Dos.

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Luego de semanas de duelo, dolor, luto, pensamientos suicidas, y cartas de naufragio, logró aquel objetivo que por emociones humanas no había alcanzado, plan perfecto para desmoronar el orgullo de los capitanes, quienes asumía los culpables de que su pueblo sufriera saqueo, y pereciera cruelmente. Su mente fría, y corazón endurecido le permitieron descifrar como piezas de rompecabezas que en aquellas noches donde la luna era más redonda, el frío consumía de punta a punta el mar, las olas pasificas les mesían, dos amantes se juntaban para compartir el morbo que les rodeaba, la lujuria, su escapada de una sucia realidad, realizando el tabú más grande en la sociedad de aquel tiempo. Al principio parecía ser eso nada más, hasta que se fijó en sus miradas de amor, las sonrisas que se compartían, y que ellos eran los únicos que de las tonterías del otro se reían, como un par de tontos enamorados, como las parejas que veía en su pueblo; ¿Cómo reaccionaría uno de ellos si el otro le era infiel? Pensaba en lo peor, y comenzaría a actuar.

Esa noche se asemejaba a las que los capitanes escogían para embriagarse hasta no recordar sus nombre e irse a tener relaciones sexuales como si no hubiese de un mañana, por lo que Rubius aprovechó la situación para llevar hoy él las botellas de ron puro. Entró al despacho, dónde nada más se hallaba Vegetta, este le miró.

— ¿Qué haces acá? — interrogó arqueando una ceja.

— ¡Lo lamento! Creía que el sub capitán se encontraba aquí. — contestó "asustado".

— Eh, viene en unos segundos... ¿Para qué le buscas?

— Nada, es que hemos quedado para una cosa...

—... ¿Y esas cosas es?

— Beber juntos... Nada más — se hacía notar asustado, aunque él prefería describirse como preparado.

— Vais a beber.— afirmó el de cabellos negros y después sonrió. Había algo que fallaba en el plan de Rubius, y es que entre Willy y Vegetta compartían un morbo el cual habían estado buscando satisfacer desde hace mucho, pero temían ser juzgados por cualquiera de sus tripulantes, y en la cabeza de Vegetta ahora sólo cabía el que Díaz había conseguido aquello tan soñado; que el acto sexual se convirtiese en una obra de tres actores. — Que curioso, Willy y yo íbamos a hacer eso hoy.

—... — por los ademanes, las ligeras desviaciones de mirada, y la sonrisa, podía calcular que el capitán había desvelado el "pequeño secreto" que compartiría con el albino la noche de hoy, suponiendo también que sentía celos.— Vale.

Willy entró y les miró para después soltar una sonrisa de victoria, no creía realmente que Rubius iría, pero lo ratificó al verle.

— Vale, entonces empecemos.

Rubius les miró, y fue aquí donde se confundió un poco, pero supuso que era empezar a beber del ron que había traído. Y sí, así sucedió, bebieron hasta la más mínima gota del dichoso ron delicioso, aunque con un sabor extremadamente extraño, les hacía sentir mareados, pero maravillosamente exitados, y descaradamente Willy y Vegetta comenzaron a besarse sin separar mucho más, Rubius estaba confundido ¿Qué había de él?

— Oigan... Pedazo de tontos... Besadme también... No
... No me beseis... Yo os beso. — se acercó y unió sus labios primeramente con los del albino, saboreando bien el alcohol que aún permanecía. Luego fue a por los labios del capitán, estos le respondieron gratamente con calidez, pero también tenía el mismo toque a ron que los del sub capitán.

Pasaron lentamente a sacarse las prendas, besaban sus cuerpos, enamorados de la piel ajena, de cada detalle de esta, mundos pequeños descubiertos por piratas, y un tesoro en bruto hermoso como las más cara piedra preciosa.

Vegetta fue el primero sufrir un mal dentro de sí, algo andaba mal, aunque estaba demasiado ebrio como para darle importancia. Sin embargo, no pasó mucho después para que sintiese un fuerte dolor abdominal, haciéndole llegar a un punto en que ya no pudiese continuar, y tener que sentarse. Mareos, generalmente era normal, por el hecho de meserse en las oleadas del mar, o quizás también por el alcohol que recorría cada centímetro de su cuerpo.

Willy siguió, con un poco de tos, labios morados, y dificultad para respirar, estaba perdiendo rápidamente el oxígeno. También sintió el dolor abdominal, y su cabeza empezó a doler como la peor de las resacas experimentadas.

Rubius les miró a ambos, no sabía lo que les pasaba, pues ya no recordaba que había puesto veneno en las dos botellas que antes se habían compartido, el veneno que había traído al barco consigo, el mismo que su madre vendía ilegalmente para ganarse la vida. Los efectos también eran para él, fatiga, y dolor, el karma que podía brindarles un simple pescadero, su castigo envuelto en placer.

— ¿Qué pasa, mis amores? ¿Os sentís mal? — rió de dolor. — ¿Os gusta? Porque a mí personalmente me encanta.

Ambos le miraron extrañados, pero con ira, traición, eso no pudieron tenerlo presente antes de beber aquella sustancia, pero vaya, eso fue una increíble jugada, partirían los tres a arder eternamente entre las llamas infernales.

— ¿Qué nos has hecho, gilipollas? — interrogó Willy casi sin voz ya.

— Os he devuelto el dolor que me habeis dado a mí por un par de días, ratas cochinas.

La vista de Vegetta se hizo nublosa, se sentía sumamente confundido, dolían sus entrañas, pero no quería morir ahora, que adelantasen todo este sufrimiento, acabarse rápido. Y se le vino a la cabeza las personas torturadas en sus manos, muertas de dolor, o de hambre, todos esos otros piratas a quienes había arruinado de punta a punta, cuerpo y mente podrido por sus palabras brotescas.
Cayó, se dosplomo finalmente, la conciencia le pesaba desde hace mucho, pero hoy pudo lograr recordar cada última mirada de las personas que le traicionaron. Se iba apagando todo, y ya de nada servía volver al pasado.

Willy, por su parte se hallaba cabizbajo, detestaba saber que así acabaría todo, pero ya lo había aceptado, porque Rubius iría con ellos al infierno, era todo lo que necesitaba para estar tranquilo.

— Entonces, compañero, tengo unas últimas palabras para tí... No me arrepiento de nada. — musitó Willy ronco, y sonriente. — Espero me hayas escuchado...

Todo acabó a eso de las cuatro y media de la madrugada, los tres cuerpos en distintos lugares de la habitación, murieron lentamente, con miedo, y sin poder hacer mucho más.
Los piratas les hallaron a las tres treinta y cinco de la tarde, y realizaron un pequeño funeral, para despedir sus cuerpos, y lanzarles al mar.

"Sus memorias no descansarán en paz, pero por menos descansarán"

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⏰ Última actualización: May 17, 2021 ⏰

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