INTRODUCCIÓN

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   Nueve años había trascurrido desde que Severus Snape perdió lo único que alguna vez llegó a importarle en la vida…

   Bien, realmente de ese hecho pasaron más de nueve años. Todo comenzó cuando él tenía quince y estaba en Hogwarts, pero aun cuando en ese entonces las cosas parecían perdidas todavía tenía una esperanza de que cambiaran. Tal vez si dejaba pasar un poco el tiempo y luego se esforzaba lo suficiente, entonces podría lograrlo. Pero nueve años atrás esa esperanza acabó por… morir.

   Saber que la única mujer que había amado alguna vez terminó eligiendo a otro, creyó que sería lo peor que le podía llegar a pasar en la vida. Saber que esa mujer, poco tiempo después, estaba muerta…

   Su vida no tenía ningún sentido actualmente, sólo estaba lleno de días borrosos en los que no sucedía absolutamente nada que lograra moverlo un poco. Dar clases a los mismos alcornoques de siempre, preparar pociones, soportar las charlas de Albus Dumbledore que parecía haber tomado como un reto personal el evitar que cayera completamente al ostracismo, aterrorizar estudiantes, eso era todo lo que hacía en su día a día. Y aunque eso último era lo único que podía decir que, relativamente, le levantaba el ánimo algunas veces, no siempre servía.

   Todos a su alrededor parecían haber podido continuar sus vidas luego de la desbastadora guerra que habían vivido nueve años atrás. Se casaban, tenían hijos, viajaban, abrían negocios, hacían nuevos proyectos… Pero, ¿recordaban cómo les había llegado esa tranquilidad? ¿Qué había sucedido para que pudieran estar tranquilos de salir a la calle y no estar temiendo el no poder regresar  a sus casas, si podían volver a ver a sus familias? Tal vez sí. Tal vez no.

   Él no podía olvidarlo.

    Todo sucedió una noche de Halloween. Un Mago Oscuro había entrado a la fuerza a una pequeña casa familiar luego de que la familia que vivía allí fuera traicionada por quien se decía su mejor amigo. Dicho Mago Oscuro asesinó sin piedad al dueño de casa cuando éste intentaba proteger a su esposa y su hijo pequeño, antes de seguir su camino hacia arriba, hacia donde se encontraban la madre y el niño…

   Severus no quería pensar en eso, como seguramente la mayoría del mundo mágico no quería hacerlo decidiendo seguir sus vidas como si nada realmente sucediera, pero la realidad era que no podía, ¿cómo hacerlo si había sujetado en sus brazos, por unos minutos que le parecieron horas, el cuerpo sin vida de su antigua amiga? De su único amor.

   El mundo mágico tenía derecho a olvidar, a no pensar ni revivir lo que tuvieron que pasar en esos años oscuros. El problema era que él no parecía tener ese derecho.

   Esa noche, la noche en la que todos festejaban, él no podía más que pensar en la muerte. La muerte de sus esperanzas, su propia muerte si tuviera las agallas suficientes para llevarlo a cabo. La muerte de Lily.

   Y esta era una noche como aquella. Una noche en la que los que estaban a su alrededor podía irse al mismo infierno si les apetecía. No estaba de humor para Dumbledore y los festejos que hacía año tras año, ni para soportar a cuanto adolescente hormonal había en el castillo. No estaba de humor para nada más que mirar el vacío que se abría a sus pies desde la barandilla de la Torre de Astronomía.

   Esa torre le traía buenos recuerdos, los pocos tranquilos que había tenido en su tiempo como estudiante en Hogwarts, siendo que allí era el único lugar donde la banda de los matones en ciernes que se hacían llamar a sí mismos los Merodeadores, no podían hacerle daño.

   Madame Cambell, quien había sido su profesora de Astronomía, parecía ser la única del plantel docente que mínimamente se fijaba en él más que para encontrarle algún defecto. Ella lo había “salvado” más de una vez de Sirius Black y su banda; y sabiendo que necesitaba un lugar tranquilo donde estudiar o simplemente estar (siendo que ni en su propia Casa lo aceptaban), le dio la contraseña para entrar a la torre siempre que quisiera.

   Cuando volvió como profesor, madame Cambell se había jubilado, tomando su lugar Aurora Sinistra. Y ella no tenía el más mínimo reparo en dejar el lugar abierto para cualquiera. Realmente cualquiera.

   Lamentablemente esa era la razón por la que la Torre de Astronomía ahora tenía para él ese sentimiento ambiguo de anhelo y rechazo. Aun así, seguía siendo el único en el que quería estar en una noche como esta en la que sólo pensaba en la muerte.

   No era como si estuviera pensando en tirarse en realidad. Al menos, esa ya no era su idea. Dos meses atrás lo había pensado, planeado incluso.

    Un día antes de que comenzara el año escolar había subido, sentándose en la barandilla con las piernas hacia el vacío, tal como estaba ahora. Su vida no tenía sentido, no había nada que le importara, nada que realmente lamentara dejar atrás. Pero entonces pensó que esa era una muerte ignominiosa, que encontraran su cuerpo esparcido en la base de la torre no era algo que le llamara particularmente la atención.

   Su vida había sido una basura en la que no había podido decidir mucho. Su muerte debería ser todo lo contrario.

   Sus pociones habían sido el único gran sueño desde que las conociera, lo único en lo que era bueno. El Maestro de Pociones más joven en mucho tiempo, eso debía contar para algo. Y así fue como se decidió por un veneno.

   Las cosas no habían terminado como lo planeó.

    Al final, sentado en esa barandilla, bebiendo más de lo que había hecho en toda su existencia (quizás dándose un poco de ánimos para lo que iba a hacer), terminó por sumar un error más a su vida.

    Porque sí, sus días no eran más que solo errores arrastrándose tras él. Porque el dolor le pesaba tanto como en esa noche de Halloween… Porque a Aurora Sinistra no se le había ocurrido colocar una simple  contraseña en la entrada de la Torre de Astronomía.

-Severus

   Severus no pudo más que cerrar los ojos y contar hasta diez cuando escuchó esa voz que lo llamaba. Tal vez si lo ignoraba lo suficiente terminaría por irse, pensó, pero el llamado volvió a repetirse y no le quedó otra opción que terminar girando en la barandilla para meter sus piernas dentro de la torre nuevamente.

-¿Qué quieres? –Prácticamente le gruño en tono de pregunta.

-Tenemos que hablar…

-Lo estamos haciendo.

-Tiene que ser en otro lugar –insistió –Más tranquilo. Más… privado.

   Realmente no estaba de humor para estos juegos. Quería poder irse, meterse en su cama y que el día terminara. Ya al siguiente se sentiría con más ánimos de afrontar lo que la vida se empeñaba en tirarle encima. 

>Es sobre lo que sucedió hace dos meses. Con nosotros.

   Esa última palabra terminó por romper definitivamente la escasa paciencia que tenía, y  que le estaba ayudando a comportarse (dentro de lo posible) de manera cortes.

-No existe un “nosotros” –espetó, el ceño fruncido del enfado –Hace dos meses fue un error que me gustaría olvidar. Y que también harías bien en olvidar.

    Terminado de decir eso, pasó por su lado directo hacia las escaleras, pero apenas había alcanzado a descender el segundo escalón cuando la voz lo detuvo nuevamente, tan violentamente esta vez que si no fuera porque tuvo tiempo de sujetarse de la barandilla habría terminado por rodar hacia abajo.

-Estoy embarazada.

   Severus se giró, aun sujetándose de la barandilla por si sus piernas decidían tirarlo definitivamente. La luz de la luna que entraba por los ventanales creaba un halo alrededor del cuerpo de la mujer haciéndola verse irreal, casi como si no estuviera allí, como si fuese un sueño. Y aun sabiendo que era solo una apariencia, Severus se encontró pensando en cómo le gustaría que fuera así, que nada de eso fuera real. Que Sybill Trelawney no acabara de decirle que estaba embarazada… de él.





   Historia escrita a pedido de Pink_Huffle_2015
   Espero te guste la trama...

Elisheba...

LO PEOR DE TI... LO MEJOR DE TIDonde viven las historias. Descúbrelo ahora