Sueño de Verano - Toma 10

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Shouji no podía dejar de darle vueltas, simplemente había algo que no cuadraba.

La noche había caído hacía varias horas y el barco atravesaba el oscuro mar hacia la costa china a una velocidad constante. El ex—policía tenía la mirada perdida en los surcos de espuma blanca que dejaba el agua al chocar contra el casco, atravesando el océano impasible.

Bai se había dormido, aparentemente traumatizada por lo ocurrido, aparentemente...

Se apartó los cabellos de la cara con ese sentimiento de intranquilidad bailando obsesivo en su estómago.

Mentía.

Lo sabía con la misma exactitud de un reloj suizo. Se lo gritaba su instinto de policía desde todos los rincones de su cabeza.

Y si Bai mentía nada le garantizaba que no se dirigiese derecho a una trampa.

El tenue brillo de sus extraños ojos le llegó a la memoria y se estremeció sin frío. Necesitaba una respuesta y no estaba dispuesto a esperar a la mañana.

Ella sola había derrotado a aquellos dos hombres armados, pero entonces...¿porqué buscar su ayuda cuando le perseguía ese tipo por Tokyo?¿qué era exactamente lo que necesitaba de él?

Sus pasos le llevaron de nuevo hacia la puerta del camarote y entró sin llamar, por si acaso su pistola seguía a buen recaudo en su chaqueta.

Encendió la luz, ¿acaso no la había dejado durmiendo?

La muchacha le observaba con sus dos ojos serios y retadores, sentada en el borde de la cama.

— ¿Ocurrir algo? — preguntó con una inocencia de la que Shouji había comenzado a dudar.

— ¿Quién eres? — interrogó él, sin apartar sus ojos azules de ella.

— No entender — repuso torciendo el rostro y pestañeando rápidamente.

— Déjate de juegos, aquí está pasando algo...esos tipos querían matarte y te deshiciste de ellos sin ningún problema.

— Bai no sabe, todo confuso ser — replicó arrugando las cejas en una deplorable actitud de indefensión.

— Dime la verdad o esto se ha terminado, ¿qué es lo que está pasando? — escupió él, comenzando a perder los estribos y avanzando un paso en el estrecho espacio.

— Bai no...

— ¡Basta ya! — sus nervios terminaron de romperse en mil pedazos, desenfundó el arma amenazante y ella comenzó a temblar con lágrimas en los ojos.

— ¡Shouji asustar a Bai!¡no saber que pasar, no saber nada!

— ¡Mientes!

— ¡No!

— ¡Dime la verdad!¿acaso me tomas por idiota?, ¿qué demonios es lo que estás ocultando?¿para qué me necesitabas?¿y qué es la joya?

Su expresión asustada dio paso a un rostro que no había visto hasta el momento, la chica suspiró audiblemente y enredó el dedo índice de su mano derecha en una fina cadenita que llevaba al cuello.

— ¿Querer saber? si decir no haber vuelta atrás... — pronunció completamente fría, calculadora, tirando suavemente del cordel dorado de su cuello. Él la miró atentamente, casi sin respirar.

Del extremo de la cadena asomó una piedra engarzada del tamaño de una nuez. Era de un color verde oscuro, como las hojas de los árboles perennes y de un aspecto tosco y rugoso. Shouji la miró contrariado.

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