Uno.

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El velero estaba alto, el viento hacia volar delicadamente los cabellos de los tripulantes que se exponían a este, las risas se escuchaban por las dinámicas acciones que los piratas hacían para distraerse, cualquier tonterías que se les curraban.

El capitán De Luque era quien dirigía el navío, con su mapa en mano, logró pronosticar tierra firme, una isla a la que seguramente jamás hubiesen explorado a profundidad, con esto el capitán sonrió, porque notó una fuerte zona de explotación y saqueo en breves, claro, primero debían asegurarse de que así fuese, y para ello enviaría a su fiel compañero, el sub comandante, Willy.

- Diaz, tengo un plan. - musitaron los labios del capitán, provocando que el hombre a su diestra le mirase sosteniendo curiosidad en aquellos verdes ojos.

- ¿Me lo contaras, o como siempre me dirás eso y te callaras la maldita boca, para gurdarte todo? - dicho esto tomo un buen trago de el ron embotellado que ocupaba en su mano izquierda, mientras que la derecha se sostenía de unas tablas de madera, para así mantener equilibrio.

- Te lo contaré, compañero - se giró sonriente. - Colega, nos dirigimos a pisar tierra firme, eso sólo significa posiblemente tendremos riquezas a nuestro poder, y más ron.

- Olé.

- Pero deberás ir para verificar que sea eso lo que hay en este lugar.

- Ay, no... Preferiblemente ¿por qué me escogiste para realizar tal misión?

- Eres el único del que me fio en esta ratonera, Diaz.

- A ver, convenceme de que vaya. - sonrió de medio lado.

El de cabellos negros frunció levemente el entrecejo, y negó, tratando de esconder una sonrisa nerviosa.

- ¿Por qué yo tendría que hacer eso? Anotalo mentalmente como una orden.

- A sus ordenes, capitán. - dijo en voz baja y dirigiendo sus orbes hacia otro punto, sonrió por lo dicho, porque no, no le molestaría ir a pasearse entre un pueblucho que pintaba ser una mina de riquezas expuestas, y quizás tomar una que otra cosa, si eso hacía feliz a su capitán.

Las horas de viajes no eran más que infinitas, pero nadie se quejaba al respecto, cantaban, tomaban, chisteaban, y trabajaban al mismo tiempo, no tenían porqué darse una mala vida siendo un grupo de felices y desgraciados vándalos. Al llegar a su destino, el primero en ir como era planeado fue Willy, quien se fijó en cada detalle del pueblo, y al verlo tan brillante, sólo regresó al barco anunciando que el plan de saqueo seguía en marcha, pues lo que había visto era más que suficiente para satisfacer las ganas y avaricia de algunos de los tripulantes, en especial del capitán, quien aseguró se llevaría casi todo el oro si era posible.
En marcha se hallaban los lobos marinos como eran reconocidos mayormente, asesinos de sangre fría, violadores, saqueadores a diestra y ciniestra, errante, prófugos, desaliñados e ignorantes, un grupo de antisociales. Incendiando, robando, secuestrando, era acojonante mirar a uno directamente a los ojos.
Subían a su barco con lo hurtado, sotiendo alegría fría, mientras el pueblo entero era consumido por las fuertes brazas expandiéndose por la pequeña isla, gritos desgarradores a lo lejos de las familias que eran atrapadas por las llamas, todo un mundo destrozado.

- ¡¡Todos a bordo!! - exigió el capitán, orgulloso de la vista, de lo maravilloso que se sentía, era paz lo que recorría por su cuerpo, salpicada con adrenalina ligera. Sus tripulantes culminaron de subir todo, y fue cuando estuvieron a punto de irse, un pescadero común les gritó para que detuvieran sus pasos, este no se quemaba, no había estado presente cuando todo aquello pasó.

- ¡¡Malditos abusadores, me habeis dejado sin nada, que os jodan, morios!! - la rabia e impotencia que sentir por saber que entre aquellos escombros de lo que había sido una hermosa ciudad, se encontraban los restos de su familia, su madre amorosa, su sabio padre, y su hermanita pequeña. - ¡¡Qué culpa teniamos!! ¡¡Hijos de puta, sois unos hijos de puta!!

Willy se asomó a verle, y rió.

- Bueno, si uno queda vivo no pasa nada, le dejamos que a lo mejor se mata el solito. - los demás rieron burlones.

- ¡¿Qué os pasa?! ¡¿Dónde está vuestro sentido común?! - volvió a interrogar el pescadero, llorando de impotencia, con un gran hoyo en su pecho, era el vacío que se sentía perder a su pueblo.

- Lo hemos perdido en el mar. - contestó una bella mujer de cabellos rubios y voz guda; Aroyitt. - ¿Si nos ayudas a buscarle? Está profundo. - volvieron a reír, esto cabreo al chico. Tomando una piedra intentó lanzarla hacia donde estaban ellos, más no poseía la fuerza suficiente para que llegase, y esto fue motivo de burla. - Que ridículo.

- Ostia, que su cabello se ve muy bueno para trapear el piso del barco ¿Qué os parece? ¿Lo usamos de trapeador? - Propuso el capitán con una sonrisa tosca.

- Vamos a usarle de trapeador - afirmó Willy a un lado de su capitán.

- Después el piso nos queda más feo de lo que ya está. - dijo Fargan para luego reír.

- ¡¡Dejadme en paz, bastardos del mar!! - comenzó a huir.

- Eh... ¿Nos dijo bastardos del mar? - interrogó Willy con un sonrisa. - Lo voy hacer comer tierra. - comenzó a correr tras él, y por la manera torpe en la que el otro hombre se alejaba, logró alcanzarle y tirarle al piso. - ¿¡Te gusta la arena?! ¡Porque es lo que almorzaras!

- ¡¡Déjame en paz, por favor, no te he hecho nada! ¡¡Déjame!! - pedía muy desesperadamente, entre llamando, desconcertado, querido escape, no quería perecer a manos de un sucio pirata.

- Calla, guarro. - ordenó silencio Vegetta posicionándose frente al chico castaño. - ¿Cuál es tu nombre?

Se quedó callado, tenía miedo; ¿Cómo no tenerlo? El hombre era bastante intimidante, además no era tonto, a simple vista se veía que tenía una espada.

- Rubius... - Claro, pero si callaba se la iban a clavar en el cuello, o en una pierna para que no pudiese moverse y sintieses mucho más dolor, efecto más duradero.

- Rubius - pronunció el capitán.

- Rubius - imitó el albino encima del castaño.

- Rubius, soy el capitán, ahora me sirves a mí, me respetas y colavoraras a nuestras órdenes. - le miró y sonrió - La cubierta está sucia, y los demás cara dura se niegan a limpiarla, tienes pinta de saber como.

- ¡¡No haré eso!! ¡¡Mierdas!! - ¿Y qué con que tuviese un arma? Lo que poseía Rubius era impulso de idiotez, y negarse a hacer el aseo era su vocación desde niño.

- Este es idiota ¡Eres idiota! - gritó Willy al oído del chico.

El capitán rió.

- Que sí, que sí somos unos mierdas, pero venga ya, no me hagas reír con esos tontitos piropitos que te sacas de la polla para nosotros. No lo voy a repetir, mis deseos son tus ordenes, y punto.

Willy le levantó, sostienso sus manos, y cabello, comenzando a dirigir sus pasos a los botes que les habían traído hasta tierra firme. Rubius se negaba con fuerza, pero no era suficiente para que el albino le soltase, seguía llorando, pidiendo al cielo piedad de su alma en pena, que ya le quitasen la vida y no le hicieran sufrir como un pobre limpia cubiertas. Finalmente se marcharon dejando el corazón, y cordura de un pueblerino en su lugar natal.

"Adiós mamá, adiós papá, vengaré vuestra injusta muerte, os lo prometo. Esperad mi llegada al paraíso, os amo" la carta de despedía que la poca conciencia que tenía, le permitió formular mentalmente.

|𝕻𝖎𝖗𝖆𝖙𝖆𝖘| Ruwigetta Where stories live. Discover now