Capitulo 1 ~ La floreria ~

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Podía pasar horas sin fin en la florería de su familia, los colores, y aromas tan delicados que desprendían las flores llenando el ambiente con dulces notas siempre le hacían sonreír tras el mostrador.

Amaba el simple hecho de en un día de trabajo ajetreado cuando ya no había tanto por hacer o cuando tenía esos pequeños momentos de descanso, solía ir a la bodega y respirar profundamente el aroma de los ramilletes, observando tantos colores hasta donde alcanzaba la vista.

No solía pensar que su labor en la florería del señor Juan, su padre adoptivo, era un trabajo dado lo mucho que lo disfrutaba, aunque suponía que siempre había sido rara su presencia en el lugar, después de todo él no era exactamente lo que se esperarías encontrar como asistente en esa clase de locales.

Ferdinand se trataba de un chico de al menos 26 años y más que su edad era su aspecto físico.

Era alguien a quien se le había bendecido con un cuerpo fuerte, no solo refiriéndose a que solía hacer el trabajo pesado sin quejarse, sino que en general poseía un cuerpo musculoso; no ayuda el hecho de que era alto, un metro ochenta de estatura al menos decía eso porque le avergonzaba decir que en realidad media 1,90.

Con su cuerpo fuerte, una estatura imponente y una presencia intimidante, gracias a las primeras dos, era claro que las personas siempre se llevaban una curiosa primera impresión de él.

Por lo general las personas que no le conocían pensaban que se trataba de alguien que debía ser temido, claramente un golpe de él podría enviar a cualquiera al hospital, muchos pensaban que solo era un matón, pero muy lejos de la verdad una vez que le conocían se daban cuenta de que Ferdinand era un buen chico, la persona más linda, dulce y amable que jamás habrían conocido.

Cortez, siempre con una sonrisa amistosa, y un tono de voz tranquilo; pero Ferdinand siempre había sido así.

Apreciaba su trabajo y lo ejercía con gran entusiasmo; plantaba y cuidaba de las flores en la parcela de su familia, las transportaba y vendía en la florería familiar, un pequeño negocio que el señor Juan le había enseñado desde el primer día en que le llevo a su nuevo hogar.

Trataba a las flores con tal delicadeza y esmero que dejaba impresionados a muchos.

No era ningún secreto que su familia era su adoración, al señor Juan quien le había adoptado cuando era un niño, a su hermana Nina, una pequeña que era la luz de sus ojos.

La cosa con Ferdinand es que siempre había sido hogareño, tan apegado al sentimiento cálido y tranquilizador que le daba aquello, todo eso que no había podido disfrutar de niño ahora lo tenía y estaba más que agradecido por eso.

Aunque tenía que admitir que en ese momento las cosas no iban del todo bien.

Después de la muerte del señor Juan, habían quedado con una deuda enorme que provenía de muchas partes; el hospital, la escuela de Nina, la florería, el mantenimiento de la parcela familiar, servicios de la casa.

A duras penas habían conseguido un buen ataúd y un buen lugar en el cementerio local para su padre.

Fue un golpe fuerte para ambos el saber que su padre ya no estaba, para Ferdinand el darse cuenta de que ahora él era quien debía de manejar todo para poder salir adelante y para la pequeña que se aferraba entre sollozos a su hermano mayor.

Con el tiempo acepto que ahora las cosas eran así y que debía seguir adelante por el bien de su hermana pequeña.

No podía decirse que eran pobres, era solo que el señor Juan nunca había sido un genio de las finanzas y conforme avanzaba su enfermedad las cosas se volvieron peor día a día y al final termino dejando a sus hijos con deudas hasta el cuello.

FloridoWhere stories live. Discover now