—Harry Potter.

—¡¿Harry?! —Jaz cerró el libro de golpe y dio un enorme salto, tanto que casi se resbala por la baranda del balcón, pero Gus la jaló hacia dentro del cuarto antes de que ella cayera a más de diez metros de altura.

—¡Cuidado!

—Lo siento —murmuró Jaz, asomándose por la ventana para mirar hacia las lejanas barreras de hierro que cerraban la mansión. Ahí se veía una silueta bastante conocida—. Eh... Está bien. Acompáñame, por favor.

Jaz salió caminando apresuradamente junto a Gus, bajando las escaleras de la casa y atravesando las grandes puertas de madera del vestíbulo, corriendo por el patio a toda velocidad, procurando que nadie la viera por nada del mundo. Jaz vio a Harry con la cabeza agachada y apoyado contra una columna de piedra.

El chico tenía una expresión rara, era una mezcla de tristeza y enojo. Estaba con su baúl y parecía más despeinado de lo normal.

—Harry, hola —lo saludó Jaz, intentando esconderse detrás de las barreras para que quedara invisible desde la piscina.

—Hola, Jaz. —Harry sonrió, levantando la cabeza.

—Espera, te voy a abrir... —La chica metió las manos en sus bolsillos, buscando su varita, ya que era la única manera de abrir las barreras—. Gus, dejé mi varita en mi cuarto.

—No importa, Gus abrirá —se ofreció el elfo en el acto.

Y con sólo un chasquido de dedos, las grandes barreras de hierro se movieron sin hacer ningún tipo de ruido. Dejaron un espacio para que Harry entrara, y él lo hizo mirando a su alrededor con mucho asombro y curiosidad.

Jazlyn Ramsay, el animago y el torneoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora