─ ❝Amor mío, cuando miro mi vida y
todos mis crímenes, creo que eres lo
único en lo que acerté.❞ ⇆
Albus regresa al Valle de Godric luego de un par de años. Revive cada mentira, cada momento de su juventud.
Regresa al salón donde una vez Gellert...
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▬▬▬▬▬▬▬▬▬▬▬▬▬▬▬▬▬▬▬▬▬▬ Gellert Grindelwald & Albus Dumbledore. ─ ❝AMOR MÍO｡｡｡❞⇆ El espejo de Oesed. ▬▬▬▬▬▬▬▬▬▬▬▬▬▬▬▬▬▬▬▬▬▬
Los alumnos ahora le temían, o bueno, al menos ahora parecían imponer el respeto y la atención que desde un inicio Gellert creyó que existiría.
Aún se cuestionaba cómo es que Albus había llegado en el momento más oportuno. ¿Sabía acaso lo que pasaba? Por sus anteriores palabras, parecía que la respuesta era afirmativa, pero... ¿cómo es que tenía conocimiento de ello? Por desgracia, Grindelwald no podía dar respuesta a sus interrogantes. Sabía que Dumbledore era alguien extremadamente brillante; sin embargo, no era capaz de imaginar al menos una razón que le hubiese ayudado.
Dio un suspiro, deseando dejar de pensar en todo lo sucedido. El tiempo transcurría, y ahora, Gellert daba su mayor esfuerzo para seguir impartiendo las clases, esta vez sin que sus impulsos ganaran la batalla. Ningún alumno volvió a replicar. Toda la atención estaba puesta en él. Así sucedió, tanto con los alumnos de primer año, como con los alumnos de diferentes años a los que debía enseñar Defensa Contra las Artes Oscuras.
Cuando una clase terminaba, se daba a la tarea de analizar por un momento los libros de los cuales disponía, esto con la intención de tener al menos un concepto clave del nivel de aprendizaje en el que cada grado se encontraba en ese instante. Era claro, no iba a enseñarle lo mismo a los alumnos de primero y a los de último año. Por suerte, Grindelwald tenía gran cantidad de conocimientos en aquellas Artes.
Aún con ello, su mente también estaba en Albus... su querido Albus. ¿Qué sería aquello que tanto anhelaba mostrarle?
Enarcó las cejas al pensar en eso, dejando de prestar atención al libro de quinto año en el que ahora se encontraba leyendo. Su mirada fue a dar hasta el pequeño pergamino que Dumbledore le había entregado tan sólo unas horas atrás, y había sido inevitable para él que la curiosidad no lo consumiera. Sus ojos revelaron un brillo distinto: había singularidad en ellos, ese "algo" con una mezcla de deseo, deseo de saber todo lo que Albus Dumbledore tenía para mostrarle.
¿Qué lugar sería? Debía ser algo extremadamente interesante para que fuera un tipo refugio para él, tal y como lo había llamado.
Sin hacer esperar más, tomó entre sus manos el pedazo amarillento de papel, presenciándolo con mero detenimiento.
Al principio no vio nada, aquello lo desconcentró por un momento. Sin embargo, no pasó mucho tiempo cuando pudo notar como poco a poco un camino se iba trazando en el pergamino, logrando ver al final el lugar, o al menos, lo que Gellert supuso que sería.
