Atta: Los nuevos dueños

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Se supo que algo se estaba moviendo desde el oeste meses antes de que la comitiva de Oropher llegara a los lindes del Gran Bosque Verde, porque muchos animales silvestres llegaron a poblar entre los elfos y recibieron tropas de bestias hambrientas...

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Se supo que algo se estaba moviendo desde el oeste meses antes de que la comitiva de Oropher llegara a los lindes del Gran Bosque Verde, porque muchos animales silvestres llegaron a poblar entre los elfos y recibieron tropas de bestias hambrientas frecuentemente.

Pero los orcos que llegaban a cazar, se sentían temerosos y más de una vez, algún guardia del bosque le arrebató de las manos un arma forjada por elfos antiguos. Así le aconteció a Quëafindë, cuando antes de cremar los cuerpos junto a sus compañeros, sustrajo de los restos de un orco una lanza de madera blanca y punta brillante demasiado elegante para ser suya. 

—O se asentaron cerca de las montañas, en alguna cueva apuntalada en la roca... o vienen hacia acá. Demasiada presencia de animales que huyen de cazadores y tantos orcos hambrientos no cruzarían cordillera y río si todo estuviera tan quieto allá afuera... —razonó.

Melundil se le acercó por detrás con seriedad, todavía lo odiaba por la discusión que había generado con su hija en el pasado, la que había culminado en duelo mientras el elfo de cabellos lila defendía a Liswen, pero seguía siendo parte de su tropa y un miembro valioso entre los guardias.

—¿Dices que son peligrosos? ¿Cazarán para comer? —preguntó refiriéndose a los elfos. Quëafindë se encogió de hombros.

—Tal vez los animales huyen de las bestias. Y estos tienen que replegarse cada vez más al este para comer. Pero luchan entre ellos... —contestó enseñándole la lanza.

—No es un buen momento para que nos invadan —masculló. Quëafindë se sonrió de lado.

No habló para mofarse de la situación a la que Melundil se refería porque escuchó a una mujer llorar en la cercanía y se acercó entre los matorrales a ayudar. Melundil también lo oyó, pero carecía de un oído privilegiado y sano como el de su compañero, por una lesión reciente al golpearse contra un yelmo luchando contra las antiguas bestias de Melkor, por lo que el sonido se confundió en el eco de los bosques y lo guió en dirección contraria. 

Aunque se encontró el posible generador del llanto. Un orco todavía se movía con espasmos musculares fuertes y la cabeza no del todo desprendida, cortada con saña, pero de forma desesperada y torpe.

Solamente una vez - Coronada Flor Silvestre | THRANDUILWhere stories live. Discover now