Quinta luna.

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En medio de un ataque por parte de una de las marionetas de Naraku, la mochila de Kagome se había roto. No de una forma desastrosa, haciendo que todas sus pertenencias vuelen por el campo de batalla, simplemente uno de los agarres se había desgarrado y era más incómoda de llevar.

Allí momentáneamente la había tirado a un costado rápidamente para seguir peleando. 

Pero luego vinieron días de coser y coser.

Debido a la cantidad de cosas que solía llevar, el peso era algo que las nuevas costuras no soportaban. Incluso tuvo que volver a casa a dejar algunas cosas para poder cambiar de mochila, a una de menor tamaño que anteriormente pertenecía a su hermano. 

Definitivamente necesitaba tener su mochila amarilla en el mejor estado posible. Su madre, cuando pasó por el cambio de mochila, le explicó rápidamente el mejor método para que las costuras resistieran, le dio los materiales y le deseó paciencia. 

Así que allí estaba, buscando el lago o río de esta noche de luna llena, con la finalidad de sentarse a coser por horas hasta que estuviera segura de que los hilos no se romperían.

El clima había mejorado desde la última vez, por lo que no habían ocurrido precipitaciones por días y la temperatura era completamente tolerable con la vestimenta adecuada. Kagome podía ver como la luna brillaba a través de las ramas de los árboles frondosos que creaban un camino, casi imaginario, para ella.

Con la costumbre producto de los años en el Sengoku, esquivó rocas y ramas que se encontraban en el suelo, afortunadamente no debía forzar mucho la vista para divisarlas. Cuando ya pudo empezar a oír el correr del agua, apuró el paso mientras buscaba la presencia del Lord del Oeste. Simplemente para saber quien había llegado primero.

Junto a la mochila y las cosas para remendarla, ella había llevado alimento para dos personas, en caso de que él quisiese probar otra vez. 

Algo que podía parecer raro, pero confiaba en la última conversación que habían tenido. Ambos eran personas de palabra, curioso.

Había una extraña conexión entre ellos y no podía dejar de pensar en eso desde la última vez. La última vez había sido algo inesperadamente esperado.

Habiendo llegado al lago, Kagome tomó asiento como de costumbre bajo un árbol de buen tamaño como para que el demonio pudiese recostarse en lo alto de así quererlo. Acomodó su pequeño espacio como usualmente, para tener todo cómodo a la hora de empezar a coser. 

De una pequeña caja de lata sacó el hilo amarillo claro junto al hilo y una pequeña tijera para no pelear a los tirones con el hilo, por suerte enhebrar la aguja no era algo que se le dificultara así que lo hizo rápidamente. Necesitaría mucho hilo para lo que estaba por hacer, debía poner todos sus recientes conocimientos en práctica y aprender más en el proceso.

Como con todo, suspiró.

-¿No es temprano para suspirar?- cuestionó el recién llegado, aproximándose hacia ella a paso lento e intentando decidir donde se posicionaría al estar cerca.

-No cuando llevo demasiado tiempo perdido en esto...- lo observó, tan pulcro como siempre.- Tal vez no perdido, pero si invertido muy lentamente, se siente eterno.

-¿No es mas sencillo conseguir una nueva? Si tantas molestias te produce.- las posibles respuestas de ella a la pregunta eran simples de deducir pero aún así la realizó, Sesshomaru tomó asiento frente a ella, cerca de la orilla del lago.

-Si, pero en algún momento debía aprender a hacer costuras fuertes aunque fuesen un desastre visual.- rió para luego agregar.- Además todo este viaje también tiene sus gastos.

Una vez al mes. [ Sesshome ]Wo Geschichten leben. Entdecke jetzt