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Mis tacones resonaban en el pavimento, caminaba con rapidez, la noche en New york era peligrosa dependiendo del lugar donde caminara y más cuando era una chica sola, a mitad de la noche.
Los grillos eran el único ruido en el cual podía concentrarme, pero pronto unas risas se comenzaron a acercar más y más.

- ¡Oye preciosa!- exclamó uno de los hombres. Su voz tenía un tono ebrio y no paraban de reír.

- ¡No nos ignores! ¡Ven con nosotros bombón, tenemos un regalo para ti!- se le unió otro hombre, con el mismo tono.

Ignorando los comentarios yo apresure el paso. Esperaba que mi suerte me ayudará hoy y que dejarán de seguirme, pero fue todo lo contrario, al girar en la esquina de la calle, escuche los pasos acercace, no eran de caminata, los hombres habían corrido hacia mi.

- Nos gustan las chicas que se hacen las difíciles- comentó uno mirándome con lujuria.

- ¿Porque no vamos al callejón?- sonrió con malicia su acompañante.

- Por favor, no...no me hagan daño- pedí de inmediato con la voz temblorosa. Podía sentir que mi cuerpo palidecia ya por el miedo.

- Mira eso, hermano- rió uno de los hombres y golpeó levemente el hombro se su amigo- La perra si habla.

- Esto será más divertido de lo que crei- aseguró el otro tipo. Lanzó la botella de alcohol al piso y se acercó a mi acorralandome a la pared.

El hombre acariciaba mi pierna de forma brusca, mientras besaba mi cuello, dejando su desagradable saliva sobre mi piel. Trataba de apartarlo, tenía mis manos sobre su pecho, pero me era imposible, su tamaño y su peso, eran el doble del mío.

- No más, por favor- suplique en un sollozo.

- Pero si aún no empieza la mejor parte- respondió el hombre que estaba sobre mi.

Sentí que se detuvo, se aparto un poco, no dude y lo vi como la oportunidad perfecta para correr. Lo intente, pero el otro hombre lo imaginaba y me detuvo con un golpe en el rostro.
Me cargo de la cintura, me llevaba sobre su hombro como un costal de papas, mi vista era nublada, pero conforme se apagaba la luz sabía a donde me estaban llevando, al callejón.

- Ponla sobre las cajas, no voy a hacerlo sobre un bote de basura- ordenó el hombre al que me cargaba.

El hombre me dejó sobre las cajas, como se le ordenó. Pude notar que el otro sujeto se comenzó a desabrochar el pantalón, era mi fin. Mis lágrimas no tardaron en salir, cuando el hombre se acercó sólo cerre mis ojos esperando lo peor, pero algo pasó.

- ¿Que carajo es esa peste?- cuestionó uno de los hombres mirando a su alrededor.

- Elliot, mira- apuntó con miedo hacia el inicio del callejón.

No había mucha luz así que no se lograba apreciar que o quien estaba ahí. Lo único que se lograba ver eran dos puntos rojos muy penetrantes.
Sin dudarlo me levanté de las cajas y me oculte detrás de los contenedores. Lo próximo que escuche sólo fueron gritos y extraños gruñidos.

- No quiero morir, no hoy...- susurraba para mi, cada vez mi voz temblaba por el miedo.

Los pasos nuevamente se escucharon, cada vez más y más cerca, sentí como un escalofrío recorrió mi cuerpo. Mire junto a mi, pude ver una silueta y note que esos puntos rojos eran ojos.

- ¿Está bien?- pregunto el hombre acercandoce.

- Yo...si, gracias- asenti aún sentada en el piso.

- Permítame ayudarla- me extendió su mano y la tomé con desconfianza.

Al levantarme sacudi un poco mi pantalón. Mire a mi salvador y gracias a la luz de la luna pude apreciar un poco más su rostro.

- ¿Dónde están los hombres?- pregunte mirando detrás de nosotros, ya que no había nadie.

- Están en donde deben estar- contestó el hombre comenzado a caminar en dirección a la salida del callejón.

Sin decir nada, camine detrás de él. Al llegar a la calle donde ya había más luz, el se giró y en sus manos tenía mi bolso, el cual me extendió.

- Debería de tener más cuidado- dijo mirándome. Sus ojos ahora eran de un azul muy llamativo.

- Lo tendré- asenti regalandole una sonrisa- ¿Cuál es el nombre del hombre al que debo de agradecer?- pregunte mirandolo con atención.

- Ian y no tiene porque agradecerme- aclaró girandoce. Se veía dispuesto a irse.

- ¿Me dejara sola de nuevo?- pregunte provocando que soltara un leve risa algo ronca.

- ¿Quiere que un extraño la lleve hasta su casa? ¿Señorita...?- cuestionó Ian mirándome de reojo

- Laura Cloven y ya no es un extraño, usted me salvó de algo que pudo ser traumático- respondí acercandome hasta el costado del hombre.

- Esta bien, Lauren, te acompaño a casa- asintió Ian y movio su mano indicándome que comenzaramos a caminar.

Abrí mis ojos de golpe, mi respiración era agitada. Pase una mano sobre mi frente y está termino cubierta de sudor. Sentí una mirada sobre mi, movi un poco mi cabeza y me detuve en la chica junto a mi cama.

- ¿Qué haces ahí parada?- pregunte algo agitada.

- La escuche gritar, lo siento Madre- agachó la cabeza con algo de miedo- ¿Volvieron sus pesadillas?.

- Si, Vixx, como lo han estado haciendo las últimas semanas- bufe sentándome en la orilla de la cama- Pero no importa...¿Ya es de día?- mire un poco a la ventana, la cual estaba cerrada por las cortinas.

- Si, majestad, el club está listo para abrir sus puertas- informó mirándome atenta.

- Entonces ve y ordena que abran, hay nuevas almas que tomar el día de hoy, Vixx- ordene levantándome de la cama.

La chica salió con rapidez de mi habitación. Me coloque mis pantuflas y camine hasta quedar frente al tocador. Me mire en el espejo y sonreí levemente. Tenía que arreglarme, siempre daba una buena imagen, era la reina del abismo, la madre de los demonios, ese era el modo en que todos en este club me conocían, aunque el único que me conoció realmente como Laura Cloven, fue Ian.

Me coloque mis pupilentes negros como cada día, peine mi cabello, me puse el labial rojo sobre mis labios y me cambié por mi vestido rojo, además de los tacones negros. Salí de la habitación y camine por los pasillos, recibiendo miradas de mis empleados a los cuales les regalaba una sonrisa.
Conforme me acercaba a la gran puerta, la música se escuchaba más y más. Al estar frente a estas, tomé las manijas y abrí, observando a la inmensa cantidad de gente.

- ¡La reina madre está aquí!- exclamó el Dj. Dirigió la luz hasta las escaleras donde estaba y todos miraron.

- ¡Bienvenidos a Infernaculus!- grite alzando mis manos al aire.

Los gritos de emoción no tardaron en escucharse, la música siguió, la gente continuó bebiendo y yo me aleje a mi oficina, como la reina madre, tenía mi trabajo y ese era, tomar las almas de los que pecaban de más.

Ladrones de almas² [Saga Sangre Maldita]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora