Capitulo IV

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Silencio. Solo eso se podía escuchar luego de los 7 disparos que acabaron con la vida de Iyami, los cuerpos de Hiro, Matsuzou y Matsuyo se encontraban en el suelo alrededor de un cargo de sangre que se extendía cada vez más. Ciertamente no era así como se esperaba que terminara todo, sobretodo porque no ha terminado aún.

Efectivamente la culpa de que sus padres estuvieran muertos era de Iyami, pero quien había realizado los disparos que les quitó la vida fue Atsushi. La tensión y el resentimiento se podía sentir entre ellos, la mano de Osomatsu temblaba con el arma en esta, tenía todo el deseo de levantarla y dispararle a Atsushi, pero sabía que, si lo hacía, él y sus hermanos también terminarían muertos pues se encontraban en territorio de la mafia Fukushima y rodeados.


—Tu...maldito Matsuno—masculló Yuna.

—Debería decir eso yo de ustedes, sobretodo de ti Atsushi—replicó Osomatsu viendo al que ahora era el líder de la mafia Fukushima— Hermanitos, nos vamos, pero Atsushi...esto no se quedara así, desde ahora como nuevo jefe de la mafia Matsuno, declaro la guerra.

—Que así sea...—sentenció Atsushi.


Los sextillizos se retiraron y a partir de aquel día, la guerra entre ambas familias comenzó, Osomatsu se volvió jefe de la mafia Matsuno junto a Karamatsu y Choromatsu, mientras que Atsushi tomó el liderazgo de la mafia Fukushima con Yuna como su mano derecha. Mientras cada quien se hacía cargo de su propio imperio, en secreto, intentaban derribarse entre ellos y solo cuando uno lo lograse, daría el balazo final en la cabeza.

Los años pasaron, para ser más exactos pasaron 5 años, Atsushi y Yuna siendo los dueños de las zonas Oeste y Centro se mudaron varias veces al igual que los sextillizos se desplazaron por las zonas Norte, Sur y Este. Pero también, a medida que el tiempo transcurría, nuevas organizaciones criminales que iban ganando renombre poco a poco buscaban hundirlos también.


—¡Osomatsu nii-san! —gritó molesto Choromatsu desde el otro lado de la línea— ¡Estas mandando el plan al demonio!

—¡Perdona, pero tu plan es súper aburrido Pajamatsu! ¡¿Tu encargándote con los asesinos seriales y el demonio manipulador mientras que a mí y a Karamatsu nos dejas fuera?! —se quejó el hermano mayor.

—¡Son los lideres maldita sea! ¡Obvio que ustedes deben mantenerse fuera lo más que puedan! —protestó nuevamente el de verde mientras que Osomatsu alejaba el teléfono de su oreja y hacia burla con la mano.


Los sextillizos se encontraban en medio de una misión, un par de proxenetas le debían hasta el alma y ahora mismo se encontraban en sus casinos para cobrar lo que les debían. La idea era infiltrarse, Todomatsu debía distraer a los guardias mientras Choromatsu los tomaba por sorpresa y los mataba, Ichimatsu y Jyushimatsu estaban con ellos en caso de emergencia, mientras que Osomatsu y Karamatsu estaban afuera vigilando y además de ser los conductores.

Ese era el plan original, pero como era de esperarse del mayor de los sextillizos, siempre tenía que hacer lo que se le pegaba la regalada gana y ahora junto al segundo al mando se movía por los ductos de ventilación. Los dos mayores, sobretodo el primogénito de la familia, ya algo cansados de oír al tercer hermano, colgaron la llamada y continuaron con su camino.


—Cuando regresemos a casa voy a hablar seriamente con Pajicortamatsu—bufó Osomatsu haciendo un puchero y causando que el segundo reprimiera una carcajada.


Ambos hermanos continuaron moviéndose por los ductos hasta que llegaron a lo que parecía ser una habitación oscura y bajaron allí. Era un pasillo lleno de puertas cerradas con llave y candado, lo que les daba a entender que quizás allí se encontraban las novatas que más adelante emplearían o bien a las que venderían.

