INSOMNIA

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Aquel suave golpeteo ya le era familiar.

Izuku intentaba ignorarlo todas las noches, para evitar que su mente vagara por sus recuerdos impidiéndole el buen descanso. Pero de nuevo, como ya era costumbre, una temblorosa sonrisa se dibujó en sus labios. Sus orbes, opacas, se iluminaron ante la mínima chispa de esperanza que su destrozado corazón aún albergaba como las llamas crecientes de un incendio.

Caminó gentil hasta su cama, tomándose el tiempo necesario para que sus adormecidas extremidades terminaran de responder a su perezoso llamado. Era hora de dormir, sin embargo, aquella fiera sonrisa cargada de orgullo y lo que parecía ser amor, se instaló en su imaginación, haciéndolo imposible una vez más.

El silencio fue interrumpido por aquellos golpes en la lejanía que lograron sobresaltarle. Katsuki era el único que tenía la manía de tocar la puerta del baño dos veces antes de entrar. Una ligera línea en sus labios se desvaneció tan pronto como apareció, y Deku cubrió su débil cuerpo con las blancas sábanas. El resoplar del viento se colaba por las desgastadas telas, con su pobre corazón sucumbiendo ante el escalofrío.

Cerró los ojos, dispuesto a ignorar su entorno y conciliar el sueño. No obstante, aquel peso que provocó el hundimiento del colchón, lo obligó a mirar a sus espaldas. Pronto, unos brazos rodearon su estrecha cintura, y aquella ancha espalda le impidió saber de quien se trataba. Pero no era necesario. Ese olor característico a caramelo delataba su presencia. Todo su cuerpo se mantuvo quieto, aceptando el frío que aquel abrazo trajo consigo. Lágrimas silenciosas lograron que su alma se desgarrara otro poco. Su corazón tembló.

Aquel suave golpeteo ya le era familiar, pero no lo quería aceptar. Porque los muertos no tocan puertas. Los muertos no abrazan ni tienen peso. Porque los muertos están muertos, y no hay vuelta atrás.

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