Y tú te vas.

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¡Hola mis bonitos lectores! Mi fe se anuló en acabar esta dinámica cuando me demoré una eternidad sacando este capítulo, pero el estrés me permitió terminarlo a tiempo y creo que quedé satisfecha, la primera vez que lo escribí me gustó pero ahora no sé si es tan bueno, pero tampoco sé si es porque lo he revisado demasiadas veces, so, ya da igual. Muchas gracias por leer ¡espero que les guste!

 Muchas gracias por leer ¡espero que les guste!

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Izumo, 1984.

—¡Es su hijo! —Un puñetazo retumbó contra la granita, los nudillos le sangraron y el alma le punzó, el dolor goteó y goteó—. ¿Cómo puede decir eso? —Solo para gotear un poco más. Pero el señor Okumura no se inmutó, ni siquiera volteó a mirarlo. La multitud se hallaba aglomerada afuera de la casa, el día era agradable. Habrían fuegos artificiales en el festival.

—No lo volveré a repetir. —Las tripas se le pudrieron ante semejante indiferencia, la mancha escarlata creció contra la acera, se preguntó si eso sería suficiente para morirse desangrado—. Retírese de mi propiedad. —Y deseó que así fuera.

—Él se está... —Ash parpadeó, aunque ya no deberían quedarle lágrimas—. Él se está muriendo. —La pena corroyó como si fuese ácido por sus mejillas—. Le prometí que lo traería para que hablaran. —Él tembló, ausente de sus propios pensamientos—. Se lo prometí. —El sol se sentía demasiado caliente y no había comido nada.

—Váyase de mi propiedad. —Aslan cayó de rodillas, aferrándose a los pantalones de ese hombre como si su vida dependiese de este momento. Le importaba una mierda sacrificar su dignidad si con eso lo arrastraba al auto.

—¡Por favor! —La nariz le quemó y los párpados le pesaron—. ¡Por favor, vaya a verlo! —Sus palmas se crisparon alrededor de la tela, era áspera y apestaba a naftalina—. Él quiere ver a su familia.

—Eiji siempre fue problemático. —El señor Okumura trató de apartarlo pateándole el estómago, sin embargo, no cedió—. ¿Pero una relación con otro hombre? Eso es asqueroso. —Los ojos se le abrieron de golpe. Las lágrimas se evaporaron contra las flores—. Es abominable.

—¿Abominable? —El rubio quiso gritar—. Es su maldito hijo de quien está hablando. —Pero en su lugar, sonrió. Su agarre se tensó. ¿Dolía? ¡¿Le dolía?! ¡Qué bueno! Ojalá le doliese mucho más. No tenía ni una puta idea del infierno que fue este año.

—Voy a llamar a la policía. —La sangre escurrió con violencia cuando endureció los puños—. Esto es insólito, no toleraré semejante falta de respeto.

—¡Adelante! ¡Llame a la policía y explíquele que no quiere ver a su hijo moribundo! —Los murmullos le martillaron la cabeza.

—Él no es mi hijo desde que se fue a América. —El señor Okumura logró liberarse dándole un rodillazo en la mandíbula—. No es mi problema que los dioses los estén castigando. —El vocalista quiso apalearle esa mueca irónica, no obstante, no pudo moverse—. Los homosexuales se están muriendo porque merecen el castigo. —No pudo gritar. No pudo hacer más que caer contra el pavimento y sollozar.

Mi nombre es Ash Lynx.Where stories live. Discover now