No había ninguna señal de guardias cerca así que empezaron a caminar y a curiosear por las pequeñas ventanas que había en las puertas, casi la mayoría de las chicas que se encontraban allí o estaban drogadas, ya que se veía en el suelo las agujas, o bien dormidas, bueno, dormida o muertas de sobredosis, no lo sabían con exactitud. Llegaron casi al final del pasillo y Osomatsu se fijó en la puerta y al ver el interior sintió que su corazón daba un brinco.


—Karamatsu...—llamó a su segundo— Ven a ver esto.

—¿Qué sucede aniki? —inquirió el joven de azul asomándose y al ver a la chica en el interior también se quedó helado. — E-ella es...

—Yuna—musitó Osomatsu serio.


Yuna Fukushima se encontraba en el interior de la habitación acostada, no sabían si se encontraba inconsciente, drogada o muerta. Sin demorar más, Osomatsu sacó su arma y disparo al candado y al cerrojo abriendo la puerta.

Ambos entraron para revisar a Yuna, estaba viva, solo se encontraba sedada y con heridas defensivas en manos y brazos, que viéndolas más de cerca dedujeron que a Yuna la habían traído no hace más de unas cuantas horas. Ambos hermanos se miraron y luego nuevamente a Yuna, tratando de decidir rápido que hacer con ella.

Fácilmente podrían matarla o dejarla aquí, pero Osomatsu decidió tomarla en brazos y sacarla de allí de inmediato, ya luego decidirían que hacer con ella. Rápidamente regresaron por el pasillo, deteniéndose unos segundos al escuchar unos pasos que se acercaban, al parecer los disparos llamaron la atención de algunos guardias.


—Yo me encargo Karamatsu, tu tenla—habló Osomatsu pasándole a Yuna.

—Okey big bro—dijo Karamatsu cargando a Yuna.


Osomatsu se quitó su chaqueta y se arremango las mangas de su camisa sonriendo con malicia, en cuestión de minutos estaban todos los guardias en el suelo muertos y el mayor de los sextillizos ahora revisaba los cadáveres llevándose las billeteras. Una vez que tenía todo lo que quería continuaron hasta salir del casino y llegar hasta donde se encontraba su auto.

No paso mucho para que llegaran Choromatsu, Todomatsu, Ichimatsu y Jyushimatsu, estos dos últimos bañados en sangre de pies a cabeza. El tercero estaba a punto de replicarle al primero y al segundo, pero se quedó con las palabras en la boca al ver a la joven que el Matsuno de azul tenía en brazos.


—¿¡Yuna!? —exclamaron los 4 perplejos.

—Mejor que nos vayamos si ya terminaron, Choromatsu, llama a Kamimatsu, que se prepare para hacerle una revisión, Jyushimatsu tu conduces—ordenó Osomatsu.

"Oh, oh" pensaron Karamatsu, Choromatsu, Ichimatsu y Todomartsu al oír aquella ultima orden de su hermano mayor.


Después de que, literalmente Jyushimatsu atravesara la puerta del garaje de su casa, sin mencionar otro par de cosas que atropello en el camino, Osomatsu cargo a Yuna y la llevó a una habitación en donde Kamimatsu lo esperaba. Mientras el primo de los sextillizos atendía a la joven, los seis se encontraban reunidos para decidir qué hacer: si matarla o dejarla viva.


—Podríamos usarla para divertirnos con Atsushi y atormentarlo un poco—opinó Todomatsu.

—Yo digo que la matemos, no sé ni para que la trajeron en primer lugar—bufó Ichimatsu.

—Es su decisión—dijo Choromatsu viendo a los mayores.

—¡Choromatsu nii-san tiene razón! —opinó Jyushimatsu.

—Muy bien...retírense, Karamatsu y yo hablaremos—pidió el hermano mayor y los cuatro menores asintieron y se retiraron dejando a los dos mayores juntos.


¿Qué destino le esperara a Yuna Fukushima?

Herederos de una VenganzaWhere stories live. Discover now