Epílogo

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Alexander

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Alexander

Mis oídos recogen el irritante sonido de varios pitidos de lo que parece ser una máquina, mi cabeza se siente pesada y llena de pensamientos confusos, me cuesta recuperar la conciencia con el dolor agónico que recorre cada una de mis extremidades; no me permite moverme y la impotencia comienza a asfixiarme ya que sólo puedo pensar en ella y en la última imagen que mi mente proyecta.

Agoto mis últimas fuerzas y abro los ojos lentamente, sintiendo como todos los acontecimientos que he vivido vuelven de repente a mí dejándome sin aliento, me centro en la habitación blanca que aparece en mi campo de visión y no me es difícil deducir dónde estoy.

Un hospital.

Reparo mi alrededor, pestañeando mientras lo hago, siento un nudo en mi garganta y una preocupación que no me deja ni respirar. No obstante, mis ojos solo pueden concentrarse en la persona que está sentada en la silla y me mira como si se tratase de un milagro.

—Alexander... —formula en una mezcla de sorpresa y emoción—, despertaste —sonríe aliviado, no puedo devolverle el gesto.

Se levanta de su lugar para acercarse y abrazarme, hago una mueca al sentir el fuerte abrazo pero me abstengo de decir algo hiriente. Hay un vacío en mí que no se va ni al sentir los brazos de mi padre estrechándome contra él.

Me falta algo, alguien.

Lo separo de mi y él me sigue sosteniendo la mirada con una sonrisa de alivio y emoción plasmada en sus labios. Cómo si todo estuviera bien, pero no lo está.

—Quiero verla —pido ahogándome en mis propias palabras, la tristeza me avasalla al recordar los sucesos vividos y por un momento dudo ser lo suficientemente fuerte para pedir lo que en realidad deseo—, necesito....ver su cuerpo —un sollozo sale de mi garganta y mi padre me mira aturdido.

Mi mirada se endurece y él muestra una pequeña sonrisa que me siembra la incertidumbre.

—Camille está viva —reafirma y mi cuerpo no reacciona a lo que acaba de decir.

Lo miro sin poder creerlo.

—¿Ella está viva? —pregunto en un hilo de voz, sintiendo mi corazón acelerarse con demasía.

—Lo está, hijo —asegura—, Camille sobrevivió al igual que tú —cierro mis ojos para disimular las emociones que me atraviesan el alma, mi cuerpo se libera del gran peso que me estaba consumiendo, después de tanto siento que puedo volver a respirar, a vivir.

A sonreír.

—¿Dónde está ella? Necesito verla, estar a su lado —me exalto y la sonrisa de mi padre vacila—, ¿dónde está mi mujer?

No estoy lista para soltarte (+18) ✔️©️Donde viven las historias. Descúbrelo ahora