『04』

44 12 28
                                    

Afortunadamente, tras el incidente del huesudo, no nos pasó nada más. Con lo cual el mes pudo transcurrir con normalidad, sin embargo, en ningún momento bajamos la guardia. 

Seguí entrenando, practicando mi poder, soportando a Alastian todos los días y centrándome cada vez más en mi objetivo.

Quedaban otras cuatro semanas para poder empezar nuestro viaje. No obstante, seguía habiendo un grave problema; continuaba siendo un patito feo. No era capaz de hacer ni un cuarto de lo que Alastian podía, era imposible, de lo único que podía sentirme orgullosa era de mi combate y resistencia, lo cual había progresado de una forma exagerada. Aunque aún me era difícil no ser terriblemente patosa. Golpeaba bien, memorizaba cientos de pasos y era capaz de abrir y mantener ochenta ojos a la vez, pero me comía el suelo todas las veces que él comenzaba a jugar conmigo. Bueno, corrijo; no me caía, Alastian me tiraba siempre que podía. 

Otro pasatiempo de muchos que atesoraba para pasárselo bien.

—Bien —abrió un poco las piernas y movió los talones sobre el suelo para anclar la postura correcta. Aunque paró un momento y subió la mirada para verme. Entrecerró los ojos— ¿Segura de que quieres aprenderlo ahora?, ¿te ves preparada? Aún tienes tiempo para pensarlo y...

—Alastian, debemos darnos la mayor prisa posible. Si me doy el golpe me lo daré, debo aprender —lo observé directamente a los ojos, insistiendo—. Es necesario.

Subió las palmas de las manos a la altura de su pecho en plan "De acuerdo".  Volvió a colocarse como antes, encorvó un poco la espalda y se palmeó las piernas, preparándose. Se lamió el labio inferior, pensando cómo podría explicar aquello. 

Le había implorado a que me enseñara aquellos increíbles saltos que le permitían sobrevolar cientos de quilómetros en una simple suspensión. Eran veloces, te dejaban los ojos llorando por el corte del aire y el aterrizaje era lo más divertido.

—Es..., verás...—cogió aire—. No tengo ni idea de cómo explicarlo —mientras tanto, imité su postura con cierta curiosidad—. Un salto en la tierra, equivale 6 veces más su altura en la luna. Así que, si yo hago esto —hizo un pequeño brinco, a penas se esforzó—. En la luna hubiera saltado casi unos cinco metros —miró sus pies y se frotó la frente. Era difícil de expresar para alguien que no lo había experimentado—. Todo está en el control de la gravedad, a partir de la cadera hasta los pies —su mirada viajaba de mí al suelo—. Primero, te atraes hacia la tierra y absorbes su gravedad para hacer el efecto contrario. Una vez preparada, concentras la presión de la luna en tus pies a la vez que te impulsas hacia arriba. Y así, sales disparada. Es lo que llamo; efecto ventosa —dejó escapar todo el aire cuando logró explicarlo—. Atraes tu cuerpo a la tierra, y a la hora de soltar y cambiar la gravedad, generas un impulso que te convierte automáticamente en un perdigón.

Tomé nota de todo aquello en mi cabeza. Subrayé las partes importantes y le puse paréntesis a los detalles más pequeños. Entonces; gravedad en mis pies, ventosa, tierra, luna, perdigón... Me di cuenta de todas las cosas que debía hacer antes de saltar, y no me percaté de ello hasta que tuve las intenciones de probarlo.

—Me estás diciendo, que tengo que cambiar la gravedad de mi cuerpo tres veces seguidas...., ¿en un periodo de 5 segundos?—razoné, perpleja—. Cambiarlos en un objeto es fácil, como aprendí con las piedras...—lo nombré como la pistola de gravedad; servía para lanzar objetos a velocidades extremas. Era una de las técnicas de ataque más efectivas. Sobre todo si dominabas la puntería para ello—. Pero en una persona es algo bastante..., diferente.

Alastian se puso la mano en la barbilla y pensó de nuevo. Raro que no le hubiera salido humo por las orejas, aquel día estaba utilizando demasiado la cabeza.

GUARDIÁN ©Where stories live. Discover now