Capítulo 11

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Wyatt me dejó sobre mi cama, con tanto cuidado como fuese posible, pero todo mi cuerpo dolía, así que, a pesar de todo su esfuerzo, cada que sus manos me tomaban, me lastimaba.

—¿Estás cómoda? —asentí. Tenía su rostro cerca del mío, muy cerca y mi habitación olía a su perfume.

—Gracias —le dije—. ¿Podrías traerme un vaso con agua?

—Claro.

Salió de la habitación, no sin antes girar a mirarme unos segundos desde el marco. Jasper apareció casi al instante. Tenía las manos dentro de sus bolsillos y me miraba con las cejas levemente arrugadas y los ojos entrecerrados. No molesto conmigo, sino como si estuviese pensando, en realidad.

Quise decirle algo, pero Wyatt regresó a la habitación.

—Lynn debe estar por llegar —la puerta principal se escuchó—
Debe ser él —me dijo, procurando soltar el vaso una vez yo lo tuviese bien sujeto para ir a abrir.

Jasper ya no estaba en el marco de la puerta. Había desaparecido.

—¿Te sientes bien? —fue lo primero que dijo Lynn al verme. Asentí— He traído los medicamentos —los dejó sobre mi mesita de noche.

—Gracias.

—¿Te irás pronto? —miró a Wyatt luego de sonreírme, y ese me miró a mí.

—Quisiera quedarme para verificar que esté bien, si puedo —me pidió permiso con la mirada.

—No es necesario —intenté hacerlo ceder a la primera.

—Lo es, Jules.

—No necesito que alguien me cuide —lo volví a intentar.

—Vives sola.

—Yo no... —suspiré, tratando de sonar calmada—, no vivo sola. Estaré bien, no tienes que quedarte, nadie —los miré a los dos, suplicando que lo entendieran.

Necesitaba hablar con Jasper pronto, ya no lo soportaba más.

—De acuerdo —asintió, sin más remedio—. ¿Quieres que te espere? —Lynn negó.

—Me quedaré un rato con Jules, me iré en taxi.

—Bien —se acercó a mí para besar mi cabeza—. Llámame si necesitas algo —fue lo que dijo antes de irse.

Lynn me miró desde donde estaba unos segundos, antes de sentarse al borde de la cama.

—Wyatt me ha hablado del novio que tienes —me dijo—. ¿Por qué no me contaste? Creí que vivías sola, por eso dije que me haría cargo de ti.

—Con todo esto, se me olvidó decirlo —mentí.

—Claro —apretó los labios, comprendiéndolo—. Y ¿Dónde está?

—Debe estar por llegar —otra mentira—. No tienes que quedarte o realmente hacerte cargo, estaré bien, de necesitar ayuda en casa estará Jasper o podría hablar con mi tía e ir a Stanley y quedarme allá mientras me recupero.

Regresar a Stanley con mi tía ni siquiera era una opción, pero necesitaba deshacerme de Wyatt y de Lynn, haciéndoles creer que estaría bien, aunque en realidad era así, lo estaría.

—Eso estaría muy bien.

—Me lo pensaré —sonreí forzado. Lynn me palmeó con cuidado la pierna antes de levantarse.

—Si necesitas algo, puedes llamarme. Vendré a dejarte comida mañana, para que tengas en abundancia y no tengas que salir o pedirle a tu novio que lo haga.

—Estás haciendo mucho y sólo te hemos dejado sin auto —rió.

—Basta de eso —besó mi cabeza—. Descansa y toma los medicamentos. Nada de esfuerzo para que sanes pronto.

—¡Entendido! —sonrió y sin más, se fue del lugar.

Me quedé en la cama recostada a la cabecera, esperando por Jasper, pero simplemente no apareció. Con un poco de esfuerzo conseguí salir de cama para ir a buscarle, pero no me tomó mucho tiempo.

Jasper estaba sentado en el sofá, con los codos sobre sus rodillas y las manos ahuecándole la boca, pensativo. Sus ojos se movieron de reojo hacia mí y una vez me notó se puse de pie y suspiró en silencio. Caminé los pasos que nos separaban para abrazarlo de una vez.

Me rodeó con cuidado para no lastimarme y tan pronto como sentí calma, mi cuerpo comenzó a sacudirse. Lloraba, y no sabía exactamente el porqué.

—Shhh, estoy aquí —susurró—. Me has dado un susto de... —soltó una risa ahogada—, de muerte.

—Perdóname por hacerte esto —me acunó el rostro para mirarme.

—¿Me estás pidiendo perdón? Te has accidentado, Jules.

—Es que lamento haberte asustado.

—Pude haberte perdido, pero estás aquí. Te tengo, es lo que importa —besó mi frente antes de acurrucarme en su pecho.

Cerré los ojos, calentándome contra su cuerpo, sintiendo esa paz que tanto había ansiado experimentar desde que había despertado en el hospital.

—Hoy me he dado cuenta de que en realidad estoy sola —murmuré contra su camiseta—. Nadie fue a visitarme, nadie llegó corriendo al hospital a preguntar por mi estado o a esperar por mí cuando me dieran de alta. Mis padres no estuvieron ahí —mi voz flaqueó—. Y sin embargo lo olvidé al poco tiempo de haberte conocido.

Hubo un silencio prolongado en lo que mis lágrimas caían una tras otra.

—Yo estuve ahí —me dijo, con la voz suave, pero adolorida—. Fui a verte, corrí calles para llegar al hospital, esperé por ti cuando te dieran la salida.

—No es lo mismo—susurré—. Y no quiero culparte, ¡Dios! Si no tienes la culpa de nada, pero es tan injusto. Esto no debería ser así.

—Yo estoy para ti, Jules —me hizo mirarle—. Estoy vivo. Sigo vivo de alguna forma y sé que es inútil, pero lo estoy, para ti.

—A veces quisiera que lo estuvieras en serio.

Mis labios temblaban tanto como mi voz, y su mirada taciturna me hizo sentir terrible.

—Yo también lo quisiera —intentó sonreír, pero pareció más una mueca triste. Regresé a su pecho.

—No me has dicho cómo lo supiste.

—Fui a buscarte al restaurante —me dijo—. Cuando llegué tu jefe estaba en una llamada y lo escuché todo. Salí corriendo al hospital sin dudarlo.

—De verdad corriste tantas calles por mí...

—Hubiese corrido más sin importar la distancia con tal de saber que estabas bien —besó mi cabeza—. Creí que te había perdido. Me sentía frustrado, no podía hablar con nadie para saber tu estado, sólo sabía lo poco que sabía por lo que escuchaba. Ha sido horrible.

—He sido injusta con lo que dije —me arrepentí—, lo siento.

—Tienes derecho a desahogarte. Quisiera hacer algo para dejar de ser un problema.

—No eres un problema, Jasper —le aclaré, pero no respondió.

Sus brazos me cargaron hasta la cama después de abrazarme por unos segundos, todavía sin haberme respondido. Mi cabeza estaba sobre su pecho y sus dedos tocaban mi piel y de vez en cuando besaba mi cabello. Me sentía a salvo. En casa. Quería que durara para siempre.

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Lo que no nos dicen del amorWhere stories live. Discover now