Prólogo

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Los demonios han aterrorizado a la humanidad por cientos de años

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Los demonios han aterrorizado a la humanidad por cientos de años. La oscuridad que viene cuando el Sol cae es el mayor temor de los mortales.

Demonios. Criaturas del averno y de un apetito voraz, y que no dudarán en matar a cualquier humano con tal de saciar sus placeres mundanos, además de volverse más fuertes.

Desde tiempos antiguos ha existido una organización no afiliada al gobierno, pero que ha sido la encargada de darle caza a estos acechadores del inframundo: Los cazadores de demonios.

Pero incluso estos poderosos guerreros se ven superados abismalmente por sus enemigos, quienes además de ser físicamente más fuertes, poseen juventud eterna, es decir, no pueden morir por edad.

Y además, las armas convencionales solo pueden herirlos temporalmente, pero no matarlos, gracias a su factor de regeneración.

La más grande debilidad de los demonios es el Sol, pero más allá de esto, hay una sola cosa que puede matar de manera permanente a un demonio: el acero solar, un metal que ha absorbido las propiedades del astro, y con la que se fabrican las armas de los cazadores de demonios.

Pero ha habido una perturbación en el orden natural de las cosas. Una anomalía que no debería existir, y de la que nadie sabe... hasta ahora.

Un hombre de vestimenta semejante a un español de la antigüedad se había levantado en medio de un campo de trigo, desconcertado y con sus sentidos dando vueltas sin rumbo fijo.

La oscuridad de la noche era intensa, y había poco que se podía distinguir sin la luz de la luna, la cuál era tapada por un mar de nubes siendo arrastradas por el viento.

—¿Dónde estoy? —se preguntó aquel hombre mientras acomodaba su gran sombrero emplumado y sacudía su gabardina. —Ese destello nubló mis sentidos. No lo vi venir.

Cerró sus ojos por unos momentos, agudizó sus sentidos lo mejor que pudo, pero no pudo captar algo inusual que pudiera darle una idea de en donde estaba.

El hombre recorrió los extensos campos de cultivos, y en algún punto salió de ahí, encontrando frente a él una larga vereda que llevaba a quien sabe dónde.

Sin más opciones, siguió aquel camino con más campos de cultivos aledaños a este, con el sonido del viento recorriendo el trigo y generando un ambiente muy pacífico... de no ser por un pequeño detalle: alguien lo estaba observando.

Aún no lo podía ver, pero podía sentir la intensión sangrienta de alguien o algo que estaba más adelante, y que ya lo estaba esperando en la espesura del bosque que se encontraba a menos de cien metros.

Pero el sujeto ya había experimentado cosas mucho peores que esto. Más allá de causarle pánico o temor, le generó curiosidad, ¿quién lo estaría esperando ya? ¿Esta persona tendría respuestas a sus preguntas? Solo había una manera de averiguarlo.

El cazador con ojos de halcónNơi câu chuyện tồn tại. Hãy khám phá bây giờ