13.

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15 días para la fiesta.

Aquel día debía asistir a la charla de todos los viernes sobre sus adicciones. No había parado a pensar lo bien que se sentía consigo misma últimamente, como el pensamiento recurrente de las bebidas no volvía a ella cada vez que la ansiedad embargaba su cuerpo por algún motivo y cómo dicha ansiedad hacía tiempo que no la molestaba cada noche hasta dormir con sus mejillas empapadas en lagrimas. Quizás Dua tenía algo que ver, o todo lo que se encontraba enfocada en lo que le ocurría a su amiga. 

Su madre volvió a dejarla frente a la parroquia media hora antes de lo previsto ya que de otra forma debía ir en pie y para su sorpresa, Dua ya se encontraba allí de espaldas a ella y sujetando un cigarrillo entre de sus dedos del cual fumaba sin parar. Camila emprendió el camino hasta ella y de un rápido gesto se lo quitó, haciendo que esta se exaltara. 

- ¿Qué coño? - Casi que gritó frustrada, provocando una suave carcajada de parte de Camila, lo que la hizo relajarse. - Anda, devuélveme eso. 

- Fumar mata... ¿no prefieres algo como por ejemplo fresas? - Dua enarcó su ceja derecha ante las palabras de Camila.

- ¿Fresas? Con nata. - Esta asintió. - Ahora que lo dices... me apetecen, ¿vamos a por ellas? 

- No puedo saltarme la reunión, lo sabes. 

Dua se puso en pie de un rápido salto, haciéndose ahora ella con el cigarrillo que volvió a llevar a sus labios y del cual fumó por última vez antes de apagarlo y guardarlo para tirarlo en cuanto vieran una papelera. Seguidamente tomó la mano de Camila sin previo aviso, enredó sus dedos junto a los de ella y la atrajo consigo de camino a un pequeño supermercado que se encontraba en la esquina de la plaza en la que se encontraban. 

- Dua... - Advirtió Camila dejándose llevar. 

- Vamos, queda media hora para que comience. - Dua giró nuevamente hacia ella con una animada sonrisa, captando su otra mano y atrayéndola a su cuerpo para obligarla de esa forma a acompañarla. 

Una vez hubieron atravesado la puerta el encargado las observó atentamente, quizás por las pintas de ambas jóvenes o porque no tenía nada más interesante que hacer aquella tarde. Dua siguió casi que arrastrando a Camila consigo hasta la zona de la fruta. 

- ¿Fresas entonces? - Se agachó e hizo con el primer paquete de plástico que vio, haciendo reír a Camila, quien no había sido consciente de lo que hacían hasta ese entonces. - ¿Qué ocurre? 

- Podría haber dicho otra fruta más barata. - Indicó esta, haciendo reír a Dua junto a ella.

- Está bien, por ello conozco que eres de gustos caros. 

No se habían soltado en ningún momento y Camila era consciente de ello, ya que por los nervios que le provocaban encontrarse tan cerca de la muchacha había comenzado a sudar. Esta se separó unos pasos de ella llamando la atención de su amiga, quien enarcó nuevamente una ceja y sin darle tiempo a Camila de reaccionar se pegó completamente a su cuerpo, notando Dua como la calmada respiración de Camila chocaba en su cuello ante la diferencia de altura y por ello haciendo que su piel se erizara por completo. 

- ¿Qué haces? - Preguntó esta alertada, provocando una sonora risa en Dua, quien alzó su brazo y atrapó la nata con su mano derecha en el estante superior. 

- No me queda de otra si te pones entre la nata, las fresas y yo. Eres bajita, no llegarías a coger el bote. 

Camila ante sus palabras golpeó suavemente su costado, haciéndola retroceder con una mueca graciosa. 

- Idiota. 

Dua pagó la compra y salieron del supermercado nuevamente bajo la atenta mirada del encargado, quien no había pasado por alto la escena allí dentro. 

- Tengo una idea. - Camila dejó sus ojos en blanco. - Escuchame... vamos a ir a la reunión, no quiero que te metas en problemas, pero luego te voy a llevar a mi casa, ¿bien? 

- No sé si mi madre...

 - Tu madre me adora. - Indicó Dua con una sonrisa y así era, por lo que Camila simplemente aceptó y tras guardar la compra en la maleta que portaba la joven se adentraron en la parroquia a la espera de que la reunión comenzara.


Una vez que hubieron salido de allí Dua llamó a un taxi mientras que Camila le indicaba a su madre donde pasaría las siguientes horas, quien no opuso ninguna queja ya que se encontraba al corriente de quien era Dua y su situación.

Dua dejó la comida en la nevera y se puso cómoda deshaciendose de la chaqueta de cuero que portaba y dejaba ver la mayoría de su abdomen, lo que llamó por completo la atención de Camila, ya que no solía verla vestir de aquella forma. 

- Tienes algo aquí. - Indicó Dua, señalando su propio labio. - 

- ¿Qué? - Camila limpió con un pañuelo la parte que le indicaba haciendole reír. - Eres idiota. 

- No estoy acostumbrada a que me examinen de esa forma con la mirada. 

- Lo dudo. Aunque simplemente te miraba así porque la que no está acostumbrada a verte con esa ropa soy yo. 

- ¿Crees que me queda bien? - Esta dio una vuelta sobre sí misma antes de tomar asiento frente a Camila sonriente. 

Camila golpeó suavemente su hombro derecho y se echó hacia un lado para así separarse de la peligrosa cercanía que había entre ambas una vez más, aunque Dua apenas retrocedió y para cuando la joven se había dado cuenta su mano derecha acariciaba suavemente una de sus mejillas, provocando aquel tacto que todo su interior se revolviera de una manera que pareciera que quería vomitar por la impresión. Dua lo notó y simplemente esbozó una pequeña sonrisa antes de separarse e ir directa hacia la cocina. 

Fue cuando le dejó ese espacio que pudo respirar y pensar con claridad. La muchacha se puso en pie y siguió a Dua, quien ahora rellenaba unos vasos con refresco y le tendió uno seguidamente.

- No has respondido a mi pregunta. - Indicó tras haber enarcado una de sus cejas. Camila negó y dejó por unos instantes sus ojos en blanco. 

- Ambas sabemos que todo te queda bien Dua, podrías ponerte una bolsa de basura y aún así provocar que la gente te observara boquiabierta. 

Dua no esperaba aquella respuesta, por lo que la pilló desprevenida al menos al principio y Camila lo notó, haciéndola entonces sonreír de forma pícara. 

- No eres la única que sabe jugar a esto

- ¿A qué se supone que jugamos? 

Surrender. DuamilaWhere stories live. Discover now