1. Introducción

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La guerra y la geografía tienen una larga historia de cooperación y mutua complicidad, con una conexión profunda y muy antigua. Ya nos decía Yves Lacoste en su libro La geografía: un arma para la guerra que la misma ciencia de la geopolítica nació, se desarrolló y se institucionalizó (hasta principios del siglo XIX) gracias a los conflictos bélicos y su necesidad de recurrir a ella.

En este escrito, sin embargo, no hablaré sobre la relación general que guarda la guerra con la geografía, sino con el objeto de estudio de esta: el espacio geográfico, ese lugar específico sobre la faz del planeta (aunque puede trascender más allá de este) con características propias -tanto naturales como antropogénicas- que le dan una identidad y lo hacen distinguir de entre otros espacios.

Pero primero, definamos que es la guerra. Partiendo de la definición de un diccionario cualquiera, se puede decir, a grandes rasgos, que la guerra es una lucha o pugna entre dos entidades distintas o con alguna característica que las diferencia una de la otra. Dichas entidades suelen estar compuestas por varias personas, ya sea formando una comunidad, una tribu, un reino o un imperio. Las guerras tienen como objetivo obtener alguna ganancia mediante la violencia, agrediendo (no únicamente, pero, sobre todo) físicamente al adversario y con una pesada carga de emociones malintencionadas buscando su neutralización o destrucción, algo que podemos corroborar analizando un poco a la historia de la humanidad.

Tanto la guerra como el espacio geográfico comparten una característica en común: su naturaleza cambiante e inestable. La guerra nunca es la misma, pues siempre se está transformando y mejorando su modus operandi, volviéndose más sofisticada y eficiente a la par y con la evolución de la política, la economía y la ciencia dura. El espacio geográfico, por otro lado, no es estático; está siempre modificándose con o sin la ayuda del humano mediante movimientos geológicos, desastres naturales, estaciones climáticas o el simple germinar de las plantas. El espacio geográfico no es bidimensional, limitándose a un paisaje pacífico congelado en el tiempo, sino que es tridimensional, albergando una serie de factores y acciones más complejas y conflictivas de lo que parecen, como el ciclo ecosistémico, las migraciones, o el tema a tratar en este ensayo: la guerra.

Así, tanto la guerra como el espacio geográfico están sujetos a las transformaciones y cambios del otro, creando un vínculo muy estrecho, entrañable y peligrosamente simbiótico.

La guerra en el espacio geográficoWhere stories live. Discover now