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Se encontraba delante de la puerta de uno de los lujosos apartamentos de un edificio exclusivo para personas de altísimos ingresos. Un lugar al que había que acceder con incontables contraseñas, con portero las 24h que no estaba mirando el televisor todo el día, sino que te saludaba discretamente con una amables sonrisa.

seguro que le pagaban muy bien. Eso pensaba Fushiguro.

Era un lugar para vivir destinado a preservar la intimidad de sus habitantes. Gojo no le dio ningún código, simplemente cuando llamó las puertas fueron abriéndose a su paso. Y ahora ahí estaba, delante de otra puerta a la espera de que se abriese.

Si estaba ahí esa noche era solo por Nobara, única y exclusivamente por ella. Por evitarle el mal trago, por evitar que sufriera. Él ya estaba acostumbrado, pero la pobre Nobara no lo resistiría.

La puerta se abrió lentamente y al otro lado apareció Gojo; envuelto en una bata blanco con el pelo húmedo cayéndole por la frente. Fushiguro tragó saliva y entró.

Era un dúplex en el ático. Con grandes ventanales que ocupaban toda una pared con increíbles vistas a toda la ciudad. La sala tenía una gran pantalla y un largo sofá color crema que invitaba a sentarse, a tumbarse, a dormirse allí y no levantarse nunca.

EL techo era muy alto y se veía la barandilla que daba al segundo piso.

-Ponte cómodo -dijo Gojo entrando en la cocina.

Fushiguro tenía curiosidad y echó un vistazo. La cocina era blanca y negra, muy moderna, todas las superficies brillaban tanto que seguramente se podía ver reflejado en ellas.

Gojo sacó dos copas de un estante, las colocó bajo un dispensador de hielo que traía incorporada la nevera y unos hielos castañearon al depositarse en ellas.

Volvió a tragar saliva, se le estaban calentando las mejillas. Sabía que él le quería hacer, pero estaba dispuesto a echarse atrás si las cosas iban demasiado lejos. No podía obligarle a hacer nada que no quisiera.

Fushiguro dio unos pasos tímidamente hacia ese esplendoroso sofá y se sentó con cuidado. Comprobó de primera mano que efectivamente era el sofá más cómodo del mundo y se recostó.

Se respiraba un olor agradable, la temperatura también era agradable, se quitó la chaqueta y la dejo sobre sus piernas. Se sentía cómodo pero él no quería estar ahí, solo lo hacia por su amiga. No quería absolutamente nada del pervertido de su jefe.

Gojo apareció con las copas llenas de un liquido anaranjado. Las posó sobre la mesa frente a él u se sentó a su lado, cruzando una pierna sobre la otra, dejando que la bata subiera y dejara a la vista parte de su muslo.

-¿Cómo te encuentras Megumi?

-Mal.

-¿Te gusta este apartamento? Es mucho más modesto que la primera casa que viste.

-Modesto... esto es de todo menos modesto.

-Comparado con la mansión, si.

En eso tenía razón.

Gojo le hizo un gesto para que se sirviera y ambos tomaron las copas al mismo tiempo. Era alcohol. Fushiguro empezó a temer por su vida, pues dio un pequeño sorbo antes de acordarse con quien estaba. Dejo la copa en la mesa, no se fiaba mucho.

-¿No te gusta?

-Vamos al grano.

-Directo al grano. Que poco romántico eres.

-¿Romántico? No digas estupideces, por favor. Tú me has obligado a venir aqui.

-No te he obligado a nada, eres tu el que no quiere que me acueste con la chica esa.

Asco de jefe {GoFushi}Where stories live. Discover now