𝗞𝗶𝘀𝘀𝗲𝘀 𝗮𝗻𝗱 𝗰𝘂𝗱𝗱𝗹𝗲𝘀.

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Luego de aquella mala experiencia, y con ideas de los chicos, Baji decidió que debía darle todo un día de amor a su novia para ayudarla a olvidar lo más posible lo sucedido. Aprovechando también que su suegra salió temprano, pues golpeó la puerta cuando estaba alistandose para ir donde con su amiga Rinko todo el día a una sesión de Spa.

Chifuyu había ido a rentar las películas de princesas favoritas de Leiko y Mitsuya le llevó dos paquetes de palomitas junto a un chocolate de su parte para la pelinegra. Los gemelos le mandaron un peluche de osito y Mikey y Draken prometieron ir a visitarla más tarde, pues llevarían a Emma a dar un paseo.

Ella aún dormía, en la noche se quedaron despiertos hasta que pudo conciliar el sueño a eso de las tres de la mañana. Luego él la arropó y se fue a su apartamento para comenzar a planear todo por mensajes; una tarde de películas. Sonaba bien.

Quería despertarla con un desayuno a la cama pero no sabía hacer ni un huevo revuelto, así que le sirvió en su taza de Melody leche de fresa y la calentó un poco en el microondas. En un plato sirvió galletas de vainilla que había comprado y con cuidado de no derramar nada caminó lentamente hasta su habitación dejando la comida en la pequeña mesita de noche blanca.

—Bonita, despierta.—La removió un poco, Leiko se quejó tapando su cara con las mantas. No sabía si reír o llorar, pues a ella no podía despertarla como despierta a Chifuyu o a Mikey.

Decidió que la mejor opción era ser suave. Se sentó a su lado en la cama y comenzó a repartir besos desde sus mejillas hasta su nariz. Junto a esto jugó con su cabello enredado y poco a poco comenzó a hacerla sentarse acomodandola en su pecho.

—Quiero dormir más.—La escuchó murmurar con su vocesita adormilada. Podía morir de amor ahí mismo.

—Debes comer algo, son las doce.—Acarició su espalda en forma circular, de a poco sintió como su abrazo era correspondido.

—hay que dormir.—Intentó tirarlo hasta la cama con ella, claramente en vano. Keisuke rió por la actitud infantil y tomó una de las galletas para acercarsela a la boca. Aquello fue santo remedio para que sus ojos se abrieran y le diera un mordizco contenta, disfrutando del sabor dulce.

—¿Quieres leche también?.—Ella asintió dejándose consentir. Era un ganar ganar, pues el pelinegro adoraba esa faceta tan linda de su novia y ella era mimada como un bebé.

Termino por darle todo el desayuno mientras ella reposaba en sus piernas. Sintió los golpes en la puerta que indicaban que Chifuyu ya tenía las películas. Todo iba de acuerdo al plan.

—Cambiate, te tengo una sorpresa.—Le robó un pequeño besito volviendo a dejarla en la cama, la pelinegra asintió curiosa y algo emocionada. Salió de la habitación cerrando la puerta y corrió a abrirle al rubio.

—Aquí está todo lo que me pediste y yo le compré de las galletas de Kitty que le gustan, dáselasde mi parte.—Tomó la bolsa negra sabiendo que tenía poco tiempo para ordenar el salón.—Te dejo, mi mamá me espera.

—Gracias, Chifuyu.—Le sonrió a su amigo, este hizo un gesto restandole importancia y comenzó a caminar hacia las escaleras.

Cerró la puerta del apartamento y admiró su panorama. Debía correr el sillón y hacer las palomitas, tal vez poner los caramelos en fuentes.

No podía ser tan difícil.

Además de que tenía un el montón de regalos que le mandaron en la mesa para entregárselos. Al igual que las benditas pantuflas que hasta el momento seguían en su bolsa, pues cada vez que quería dárselas algo ocurría.

Y si iban a estar todo un día en casa era el momento perfecto.

Para cuando Leiko salió del baño limpia pero con otro pijama más y vió todo a oscuras con sólo el televisor encendido y a su novio esperandola en el sofá entre mantas y cojines el corazón le saltó del pecho. Habían bocadillos, palomitas.

—Te hice un cine improvisado, ¿Que quieres ver primero, la Cenicienta o Blanca Nieves?.—Este sujetaba ambas cartolas en cada mano. Dios, su novio era perfecto. Corrió hasta su lado tirándose de lleno al sillón para abrazarlo con todas sus fuerzas.

—Te quiero, te quiero, te quiero.—Besó sus labios entre cada oración.—Veamos la Cenicienta.—Pidió emocionada, pues no recordaba la última vez que pudo ver aquella película en paz.

Keisuke los acunó a ambos en una manta suave color rosa que había encontrado, Yun había aparecido de su paseo diario por el vecindario y se recostó entre las piernas de ambos disfrutando de los mimos y el calor, robando una que otra palomita a la descuidada de sus padres.

Cuando Baji le puso play a la película volvió a sentirse como una niña por algunos instantes, y lo mejor, es que tenía al príncipe a su lado.

Ambos rieron con Aquellos adorables ratoncitos y maldijeron a la estúpida madrastra, Leiko le contó que su sueño era casarse con un vestido igual de grande y brillante que el que la nada madrina le había hecho a la Cenicienta.

Y se la imaginó. No iba a olvidar aquella imagen nunca en su vida, hasta que se cumpliera.

Cuando llegaron a la escena de las escaleras, en donde el príncipe preguntaba su nombre y ella estaba a punto de salir corriendo para dejar su zapatilla, le puso pausa. Su novia lo veía confundida, pues era de las mejores partes.

Con cuidado, y escondiendo aquello en su espalda, se agachó hasta quedar arrodillado frente a la bonita pelinegra.

—¿Keisuke-kun?.—Vió atentamente como el chico sacaba un par de lindas pantuflas de My Melody algo avergonzado y con sus mejillas tintadas de rojo, sus ojitos brillaron. Recreando la escena que aparecería más tarde, Baji tomó suavemente sus tobillos para calzarle ambas.

Calientitas y suaves, además de bonitas. Eran perfectas, mejor que cualquier zapatilla de cristal.

—Espero que a la princesa le gusten.

—Me encantan, ven aquí, mereces mil besitos de agradecimiento.—Acunó sus mejillas con sus manos para comenzar a besarlo, aún seguían siendo algo inexpertos en besos largos pero debían aprender de alguna manera. Hubieran seguido de no ser porque la patita de Yun los separó.

—Traidor.—Gruñó el pelinegro para volver a la misma posición en la que estaban, el minino se acomodó como queriendo decirle que era su esclavo y que debia obedecerlo. Leiko rió llevando su mano al dorso de la cabeza de su hijo para acariciarlo.—¿Y yo?.

—No puedes estar celoso de Yun, cariño.—Se rió en su cara, los ojos ámbar sacaban chispas.—Ya ya, acomodate tu también.—De inmediato Keisuke tomó posesión del hombro de su chica pasando su brazo en su cintura, reclamó con un puchero los mimos en el cabello que requería.

Se pasaron toda la tarde en aquella burbuja, olvidaron por momentos que existía algo más en el mundo que sólo ellos dos junto a Yun. Y cuando Draken y Mikey llegaron, no abrieron, pues se habían quedado dormidos abrazados otra vez. Ya podrían disculparse luego.

𝘿𝙧𝙪𝙜𝙨&𝘾𝙖𝙣𝙙𝙮.-𝙆𝙚𝙞𝙨𝙪𝙠𝙚 𝘽𝙖𝙟𝙞.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora