Sinopsis

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Mamá cepilla mi cabello frente al tocador. Estudio mi apariencia, mi rostro forma un óvalo, mi piel ultra blanca contrasta en ella, mi cabello castaño oscuro comúnmente ondulado está planchado y mis ojos grisáceos bajo la intensa luz parecen verdes. Bien dicen que las latinas estamos dotadas de curvas pero mi cuerpo se les burla siendo cuadrado. Respecto a mi altura, mi hermana me llama jirafa por ser más alta que ella, aunque mi estatura sea promedio. Al menos tengo pechos, pero no puedo decir lo mismo de mi trasero caído. En resumen, no cuento con nada que la sociedad podría considerar "llamativo". Ni lo necesito. Destaco en inteligencia, puedo aplastar y arruinar a cualquiera que se me ponga delante.

Por último, mamá saca de su bolso mi labial violeta oscuro y me lo pasa. Aplico dos finas capas en mis labios, además del nuevo detalle, mi maquillaje es oscuro, pinte mis párpados de negro y coloqué excesivo rímel en mis pestañas.

Me levanto el cabello en una alta coleta de caballo. Debo estar cómoda si voy a tratar con personas...o sus cadáveres.

—Iré adelantándome. Recuerda lo que tienes que hacer.

Asiento, eso le basta para salir del baño de los señores Castillo y dejarme a solas. Ella se ocupa de mi aspecto antes de juntarnos con nuestro líder. Lo único que dejaba a mi elección era el labial y siempre escogía el violeta oscuro.

Voces distorsionadas y murmullos ininteligibles cubren mis sentidos. Ya se encuentran distrayéndolos. Eso también significa que llegó mi hora de actuar. No me sorprende el chirrido que hace la puerta al abrirse y mucho menos que sea Branco el causante. Me choco con el rostro de mi mejor amigo que me observa impaciente hasta abandonar el baño.

—Tu imagen es la más cercana a un payaso —murmura, analizando mi maquillaje, sonrió pero no por su comentario sino por su marcado acento. Él es brasileño, el grupo al que pertenece mi familia lo acogió y desde ese momento no se ha separado de mí —. Un payaso emo.

Me abstengo de rodar los ojos. No era la primera vez que veía mi trágico maquillaje, debíamos estar pulcros y perfectamente arreglados para nuestro señor, por ende, tampoco era la primera vez que participábamos de un asesinato.

No puedo replicarle, él se encuentra impecable con un conjunto negro compuesto por un jean y una camiseta, su cabello negro empapado de gel para perfeccionar sus rizos y su piel oscura reluce. Sus ojos marrones me miran con diversión y pasa un brazo por mis hombros, queda colgando ya que él es mucho más alto y corpulento que yo, lo que le hace reír aún más.

Nuestros pasos son rápidos y decididos, mi largo vestido negro que casi llega al suelo ondula debajo de mí, era dos talles más a lo que me correspondía. Mamá decía que vestirme provocativa ofendería a nuestro líder.

La casa es más grande de lo que pensaba, doblamos a la izquierda y finalmente subimos las escaleras hasta llegar a la habitación del menor de la familia Castillo. Adentro un niño de seis años juega Playstation, él se voltea cuando cae en cuenta de nuestra presencia, señala el asiento vacío a su lado.

—¿Quieren jugar? —su voz sale como un chillido. No hablamos muchas veces, lo que sabía de él es que era un pequeño hiperactivo y dulce, pero muy llorón, eso le restaba puntos.

Branco me da una significativa mirada antes de abandonar mi lado para ir con el niño, quien le da una consola.

—¿Vos no? —se dirige a mí.

Dulce Asesina SerialWhere stories live. Discover now