Lunes.

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Lunes. Primer día de la semana. 

Hola, me llamo Carlos, tengo dieciséis años y vivo en Siur, una ciudad de Canadá, mi país. Voy al instituto "Royal Highs", y ahí estoy bien, con mis amigos, mi novia y mis notas. Sólo hay una cosa a la que soy adicto (mientras mis amigos todos estan con el tabaco que no paran, yo estoy adicto a esto) el deporte. Simplemente ir a correr, bicicleta, gimnasio, todo, es una cosa que hago dos veces al dia, mañana y tarde. Los siete dias de la semana. 

Vivo en un apartamento pequeño a las afueras de la ciudad. ¿Mis padres? En Inglaterra, trabajando com han hecho toda su vida, sin prestar atención a mi hermana y mucho menos a mí. Me mudé aquí el año pasado con fines "educativos" pero mis padres me han dejado aquí, como siempre. 

Hoy me he levantado y he comprobado como había ido la noche anterior, fuimos a casa de mi amigo Mario, un italiano mayor que yo. No sabéis la que se armó: alcohol, un par de porros, cachimba... Me dolía tanto la cabeza. Cuando miré el móvil comprobé el Twitter, el Snapchat (donde en las historias de mis amigas había un montón de fotos de la fiesta) y el facebook. Todo más de lo mismo. 

Me he levantado de la cama hacía las cinco, había dormido tres horas, pero dormir no era lo que necesitaba ahora. Fuí en bóxers hasta la cocina, ahí me rasqué el paquete y me preparé un batido de proteinas. Luego me vestí y salí a córrer. 

Cuando llegué otra vez a casa me duché. Al salir, me quedé observando mi cuerpo desnudo, el pelo, rubio de bote, se me había empezado ha descolorecer. Tardé quince minutos en peinarme; tenía el pelo muy rebelde, pero creo que nunca nadie me había visto con el pelo fuera de sitio (mi truco es siempre ir preparado con un bote de cera en la mochila). Mi entrenador de fútbol siempre decía que la aparencia es lo más importante que tiene un hombre. Luego me vestí; tenia toda una habitación con ropa que me había ido comprando a lo largo de mi estancia aquí, en el fondo del vestidor, había una tablet, de la marca de mi padre, y seleccioné "aleatorio" y la pantalla me mostró lo que debía ponerme ese dia: una camiseta blanca bàsica, unos pantalones super-skinny y unas botas que se habían puesto de moda esa temporada. Todo eso de la ropa viene de parte de mi madre, es una de las diseñadoras más importantes del mundo. 

Condujé hasta mi instituto. Las clases habían empezado hacía unos veinte minutos. Llamé a la puerta:

-Entra, sin sonido alguno -dijo el profesor mientras me miraba de arriba a bajo.- ¡RÁPIDO! -volvió a ordenar cuando estaba sentándome en la silla.

Miré a mi alrededor; habían seis chicas y cuatro chicos sentados en primera fila, ninguno de mis amigos estaba ahí, y luego caí en el porque:

- Como bien iba diciendo, acojer aquí a un estudiante español os dará un montón de ventajas; para empezar tendréis un diez en castellano directamente. 

Esto despertó mi curiosidad, hoy nos hablaban sobre la acojida de un alumno estranjero en nuestras casas, por eso ninguno de mis amigos estaba ahí presente. Sin embarrgo de mi marginación, el tema me interesaba: un diez en castellano subiría mi media, y si lo hacía podría seguir jugando en el equipo y de esta forma quedarme aquí un año más. Un año más sin uniforme, sin cosas de niños consentidos, sin padres. LIBERTAD. 

Esperé hasta el final de la clase: 

-Bueno, ¿y quién querría apuntarse? -levanté la mano sin quitarme las gafas de sol. A mi alrededor, tres personas más la habían levantado: un chico y una chica, los empollones, pareja. Ambós me miraron,

Nos quedamos solos en la clase, el profesor me pidió amablemente si me podía quitar las gafas, y lo hice: 

- Aquí tenéis las hojas de los permisos y las normas. 

Cuando salí saqué el móvil y miré el Whats app:
 

Mario: Mend la d aier, gym?


Álvaro: Tioo! Cm s k n as vnido al gym? No habras ido al insti cn las clss k tnms hoi?

La mayoria de conversación iba sobre lo pringado que era por no haber ido al gym, así que cojí el coche y me fuí hacia ahí. Estaban los dos en la pueta, Mario y Álvaro, sudados:

- ¡Tio! Has ido al insitituto, que pringado -dijo Álvaro riendose de mi. 

- No, que va, sólo me he quedado dormido, la de ayer fué gorda -mentí. No me podía arriesgar a que pensaran cosas así de mi... Todos nosotros en el fondo, eramos niños de papa y mama, claro que lo eramos; ¿de donde sacabamos sino los coches, la ropa cara, los móviles y las drogas?

- No mientas tio, que han subido una foto y sales tu.

Me mostró la foto, Naya, la chica de mi clase que estaba obsesionada conmigo, tenía un blog dónde me hacia fotos y las colgaba. Era yo, sin duda.

- Vamos tio, no vuelvas a mentirnos -me dijo Mario mientras me abrazaba todos sudado.- Entra. Te presto un poco de ropa y haces biceps, a ver si se te pasa. 

Me pasé tres horas en el gimnasio hablando de la fiesta, que si Katy se había liado con Pedro, que Mario pinchó con la rubia de ojos azules... Todos se liaron menos yo. Al volver a casa me desnudé y me volví a duchar, luego otro batido y me pusé una pelicula porno en el ordenador. Me masturbé hasta el orgasmo.

No es una cosa que solía hacer, lo de masturbarme, digo, pero me relajaba y me ayudaba a domir así que lo hacía mucho últimamente. Miré el grupo de Whats app de la clase y hicé los deberes que habían mandado. Nadie lo sabía, se lo presentaba al profesor y esto me permitía seguir estando en el equipo. 

Me denudé y me quedé en la cama, las piernas, llenas de agujetas tenían un color morado, últimamente me pasaba mucho, me pusé una alarma de ir al médico y me dormí. 

La cena de los rarosWhere stories live. Discover now