Capítulo 13 Parte III

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Al día siguiente, Jos fue el primero en levantarse de los dos. Como era de suponerse, Mariana había partido desde muy temprano para ir a jugar golf con sus amigos del club.

Qué bueno que se preocupaba de su hijo enfermo.

La noche pasada, realmente me había ido a dormir al cuarto de huéspedes. Yo no quería que, en caso de que Mariana se despertara y entrara en el cuarto de su hijo, lo primero que viera fuera nuestros dos cuerpos desnudos y tendidos en la cama. Porque eso sería realmente un gran trauma, tanto como para ella como para mí.

Y cuando desperté, me lleve una gran sorpresa al descubrir a Jos cargando el desayuno sobre una bandeja con inseguridad y apoyando su mano contra la pared. Creo que me aventó una bola hecha de calcetines, porque sentí un golpe e instantáneamente vi calcetines sucios regados alrededor de la colcha. Aún así era un gesto realmente dulce.

—¿Cómo pudiste hacer el desayuno? -Le pregunte mientras me levantaba de la cama y le quitaba la pesada bandeja que contenía como mil Hot Cakes, leche y jugo. Está bien, sabía que Jos era independiente, ya que para tener ceguera, podía hacer la mayoría de las cosas normales perfectamente. Pero hacer el desayuno no figuraba en su lista.

—Sorpresa -Dijo él mientras caminaba despacio hacia la cama y se sentaba sobre ella.- Yo mismo lo cocine -Me dio una sonrisa torcida, volteando hacia el lado equivocado. Tome su barbilla y gire su cabeza en mi dirección.

—Ajá. Y yo soy Cara Delavinge.

—¿En serio? -Pregunto él, bromeando-. ¿Podrías autografiar mi trasero? ¿Por favor?

—Cállate, tonto -Le dije mientras le propinaba un golpe leve en su hombro. El sonrió.- No ya, enserio. ¿Quién lo hizo?

—Alonso paso por mí para ir a desayunar, y como no estabas despierta, no quise molestarte. Así que le pedí eso para que no tuvieras que hacerte el desayuno.

—No te hubieras molestado -Le sonreí mientras mordía mi labio inferior.- Ni siquiera tengo hambre-Justamente cuando termine de decir eso, mi estomago gruño, avergonzándome por completo. Jos soltó una risotada fuerte.

—Parece que tu intestino te traiciona. Anda, mejor come. Aún queda un día muy largo, y no te podré alimentar más al rato.

—¿Haremos algo hoy? -Le dije mientras llevaba un pedazo de pan a la boca y después sorbía un poco de leche.

—Algo así. Solo que tu tendrás que manejar, pero, hey, te prestaré mi carro -Dijo él mientras se incorporaba y fruncía la boca.

—¡Oye! ¿Qué tiene de malo Amber?

—¿Amber? ¿Quién es Amber? -Pregunto él.

—Amber, mi carro -Sonreí exageradamente para él, aunque no pudiera notarlo. El enarco una ceja.

—¿Por qué le pones nombre a tu carro?

—No tengo idea. Lo acabo de inventar.

—Qué extraña eres. Lo sabes, ¿no?

—Por supuesto.-Le aventé un calcetín, que aterrizo sobre su cabeza.- Pero, oye. ¿Podría ir primero a casa de Lucy? Es una amiga con la que vivo-por un tiempo-, y ayer estábamos juntas. Creo que necesita saber donde estaré. Además, tengo que cambiarme.

—Está bien. Pero no te vayas a tardar mucho -Camino hacia afuera del cuarto. Después asomo su cabeza.- Lleva traje de baño. Iremos a la playa.

Corazón Ciego | Jos Canela Donde viven las historias. Descúbrelo ahora