beso de buenos días

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Kakashi se estira perezosamente en la cama, bostezando y obligándose a abrir los ojos.

Su habitación está a oscuras gracias a que él prefería las cortinas negras y se preguntó qué hora sería realmente. Ese día era uno donde no tenía qué hacer nada; ni una misión, ni entrenar, ni nada. Él tampoco quería hacer mucho, la verdad. Había días dónde él simplemente quería quedarse en cama y descansar.

Sus ojos se concentran en la persona a su lado y sonríe.

Obito había pasado la noche en su casa.

Era la primera vez que dormían juntos en una cama (como tal, no compartiendo una tienda cuando estaban de misión) y la noche anterior había sido casi imposible para el peli plata conciliar el sueño porque su corazón simplemente estaba muy acelerado.

Ahora sus ojos perezosos analizaban la expresión de tranquilidad de su novio mientras dormía y sonríe.

Obito era muy bonito. Tenía un rostro realmente atractivo y simétrico; su cabello desordenado es suave y la expresión serena de su rostro le hace sonreír. Obito se veía imperturbable y tranquilo, como casi nunca se veía y esto a Kakashi le provoca un vuelco en el corazón.

Pocas veces se podía ver a un Obito tan apaciguado como ahora, porque casi siempre era un maldito dolor de cabeza excesivamente ruidoso.

Ríe un poco.

Su novio podrá ser muy bonito, pero eso no le quitaba lo infantil y fastidioso que podía ser la mayor parte del tiempo.

Kakashi escucha unos golpes leves en la puerta y luego observa como esta se abre. Su padre ahora está en la habitación con una sonrisa y los observa a ambos con ternura antes de hablar.

—¿No está despierto? —el peli plata más joven niega con la cabeza—. Bueno, el desayuno está listo. Les daré unos minutos para que lo despiertes.

El Hatake agradece que su padre no hubiera hecho una broma estúpida como las que hizo el día anterior cuando había traído a Obito a cenar, que implicaban muchas cosas y que, además, lo avergonzaban de sobre manera. Quizás lo hizo porque el menor seguía durmiendo.

Cerró los ojos con vergüenza cuando recordó que su padre le había dicho a su novio que él era incapaz de dejar de hablar de él y que hasta en sueños lo mencionaba.

Estuvo tan avergonzado que, en un intento por ocultarse a sí mismo, terminó deslizándose en su asiento hasta el suelo y casi haciéndose bolita allí, debajo de la mesa.

Esas cosas, simplemente, no se decían.

Suspira, haciendo un intento por olvidar el suceso.

Obito se queja levemente y se acomoda un poco mejor a su lado. Kakashi aprovecha la cercanía para abrazarlo con mayor facilidad y analizarlo a más profundidad.

Las pestañas de Obito eran muy largas. Con los ojos cerrados, se veían incluso más largas de lo habitual. La primera vez que ambos se habían quedado viendo a los ojos había sido cuando eran más pequeños; lo más seguro es que tuvieran unos cinco años y estaban en la academia. En ese entonces Kakashi había notado que sus ojos expresaban todo lo que el pelinegro sentía como un libro abierto y que sus pestañas eran encantadoras. Hipnóticas, diría él. Porque le fue inevitable no apartar su vista de los ojos del otro.

Simplemente enmarcaban sus enormes iris con delicadeza y lo hacía ver precioso.

Claro que en ese entonces no se llevaban muy bien, así que él negaba rotundamente que ese niño fastidioso le había parecido bonito.

Besos contados → ObiKakaHikayelerin yaşadığı yer. Şimdi keşfedin