1. La fábrica (narrado por Ashia)

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Las opiniones de las personas cambian a lo largo de la vida, sin embargo si de algo había estado siempre segura era de que Mindi y Bred Belpois y los gemelos Della Robbia eran las personas más estúpidas que había conocido en mi vida.

Nuestros padres eran amigos, así que de pequeños solíamos tener comidas juntos, hacer excursiones absurdas todas las familias y esa clase de cosas.

Lo peor era que mis padres no paraban de pedirme que me hiciera su amiga. ¿Cómo querían que me hiciera amiga de esa panda de frikis? Bred era un cerebrito, Mindi una rarita, John un marginado y Kevin un creído. Ninguno de nosotros nos soportábamos.

Aunque después de que nos apuntaran a la academia Kadic, estuvimos menos controlados y liberados del deseo de nuestros padres de que fuéramos amigos del alma. Apenas había vuelto a dirigirles la palabra a ninguno de ellos a excepción de un corto adiós y poco más. Por eso me sorprendió tanto cuando, tras unos años apuntados a la academia, Bred se acercó a mí una tarde.

Yo estaba estudiando en un banco del parque de la academia disfrutando del día tan soleado que hacía y Bred Belpois se me acercó con algo de timidez. Llevaba un jersey de cuadros que le daba una pinta de ser más mayor de lo que era y a pesar de que yo era un año mayor que él no pude evitar sentirme más pequeña. Le dirigí una mirada de reojo sin hacerle demasiado caso hasta que él me habló.

-Hola Stern – yo me limité a ofrecerle otra mirada ¿Qué querría ese ahora? – creo que he descubierto algo que te podría interesar.

-¿Has descubierto cómo dejar de ser un sabelotodo? – pregunté con una sonrisa.

-JA-JA. Me parto de risa contigo. He... he estado en la fábrica abandonada que hay aquí cerca.

Dejé el libro de química que estaba sosteniendo a un lado en el banco. ¿Que había hecho qué? La primera y única regla que mis padres me habían impuesto al apuntarme a la academia Kadic había sido precisamente el no acercarme a esa vieja fábrica, y no solo a mí, a los hermanos Belpois y los gemelos Della Robbia también se lo habían prohibido terminantemente.

-¿Cómo?

-Bueno, sentía curiosidad. Tenía que haber algo importante allí para que no nos dejaran ir nuestros padres. He descubierto algunas cosas. A pesar de que su exterior parezca una fábrica normal y corriente, en su interior hay un ascensor.

-Wau, un ascensor – exclamé con ironía.

-Lo importante no es el ascensor, estúpida – me regañó él – es a dónde lleva. Bajo la primera planta hay un viejo ordenador, pero es impresionante, es enorme y tiene una potencia muy por encima de lo que podría llegar a tener un simple ordenador.

-Vale, puede que a ti eso te resulte increíble pero a mí no me va la informática – le dije volviendo a coger mi libro de química – además ¿Cuántos años tiene eso? Seguro que ya ni funciona.

-Funciona. Lo he encendido, me ha costado lo mío encontrar el accionador que lo pondría en marcha. Pero hace dos días lo hice y hay algo parecido a un videojuego en él.

-Un videojuego ¿Por qué me lo cuentas a mí? Los videojuegos suelen ser más cosa de Kevin ¿no? Y sus padres también estaban metidos en esto según tú.

-Kevin es un irresponsable. Tú pareces ser un poco menos inmadura.

-¿Debería tomar eso como un cumplido?

-Escucha – me pidió ignorando mi frase – en la segunda planta bajo el suelo hay tres especies de columnas con un montón de cables. Las he estado analizando durante estos dos días y estoy casi seguro de que son una especia de transportadores.

Pasando el testigoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora