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Ruggero Pasquarelli


El sábado, en nuestro último fin de semana antes del regreso a clases, Candelaria me envía un mensaje de texto pidiéndome que vaya a su casa. 

Lo hago, cierta parte de mí se siente esperanzada; Esto podría ser para que volvamos. Me dejo hace pocas semanas, ha estado distante, tal vez solo necesitaba tiempo para extrañarme.

Llego a su casa y toco el timbre. Candelaria tarda unos minutos en abrir, cuando lo hace se arroja a mis brazos, me besa desesperadamente y me jala hacia dentro de la casa. 

Me arrastra hacia su habitación y ambos nos ayudamos a desvestirnos. 

Todo pasa como una repetición de nosotros, el mismo patrón, Candelaria  necesitando desesperadamente de mí para olvidarse de todo y yo de ella para sentirme aceptado.

La abrazo por la espalda, nuestras respiraciones están agitadas aun.

 Candelaria sorbe fuertemente por la nariz y se limpia las mejillas con el dorso de sus manos.

—¿Qué tienes Cande? —Pregunto preocupado.

—Tienes que irte Ruggero. —Dice.

—No puedo irme y dejarte así. ¿Por qué estas llorando?

—En serio tienes que irte, mi novio llegara aquí en menos de media hora.

Siento mi respiración pesada y la rabia correr por mis mejillas.

—¿Para qué me has llamado entonces? —Pregunto y me levanto de golpe de la cama.

—¿No es obvio? —Pregunta Candelaria , se levanta de la cama y se mete al baño.

Termino de vestirme y me marcho de su casa, sin decir nada...Esa noche quedo con Jorge . 

No es mi primera opción de amigo, para salir pero a falta de Agus y Mike funciona. 

Vamos a una fiesta, donde el está invitado. Todo el camino se la pasa fanfarroneando sobre sus vacaciones y a todas las chicas a las que se tiro. Que para este punto reduzco que el número real, si tuvo suerte fue 1 o tal vez 2. 

Sus historias son estúpidas y cero creibles. Cuando aparca en la casa, donde suena la música a un nivel muy elevado, se queda en el volante, me mira y dice:

 —Pasquarelli, asegurate de no emborracharte demasiado, uno de los dos debe conducir de regreso y no creo ser yo.

—Lo tengo. —Respondo.

Jorge asiente.

 Ambos nos bajamos del auto y caminamos hacia la entrada. La puerta está abierta y en la terraza hay unos chicos gritando emocionados a otros que patinan en el barandal de las escaleras. Jorge se mueve por la casa como un pavorreal, hasta que llegamos con un tipo con la misma facha de él. 

Se dan un saludo de manos y gritan por encima de la música cosas que no intento entender. Miro a mi alrededor, todos en la casa están bebiendo, hay una pista de baile improvisada en la sala, en el comedor hay chicos jugando pocker por prendas, hay dos chicas ya sin blusa.

—¡Hey Pasquarelli! —Me llama Jorge y levanta el brazo indicándome que lo siga.

Caminamos hacia el garaje y después de ver la colección de autos de su amigo, regresamos a la fiesta.

—Iremos a la parte de arriba por unos tragos, ¿Vienes? —Me pregunta Jorge .

—Nah, me quedare por aquí.

A todos los chicos de los que me enamoré- (RUGGAROL)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora