1. Fiesta en el jacuzzi

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La gente suele decir que soy alguien bastante complicada de tratar, pero no lo soy

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La gente suele decir que soy alguien bastante complicada de tratar, pero no lo soy. Suelo pensar que cada persona tiene ciertos límites.

Y el mío fue descubrir que mi novio me engañaba cuando me encontré a la chica con la que me los estaba poniendo inconsciente en un jacuzzi y con miles de latas de cerveza por todos lados.

Era un viernes por la noche y me tocaban clases de literatura eslava el sábado por la mañana. El festival de poesía en el campus era lo más importante del semestre, y yo me había ofrecido para leer unos cuantos poemas durante la apertura.

No se dejen engañar. Sí, era de poesía. Pero ninguno de nosotros era muy poético que digamos.

El presidente del centro estudiantil improvisó una parrilla en el patio, los puestos de comida que se distribuían en cada piso reproducían en sus parlantes distintos temas de cumbia remixeados y un grupo de gente hasta los topes de alcohol se amontonó alrededor del único pino.

—Parece como si el día de la independencia y Halloween hubieran tenido un hijo no deseado —susurró Josh.

Alcé el rostro y lo miré. Él me sonrió y por el brillo que despenden sus ojos supe que estaba a medio camino de emborracharse. La luz de las farolas en la acera se reflejó en uno de sus pendientes en forma de cruz plateada. No supe si el otro estaba escondido en su mata de cabello rojizo o si ya lo habría perdido.

Entre sus manos sostenía una hamburguesa de pollo a medio comer.

—Josh, eres vegano —le recordé.

Él bajó la mirada hasta su hamburguesa como si acabara de recordar que se la estaba comiendo e hizo una mueca de asco.

Le di una palmada en la espalda para consolarlo y con la otra mano alisé mi falda para que no se levantara.

Salí un momento para tomar un poco de aire fresco en lo que acababa la fiesta, pero el viento era horrible esa noche y mis piernas, abrigadas únicamente con unas medias, se estaban congelando.

—¡Eh, June!

Un coche se detuvo frente a la entrada del edificio y nos tocó la bocina —muy fuerte, por cierto—. Los dos levantamos la cabeza al mismo tiempo, como si estuviésemos sincronizados o algo así, y la chica del volante nos sonrió. Había más gente dentro del vehículo y la música que llegaba desde el interior se mezcló con la que provenía del edificio a mis espaldas.

La reconocí como una de mis compañeras de clase.

—¡La fiesta sigue en el apartamento de Hannah! —nos gritó para hacerse oír—. ¿Vienes?

Ni siquiera me paré a pensarlo dos veces.

Josh tiró lo que quedaba de la hamburguesa a una basura cercana y nos apretujamos en los asientos traseros con calefacción.

Rainy days ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora